OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Ping pong con periodista

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Hace un tiempo, en una entrevista tuve que reaccionar a varias palabras propuestas:

Inflación: Ya no es más lo que solía ser. En el pasado la inflación fue una estrategia viable en Latinoamérica, pues el déficit permitía el crecimiento de la actividad económica y del empleo. Pese a ser un fenómeno netamente territorial, sería un error evaluarla solo en el contexto de una economía nacional; la globalización ha contribuido a modificar su alcance y su impacto.

La inflación ya no viene sola: ahora está acompañada de recesión y del consiguiente desempleo. La espiral inflacionaria tradicional se formaba por el aumento de precios que trasladados al costo (salarios y materias primas), inducían aumentos de precio que volvían a transmitirse al costo, produciendo un ciclo infernal que llevó a muchos países al borde de la quiebra fiscal (si algo así es posible).

Al aparecer la recesión, se incorpora un componente al aumento de los precios, inducido por la escasez. Cuando un artículo falta, su precio sube. Y este circuito se mueve en cifras porcentuales bajas, pero produce más daño que los cuatro dígitos de inflación pura (de la de antes). A la inflación hay que atacarla frontalmente y esto se da con un conjunto de medidas coherentes las cuales, por supuesto, no pasan por los controles, sino por la total libertad y apertura; gradual, pero rápida y consistente.

Controles: Creo que son malos por definición; la historia ha demostrado que no son parte de la solución, sino que son un problema. Cada vez que se crea una alcabala, surgen inmediata y simultáneamente dos imperfecciones: la primera son los «caminos verdes» asociados, y la segunda son las discrecionalidades. Todo eso es corrupción.

Por otra parte, contribuyen a eternizar las distorsiones del mercado vía las cartelizaciones y el perfil oligopólico. La solución a la inflación está en el lado contrario a los controles. Cuando hay libertad se puede pensar en romper el poder del que vende y transferírselo al que compra. En ese caso puede verse con claridad la especulación «buena» del consumidor buscando el mejor precio y la mejor calidad.

Especulación: No siempre fue una mala palabra; de hecho, se ha distorsionado uno de los pilares de la economía de mercado. Claro que mal utilizado tiene efectos negativos. Pero vamos a pensar que no todos los comerciantes y empresarios son malas personas que hacen las cosas para lucrar a expensas de los demás. Definitivamente el comerciante y el empresario deben lucrar; están para eso, para generar riqueza a través del lucro; y eso no es malo como trata de hacerse ver.

Traten de vender un producto importado o con componentes importados a un precio, sin saber a qué costo lo podrán reponer. Ese costo estará asociado a un dólar oficial que no se sabe si se podrá obtener, ni si su precio se mantendrá; o a un dólar paralelo cuyo valor tiende a crecer cada vez más rápidamente.

Entonces el precio de venta sin duda será suficientemente alto como para evitar posibles pérdidas. Eso no es especulación, es supervivencia. También hay que estar claros en que en una coyuntura como ésta puede haber gente que se aproveche y tome ventaja. Pero eso también es parte y consecuencia de tener un mercado oligopólico que permite al vendedor tener un cierto poder sobre el comprador. Y estas estructuras imperfectas se consolidan cuando hay controles.

En el comentario anterior me refiero solo al dólar como factor de ajuste e incertidumbre. Si a esto se le agrega la indexación de salarios de la que se está hablando últimamente, entonces los cálculos «especulativos» (yo los llamaría protectivos) probablemente serán más complejos.

Indexación: Cuando realmente se quiere combatir la inflación, es una palabra prohibida. Innombrable. Es como decretar que no se va a luchar contra la inflación, sino que se va a convivir lo más confortablemente posible con ella (si confortable es aplicable a la inflación).

Cuando se propone cualquier porcentaje del dólar o del IPC para ajustar los salarios, se está diciendo que no se va a llegar a inflación cero, sino que cualquiera sea el IPC, en vez de bajarlo, lo vamos a subir por lo menos en el impacto que tenga el porcentaje decretado.

Indexar es inflación por decreto. El objetivo de combatir la inflación es acabar con ella; si es solo disminuirla es como dejar de fumar de a poco: todos sabemos que nunca se logra. Requiere de medidas drásticas para acabar con ella y de disciplina para mantenerse.

Disciplina: Es tal vez el corazón del problema. Las críticas a la dolarización formal (o a la caja de conversión o sus equivalentes) se apoyan en que le resta flexibilidad al manejo de la economía (especialmente al manejo de la caja). Sin embargo, tal vez eso sea lo que haga falta. Por lo menos para el futuro inmediato de tres a cinco años de disciplina forzada. Y luego retomar la flexibilidad.

La camisa de fuerza que significa la dolarización tal vez sea la solución para hacer entrar en cintura las variables económicas, mientras se gana confianza y credibilidad, y mientras se acomete la reforma del estado y se privatiza. Con disciplina no se nace, hay que hacerla, construirla.

Comentario final: Volviendo al tema de la inflación, hay que atacarla liberando la economía hasta que encuentre sus propios equilibrios a través de las distorsiones que existen. En cuanto a la recesión, si logramos un ambiente de confianza y controlamos la inflación, hay oportunidades de que algún tipo de inversión se ocupe de ella.

Cualquier incremento en los ingresos petroleros contribuirá de una manera importante a esto; pero de la inflación solo el gobierno puede dar los pasos iniciales. De todos modos, el costo social vamos a tener que pagarlo igual, o bien por combatir la inflación, o bien por sufrirla; solo que en el primer caso habremos «sufrido» con un propósito genuino, mientras que, en el segundo, será más de lo mismo.

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