OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Petróleo y empresas del Estado, posible liquidación de Pdvsa

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Un país como Venezuela, que depende en más del 90% de sus ingresos por venta de petróleo crudo, es altamente vulnerable a las variaciones del mercado y a su propia capacidad de producción concentrada en Petróleos de Venezuela (Pdvsa), y en acuerdos con otras petroleras extranjeras (públicas y privadas).

En los últimos años, Pdvsa ha debilitado su negocio medular, lo cual se refleja en la pérdida de su capacidad de producción, en el deterioro de su habilidad de refinación y su esquema de comercialización se ha visto comprometido negativamente. Mientras eso ocurría, incursionaba en áreas diferentes a la petrolera, participando en política de manera activa en el país y en el exterior; asimismo, iba perdiendo peligrosamente sus cuadros profesionales y politizando los que estaban en formación, siendo dirigida por gerencia no petrolera y endeudándose para fines distintos al negocio.

Pdvsa llega al año 2024 con serios problemas reputacionales, tanto en lo operativo como en lo financiero, donde sigue estando desde hace un tiempo al borde de la quiebra, cuyo principal componente es el default de su deuda externa, la cual, para colmo, debe soportar el peso de la deuda de la república, por aquellos del alter ego, generado por ellos mismos al mezclar los roles y objetivos.

Cuya explicación más evidente es que el presidente de la empresa –cargo de un profesional- es al mismo tiempo ministro político del gabinete ministerial, cargo q responde a la política. Bah… aquí en Venezuela, en definitiva, todo responde a la política.

Lo primero que hay que hacer de manera inmediata es revisar si el daño que se le hizo a la empresa es terminal/mortal o si hay oportunidad de recuperarla. Si puede seguir activa o tendrá que desaparecer. Es posible que sea necesario liquidar a Pdvsa como compañía y trabajar en una redistribución de activos, mientras los pasivos son absorbidos con fondo del Estado.

Lo anterior cobra relevancia porque el mundo petrolero está enfrentando una situación novedosa relacionada con la esencia misma del negocio; es decir, hay indicios suficientes que indican que la supremacía de los combustibles fósiles está llegando a su fin y tendrá que compartir su funcionalidad, utilidad y sustitución, no solo con los viejos como el agua y el carbón. Sino también con otros nuevos más amigables para el ambiente, y con más sustentabilidad para beneficio de las generaciones futuras.

Para atravesar esta situación, hace falta una empresa sana, sólida, con tecnología de punta, con una estrategia clara a largo plazo y con mucha credibilidad, que trabaje en innovación y busque la integración vertical aguas abajo con empresas nacionales, para sustituir la exportación de un commoditie, por la exportación de productos con más valor agregado venezolano.

Si la restructuración/organización/reingeniería necesaria para recuperarse fuera posible de lograr en un tiempo/costo/esfuerzo razonable, entonces habría que intentarlo. De otra forma, habría que liquidarla.

El diagnóstico principal es para saber si puede o no seguir activa, y medir cuáles fueron los daños ocasionados en los últimos años. Habrá que hacer una revisión y recertificación de las reservas, para verificar si pueden servir de garantía para solicitar los créditos necesarios para la reconstrucción. En caso de no poder recuperarse, habrá que dejar ir a Pdvsa y formar una nueva institucionalidad a partir, tanto de las lecciones aprendidas, como de benchmarks tales como Noruega con Statoil o Arabia Saudita con Aramco, y los EEUU con su manera de manejar el negocio que sería casi perfecta para nosotros que estaríamos comenzando casi de cero.

Habrá que buscar un esquema de propiedad que refleje que el petróleo no es del Gobierno, sino de los venezolanos. Y habría que lograr un arreglo que permita que los ciudadanos se beneficien de los dividendos en forma directa e individual.

El rol del Estado debe estar relacionado con la política energética y petrolera y apropiarse de los recursos petroleros solo en la proporción de los impuestos y de algún nivel de regalías. La experiencia latinoamericana (Pemex, Pdvsa, Petrobras, YPF) nos ha enseñado que si el Estado retiene para su administración y desarrollo todos los beneficios del petróleo, termina por un lado contaminando reputacional y organizacionalmente a la empresa petrolera, mezclando política energética con negocios petroleros.

Y permitiendo que cada gobierno de turno haga uso discrecional de un negocio vital  por partes iguales a cada venezolano, sin discriminación de ningún tipo (limpiando las opciones de corrupción que podrían desprenderse).

En esa línea de pensamiento, el Estado ya no podría gestionarla y tendría que actuar más como regulador que como un competidor más. Por un lado, habría que pensar en reformar la Ley de Hidrocarburos, donde no solo exista una empresa, sino muchas compañías, preferiblemente, de carácter privado.

La idea básica es que varias empresas actúen con estrictas reglas y representen una importante entrada de dinero para el fisco. De esta forma, se impediría otra oleada de corrupciones y nepotismo tomando control de una de las principales compañías del país.

Entonces, el concepto del Estado empresario debe desaparecer (no solo para el petróleo), y que actúe como regulador de manera transparente. Inglaterra y Canadá fueron los primeros que iniciaron los procesos de desestatización, a partir de los cuales el Estado empieza a ganar prestigio y las empresas empiezan a ser productivas.

No hay que olvidar que las ventajas que ofrece el mercado es que la mala empresa quiebra o desaparece, mientras que al ser estatal nada de eso ocurre y sigue siendo financiada por el presupuesto nacional. Son las eternas sobrevivientes sostenidas por medios artificiales que, si tuvieran que continuar por sí mismas, indefectiblemente morirían.

Las excepciones que confirman la regla de que el Estado no debería ser un operador empresario son las antiguas Lagoven y Edelca, las cuales se manejaron con criterios profesionales y técnicos, logrando ser una referencia mundial, cada una en su campo. Lagoven, que manejaba todo el ciclo de explotación petrolera, poseía la refinería de Amuay que llegó a ser la cuarta refinería más grande del mundo operando a plena capacidad.

Por otra parte, Electrificación del Caroní, además de ser exitosa en la construcción y operación de plantas de generación en serie en un mismo río, operaba las líneas de transmisión en muy alta tensión del sistema interconectado, referencia internacional por su calidad.

Pero eso no les quitó la “espada de Damocles” de ser poseídas por el estado, y su final por desaparición fue, simplemente, una consecuencia natural, que termina confirmando la regla, que toda empresa del estado, termina mal. Y PDVSA no es la excepción.

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