OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Más sobre consumo e inversión

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

El problema de la pesca es el combustible que se gasta al navegar. Actualmente, existe un tema ambiental, tanto para los residuos que deja la gasolina en las aguas, como la pesca de arrastre. En Venezuela, cuya pesca es más de mar que de río, la pesca del atún es en el pacífico y el cardumen de sardinas -más grande del mundo, por cierto- se encuentra en nuestras costas, y son dos rubros que se podrían exportar.

Las exportaciones de productos netamente locales como el pargo, el mero, el róbalo y el pez espada podrían darse en cantidades no industriales y teniendo en cuenta el presupuesto logístico. Es una gran diferenciación competitiva que habría que evaluar para saber dónde ingresar en la cadena de valor.

Cadena de valor: maíz versus atún: En el caso del maíz, se produce más que todo para el consumo animal, pero podría mejorarse su producción para alcanzar los niveles de albúminas requeridos. En Venezuela, se produce en zonas donde los nutrientes en la tierra están a una profundidad de 15 a 20 centímetros, donde la semilla se ahoga, por lo que necesitan semillas especiales, importadas y encapsuladas.

El reto sería producir la semilla y arrancar con convenios con empresas multinacionales para hacerlo desde la etapa de ingeniería genética. En caso del atún enlatado, cuyos insumos son la lata nacional y un pescado del pacífico, no admite una inversión que haga que el atún se consiga en el Caribe, por lo que es una industria sin grandes oportunidades de desarrollo.

Este es un mundo de recursos escasos que compiten entre sí con el proyecto más rentable. Si hubiera que elegir -siempre hay que elegir- entre asignarles recursos a algunos de los dos, debería optarse por aquel en que la competitividad sea más alta, que, en nuestro ejemplo, pareciera ser el maíz.

Venezuela se ha caracterizado por industrias intermedias y finales, es decir, basado en la agregación de valor de otros países -tomando como referencia el Pacto Industrial de la Zona Industrial II de Valencia- son industrias de ensamblado, intermedio y casi final; lo cual significa que estábamos dependiendo de manera importante de materia prima importada y de productos intermedios que veníamos a terminarlos en el país.

El único sector donde, internamente, se arranca de la materia prima propia y se agrega valor nacional hasta que se coloca en el mercado es el de las empresas básicas de Guayana, y también en el sector petroquímico. Siempre en la consciencia de que siempre habrá que incorporar insumos importados a lo largo de la cadena de valor.

Por otra parte, también están las industrias electro intensivas, la cuales se trasladaron hacia la zona de Guayana, creando un polo industrial basado en la energía hidroeléctrica. Eso significa que, para utilizar la electricidad como materia prima en la intensidad que hace falta en esas industrias, podían estar solo en esas zonas.

Las refinerías también son electro intensivas y están lejos de la provisión de energía hidráulica, siendo dependiente de la generación térmica. En ese sentido, en la energía necesaria para la producción petrolera, se dio un proceso de ciclo cerrado donde la misma energía primaria (gas asociado) que se sacaba de los pozos petroleros, era la que se utilizaba para alimentar el mismo pozo petrolero; también se hablaba del gas (gas seco, gas húmedo, gas condensado), el cual era utilizado para mover los generadores eléctricos que servían para la misma producción petrolera, es decir, la autogeneración –la industria petrolera se convirtió en un circuito cerrado en sí mismo, donde ellos mismos generaban la electricidad que allí se consumía para la refinación de petróleo-.

Por eso en paralelo, cuando se hablaba de la energía hidroeléctrica, se consideraba que había que medir la energía hidroeléctrica en términos de barriles de petróleo equivalentes, lo cual para la compañía Edelca –quienes eran encargados del proceso- significaba la cantidad de barriles de petróleo que no se utilizaban para generar energía y que, por consiguiente, se podían utilizar para exportar, y eso se lo atribuía como una especie de ingreso referencial a la industria hidroeléctrica.

Tanto la producción petrolera como las empresas básicas eran burbujas que estaban separadas del resto del parque industrial, el cual empezó a convertirse en un cliente más que competía por la energía de la misma fuente.

Cuando se produjeron los primeros colapsos de energía hidroeléctrica por problemas estacionales, empezamos a contrastarnos con un modelo de negocios energético que servía para la industria petrolera y para las industrias básicas, pero que no consideró al sector industrial donde, por una parte, hubiera sido importante aislarlo de la parte comercial y residencial; y por la otra, impulsar nueva generación térmica dedicada.

En vez de eso, se obligó a las empresas a la autogeneración que los llevó a comprar sus propios generadores y se creó una ley especial, donde los excedentes de generación que pudiera tener una industria, los tenía que “vender” al sistema interconectado. Esto último finalmente no ocurrió porque las empresas, al darle un plan especial, todas importaron un equipo, pero muy pocas llegaron a utilizarlo porque se siguió dependiendo del sistema interconectado que era el mas barato y confiable.

El sistema interconectado tenía la fortaleza y la vulnerabilidad de contar con un solo canal de transporte de energía; es decir, cuando cae el sistema interconectado, cae todo en cadena. No existe forma de que sobreviva alguno de los sectores críticos, por ejemplo, el sector industrial.

Hace falta generar una matriz energética, que no solo reconozca la geografía y los centros de carga, sino que, además, pueda especializarse por sectores, evitando los costos de transformación de un tipo de necesidad, como la residencial y la comercial, de otras como la petrolera, empresas básicas y sector industrial en general.

Si uno tuviera que pensar en un modelo industrial para Venezuela, debería tener dos vertientes: 1) la necesidad del mercado, de productos a los que se le agregue valor en el país, 2) la posibilidad de la ventaja comparativa, donde se tenga fortaleza en las materias primas sobre las cuales construir una oferta industrial.

La diferencia que debería haber con el pasado está reflejada en lo que era la industria automotriz en Venezuela, la cual llegó a tener de diez a doce mil trabajadores y cuyos vehículos (producidos localmente), no tenían la calidad de uno producido en el exterior y fuera hasta tres veces más costoso; todo por proteger diez mil empleos y por proteger una industria incipiente.

Ciertamente hay que proteger dicha industria para que se fortalezca, pero solo si en la proyección va a tener ventajas competitivas y podrá ser sustentable en el futuro. La industria automotriz en Venezuela se encontró con que no sería sustentable en el futuro por cuestiones de precios y de mercado, porque solamente abriendo la importación -con impuestos razonables y lineales-, ya perdía competitividad.

El mensaje más importante para la industria es que no debe volverse competitiva solo por tipo de cambio favorable, sino por productividad. Por ejemplo, la dolarización obligaría a ser realmente competitivo porque en términos de dólares se notaría, con toda claridad, que los precios son mucho más altos en Venezuela que en el exterior, y si la única moneda fuera el dólar, automáticamente se preferiría utilizar ese dólar para comprar lo barato y de mejor calidad afuera, que comprarlo adentro.

Ya no podemos seguir pensando en proteger la industria incipiente porque, en realidad, ya estamos en otra etapa y en otra época; eso era razonable cuando Latinoamérica estaba comenzando su proceso de industrialización. En estos momentos, intentar proteger una industria, por ejemplo automotriz, que es competitiva en Argentina o Brasil, sería ni siquiera figurar en el mercado.

El diseño de la industria debería ser, quizás, donde el país sea importador de productos terminados, y productor y exportador de productos intermedios. Por ejemplo, si nosotros nos especializáramos en puertas y alguna otra parte del vehículo y lo exportáramos, con el producto de esa exportación podríamos importar carros en precios más asequibles para el consumidor interno.

No podemos colocarnos en la liga de producir un carro completo, sino focalizarnos en segmentos específicos, donde tengamos competitividad y diferenciación competitiva para producir y exportar un producto intermedio que va a ser parte de un producto final que vamos a tener que importar.

Entonces, lo que debemos plantearnos es no pensar en el modelo burbuja que hemos venido trabajando en los últimos 70 años, sino trabajar en un esquema de segmentos especializados; es decir, que, si no tenemos la capacidad de producir un bien en su conjunto, sino sólo una parte cuya exportación nos genera los ingresos para importar el bien final que lo estará ensamblando otro país.

Cualquier otra manera de llevar la industria, en este caso automotriz, nos haría retroceder a los años setenta, tener que buscar proteger a la industria y hoy en día sólo se puede proteger a la industria que ya es competitiva, pero que podría perderla por aranceles o por política monetaria (tipo de cambio e inflación).

Por ejemplo, lo que hace Estados Unidos en protegerse… No es proteger a su industria para que crezca porque está bien desarrollada, sino proteger su industria vía aranceles para que otros países no le quiten la competitividad que ya tienen.

La desinversión industrial que está presentando Venezuela le da la oportunidad al país de volver a arrancar y hacerlo, no con la tecnología con la que salió y abandonó, sino con la que está en el mercado en ese momento.

Noticias destacadas

Lo que no fue noticia (y debería serlo)   

Mail: btripier@ntn-consultores.com   Instagram: @benjamintripier    Twitter: @btripier