OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Las comparaciones son buenas…

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Venezuela debería estudiar dos casos como referencia para pensar en un futuro proactivo y propositivo, y evitar estar como estamos desde hace muchos años, experimentando con experiencias de países fallidos, fracasando y poniéndonos a la defensiva, reaccionando siempre tarde y arrastrados por las circunstancias.

El primero de ellos es Bangladesh, país con 164,7 millones de habitantes que alcanzó salir de la pobreza: duplicó su renta per cápita desde la independencia, ascendió su esperanza de vida y disminuyó la tasa de mortalidad de lactantes. Con todo y que se trata de un buen ejemplo de la puesta en práctica de las finanzas inclusivas, aún no se ha deshecho completamente de la pobreza extrema. Sin embargo, Bangladesh es la prueba de que, aún en circunstancias que parecen las más críticas, hay maneras de avanzar si se aplican las estrategias correctas y se realiza la combinación adecuada de inversiones.

Este caso nos trae una de las experiencias más importantes y difundidas en el ámbito de las microfinanzas, replicada en unos 66 países: la política de microcréditos aplicada por el Banco Grameen –o Banco de los Pobres–, bajo la dirección del economista Muhammad Yunus, que otorgó préstamos a través de un sistema de confianza mutua y participación, descubriendo que prestar a la población con menos recursos de zonas rurales no resulta contraproducente sino, al contrario, son los clientes más confiables. La devolución de los préstamos, con un valor promedio de 160 dólares, superó el 95%.

El segundo a evaluar es Noruega, un país con solo cinco millones de habitantes que ha recibido reconocimiento internacional por el modelo que estableció para administrar el negocio del gas y el petróleo. En apenas cuatro décadas pasó de poseer poca experiencia en el sector y casi inexistentes reservas petroleras, a convertirse en uno de los mayores exportadores de estas dos materias primas; capaz de explorar, extraer y entregar a los clientes su producto al menor costo y con los más altos niveles de productividad posibles.

Así, los políticos se enfocaron en la creación de un sistema en el que esos beneficios económicos generados fueran transferidos a la sociedad y al desarrollo de una industria diversificada, al tiempo en que se ahorraban cuantiosos recursos para las futuras generaciones. Todo de forma sustentable y compatible con el medio ambiente.

Contrario a lo que hizo Venezuela –en contraste con la tendencia de 1960 cuando los países de la OPEP nacionalizaron su industria petrolera y excluyeron a las extranjeras– Noruega adoptó una estrategia centrada en atraer a las multinacionales, pero con ciertas restricciones impuestas por sus marcos legislativos. Pero, ¿cómo lo hizo? ¿Cómo involucró al ciudadano? ¿Cómo evitó que la renta petrolera transformara y distorsionara el país? En realidad, este caso es lo más parecido a lo que Venezuela debió haber hecho y no hizo.

Pero claro, la economía debe estar alineada con un modelo político que despierte confianza, y nos muestre un futuro con mejora en la calidad de vida. Hay que comenzar por ahí… de otra manera, así intentemos copiar al modelo chino, sin confianza y con incertidumbre en el futuro, será muy difícil aprovechar las experiencias de otros.

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