OPINIÓN

Vitrina Venezuela: La competitividad es un concepto de largo plazo

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Si bien la competitividad se refleja en los resultados, se genera en la estrategia de negocios. Una empresa puede ser considerada competitiva si es líder del mercado en cuanto a costos bajos, está focalizada en nichos de mercado de alto valor agregado; cuenta con ventajas sostenibles y logra capitalizarlas para ampliar su nicho de mercado y aumentar su rentabilidad en el largo plazo.

Si se armonizan los esfuerzos entre la comunidad, el sector privado y el gobierno, entonces dejará de ser un concepto abstracto para convertirse en una meta compartida cuyo propósito principal sea mejorar la calidad de vida de la gente en términos concretos: más dinero y mejores servicios.

Competitividad podría definirse como el conjunto de condiciones de comercio que generan muy altas rentabilidades a las empresas involucradas y que a la vez significan mejoras substanciales en los ingresos y en la calidad de vida de los trabajadores del área de influencia; lo cual deberá reflejarse su vez, en un crecimiento económico sostenido a largo plazo, tanto para las empresas u organizaciones involucradas, como para el área político/geográfica en que se desenvuelve.

Por definición, competitividad está más asociada a resultados sostenidos en el tiempo, y a manera de utilizar los recursos, que a la propiedad de los recursos en sí mismos.

El mundo ya no admite que una organización sea competitiva solo en su territorio; de hecho, la palabra competitividad ha ido adquiriendo el tamaño de sus implicaciones.

La globalidad (no teórica sino real y en la puerta de cada uno de nosotros) ha llevado a que competitividad signifique, al menos, regional. Y pronto sólo será admisible ser global. La brecha entre la macroeconomía y la pobreza microeconómica, podría explicarse como la no aplicación adecuada de los recursos públicos a la creación de la infraestructura para el desenvolvimiento de la actividad privada.

Continúa viva la competencia estéril de sector público versus sector privado, promovida en Venezuela por la distorsión de un estado empresario que aún no ha decidido dejar de serlo. Pero que dejará de serlo porque a este paso no tiene cómo sostener las pérdidas de esas empresas.

Entonces caben las preguntas: ¿puede una empresa ser competitiva en un país que no tiene condiciones competitivas? ¿Quiénes compiten entre sí, los países o las empresas? ¿Cómo se desplazan las fuerzas que mueven la competitividad: ¿desde el país como un todo hacia las empresas, o es al revés, y las empresas competitivas son las que conforman un país competitivo?

Posiblemente las respuestas estén en la clarificación de los roles de los tres actores fundamentales: el gobierno, como facilitador y habilitador de condiciones favorables para la competitividad; las empresas y organizaciones privadas, a nivel de país, región o local, como generadoras de actividades de alto valor agregado; todos ellos apoyados por la gente de esa empresa, país o región, como actores esenciales para sostener una cultura de competitividad.

El rol del gobierno es fundamental como generador/catalizador de las reglas de juego y proveedor de la infraestructura de servicios.

Dentro de este contexto, la estrategia tributaria juega un rol importante, direccionando la inversión y el comercio, por un lado, y proveyendo la base de financiamiento a la infraestructura, por el otro.

El direccionamiento puede verse cuando hay incentivos fiscales para promover la investigación y desarrollo, para invertir a largo plazo, o para promover el lanzamiento de nuevas empresas en áreas de interés.

No en la promoción de incentivos fiscales que sólo premien la localización geográfica. El gobierno debe crear el marco de condiciones económicas que enlacen formalmente los logros macroeconómicos con impactos concretos en la competitividad; debe promover el ahorro individual para crear una plataforma de financiamiento sólida; debe mantener un tipo de cambio que favorezca las condiciones únicas que le permiten al país, y a las empresas de ese país, relacionarse con el resto del mundo; debe armonizar las relaciones con los gobiernos descentralizados; y por supuesto, acabar con la inflación como consecuencia natural de lo que podría llamarse Estrategia Nacional para la Competitividad.

Además, la participación del Estado/Gobierno es importante en la promoción de un marco regulatorio que: armonice el mercado laboral adaptándolo a las circunstancias del mundo y del país (un paso más  fuerte que la actual modificación de la ley); promueva el marco adecuado para el desarrollo de los fondos de pensiones, los cuales en conjunto con el ahorro individual sirven para garantizar una plataforma financiera de largo plazo; apoye la protección de la propiedad intelectual, la cual es la riqueza del futuro (y ya se ve que del presente también), y que tendrá mayor trascendencia que la propiedad física en sí misma.

No se puede perder de vista la responsabilidad del Gobierno/Estado en proveer las bases para una educación que amarre las necesidades colectivas con la estrategia educativa; para la educación, formación, entrenamiento y reentrenamiento de las recursos actuales y potenciales del país.

Y en ese mismo sentido, que desarrolle un sistema de seguridad social no solo orientado a la protección financiera, sino también cubriendo la salud, el esparcimiento y el apoyo al niño y al anciano. Con el ambiente adecuado, la base del éxito está en las iniciativas privadas, ya sea que persigan fines de lucro o no: la empresa.

La diferencia principal entre lo público y lo privado está posiblemente en que lo privado tiene “dolientes” directos y voluntarios.

Lo privado no garantiza éxito (versus lo público), pero da mayores garantías de cuidado, continuidad y conciencia de calidad. El éxito de una organización competitiva está en el manejo de la diversidad; esto es la integración sinérgica de las diferencias personales en el tiempo, que permitan mantener la estabilidad de la organización, y una orientación cierta hacia la evolución.

El verdadero valor de una empresa está en aquel conjunto único de habilidades, que no se pueden comprar, y que la diferencian de sus competidores. La consigna es: si cualquiera puede comprarlo, entonces no es competitivo.

Una vez más, competitividad es un concepto de largo plazo.

Las empresas deben estar preparadas para trabajar en forma cooperativa con el entorno en el cual operan. Deben agregar valor genuino, y concentrarse en sus conceptos estratégicos; el resto deben darlo en outsourcing.

De hecho, el éxito de una empresa global está en la integración con la comunidad local, dándole valor con su presencia y beneficiándose del aprendizaje. Las empresas competitivas obtienen precios premium y sostienen grandes márgenes de beneficio, lo cual les permite una calidad que no las obliga a tener que competir en costos o en otra manera que pueda afectar la excelencia del producto o servicio.

Tienen una orientación fuerte hacia la gente y se benefician de lealtades que no son pensables en empresas no competitivas. La gente tiene varios roles que jugar en el ambiente de la competitividad.   El rol de empresario, gobernante, ejecutivo y empleado, cliente y ciudadano. Tiene el poder de hacer que las cosas pasen; poder que no tienen ni la tecnología, ni los procesos.

Es la gente con actitud competitiva la que puede sacar a la superficie las fuerzas necesarias para procurar el nivel de bienestar social, educación y desarrollo que la satisfaga; esto es la comunidad, la cual debe estar satisfecha con el contexto en el que vive. En la empresa competitiva la gente debe tener las habilidades necesarias para su trabajo, flexibilidad para vivir en un entorno cambiante, y muy alta motivación para influir en ese entorno.

La gente es el destinatario final de la competitividad, pero no en forma pasiva o reactiva, sino asumiendo un papel que le dé forma a la empresa, y se provea del tipo de gobierno necesario para su futuro y bienestar. Nadie más que la gente es la responsable por el gobierno que tiene y por las empresas que tiene.

Lo importante es que se entienda que sólo objetivos compartidos (ni tripartitos, ni tetrapartitos) son los que lograrán la transformación del país. Y esto debe ser tangible para el ciudadano: los negocios deben crecer y ser exitosos, la gente debe consumir artículos no necesarios en un ambiente de salud y seguridad, no debe haber inflación, y debe dar lo mismo hablar de bolívares o de dólares.

Recién entonces seremos realmente competitivos.

Downstructuring y «Desorganizaciones»

Es un nuevo concepto que puede definirse como el arte de eliminar sistemas y procedimientos, títulos de cargos, y procesos basados en papel.

Esto, orientado a que cada individuo libere todo su potencial y por supuesto dé más valor que nunca antes a su empleador.

Los proyectos de downsizing que cuentan con un liderazgo claro y cercano del máximo ejecutivo de la organización, el cual tiene la visión de dar el máximo de autonomía, se convierten en proyectos de downstructuring a través de la potenciación de los procesos de reestructuración.

Se pueden ver con mayor claridad en un ambiente de “desorganización” (como traducción del inglés unorganization), que se contrapone a las organizaciones tradicionales.

Las “desorganizaciones” son aquellas que mejor reflejan el comportamiento humano, y siguen los flujos naturales de energía; versus las organizaciones estructuradas que rompen el flujo armónico del comportamiento humano.

De allí que haya siempre una diferencia importante en el comportamiento del individuo cuando está en la empresa y cuando está en su casa.

Las desorganizaciones deben manejar lo que cada vez es más  evidente en las gerencias de los países avanzados: la mezcla de mayor libertad, con mayor diversidad y mayor inestabilidad. El éxito en los negocios consiste en darle contenido a las ideas creativas, basándose principalmente en conservar internamente, como un costo fijo, solo a aquel conjunto de habilidades insustituibles, y tener por fuera como outsourcing (costo variable) la operacionalización de esas ideas.

Estos conceptos, aunados a la evolución de tecnologías tales como internet, reducen las barreras a la entrada a las oportunidades de trabajo y negocios, y son como un gran disparador para la competitividad.

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