OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Innovación y cambio

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Sin creatividad ni enfoques de alto nivel, nuestra introducción a la competencia global será más lenta y dolorosa.  La solución no está en cambiar los procesos sino en cambiar nuestra actitud; pues la única forma de ganar en este ambiente novedoso al cual nos enfrentamos ahora con el caso Colombia, es romper radicalmente con la actitud que teníamos ante los negocios.  Ese es nuestro verdadero cambio, frente al estímulo de mercados más complejos.  Y recién entonces, puede ser necesario o no cambiar los procesos de negocio y la tecnología.

La época que están viviendo las empresas en el exterior, es totalmente novedosa para nosotros, como comunidad de negocios.  El concepto de cambio adquiere su máxima dimensión: se hacen necesario desde los pequeños ajustes para producir mejoras focalizadas, hasta los cambios radicales asociados a la innovación.

Hoy, toda empresa en la región está enfrentando procesos de cambio; ya sea que lo reconozca o no, eso está ocurriendo.  Y el hecho de ignorarlos, no sólo no los desaparece, sino que los hace más peligrosos, pues nos quita la posibilidad de gerenciarlos, de anticiparlos, y de lograr todo el beneficio que se deriva de situaciones de cambio.  Ignorarlos puede dar como resultado, además, que nos lleven por delante, y acaben con nuestro negocio.

En el caso de Venezuela, el cambio será inducido por presiones externas, tanto a las empresas en particular, como al país en general.  La diferencia entre el cambio inducido externamente y el autoinducido, es que este último requiere de generación de ideas propias y de pensamiento fresco, libre y no orientado a procesos.  No hay que olvidar que las verdaderas ventajas competitivas vendrán de la capacidad de innovación que tengamos, y de la creatividad asociada.

En general, en una primera etapa, el cambio se origina por presión externa; por presión del entorno de negocios en el cual el país y la región están inmersos; y del cual formamos parte como un engranaje pasivo/reactivo.

En una siguiente etapa (que está en nosotros lograr) debemos generar ideas que promuevan cambios diferenciadores que nos conviertan en engranajes proactivos capaces de inducir cambios a otros países y regiones.

En cuanto a las empresas, la asimilación del cambio debe provenir del modelo de negocios; y aún antes, debe provenir de la capacidad innovadora del empresario.  Es importante cómo el empresario «lee» el proceso de cambio; ya que, si la lectura se produce en forma tradicional, seguramente se conseguirá como resultado «más de lo mismo», lo cual significa que tendrá corto alcance y que al poco tiempo volverá a estar fuera de competencia.

No debe olvidarse que todo esto es causado por la competencia en sus diferentes manifestaciones: la posición competitiva, los segmentos de mercado, las preferencias de los consumidores y clientes, la anticipación de gustos y necesidades, y en definitiva por mantenerse al menos flotando como un corcho en un ambiente que cambia con gran frecuencia y con gran velocidad.

Por eso, cuanto más rígidas sean las estructuras actuales, tanto más difícil resultará la adaptación a cualquier nueva situación.  Y la rigidez más riesgosa no es la de las plantas físicas y la tecnología, pues siempre hay una opción para ellas: por el contrario, la más riesgosa es la rigidez mental, la que tiene demasiado estructurada la capacidad de innovar y de producir ideas novedosas: como país y como región necesitamos más pensamiento creativo no orientado a procesos.

Al cambio que enfrentamos, hay que entrarle por la puerta grande, que es la puerta de la innovación estratégica, y este es el momento de los empresarios que aplican el pensamiento libre, creativo y no estructurado.

En mi experiencia como consultor gerencial, estoy permanentemente expuesto a empresas que enfrentan procesos de cambio y que se dividen al menos en dos grupos:

Sin duda los cambios van a impactar positivamente al último grupo, mientras que el primero tendrá que pagar su aprendizaje: el cambio siempre afecta primero al modelo del negocio. En ese sentido, las soluciones más comunes que he tenido la oportunidad de observar, se relacionan con la reingeniería de procesos, como si fuera el factor desencadenante del cambio.

He visto bancos y empresas financieras que entraron en el cambio por la puerta de la reingeniería de procesos y se encontraron con que removieron las estructuras sin lograr objetivos mayores: no quedaron mejor posicionadas que antes, pues la gente quedó temerosa y no motivada, y su cartera de negocios tampoco varió sustancialmente (ni en perfil, ni en tamaño); o sea, no sacaron más y mejores productos al mercado, su velocidad y tiempo de respuesta no mejoró, y siguen enfrentando el mercado con las mismas herramientas que antes.  Entonces ¿dónde estuvo el cambio?

Recomiendo prepararse trabajando primero sobre el modelo de negocios; que es aquel que permite superar a la competencia, mejorar la posición competitiva, lograr y sostener el segmento de mercado, estar sistemáticamente dentro de las preferencias de los consumidores y clientes, y anticipar sus gustos y necesidades, además de contemplar al recurso humano de la empresa como el agente más importante del proceso de cambio, pues sin ellos nada de los otro se consigue.

Ya con el modelo de negocios definido, pareciera más «sencillo» identificar la tecnología que proveerá la información con la cual se gerenciará estratégicamente la empresa.  Esta información a su vez, deberá ayudar a identificar qué procesos y cuándo, deberán ser utilizados para sostener todo aquello por lo que se está cambiando.  Y si la reducción de personal luce como necesaria, entonces hay que hacerlo; pero no antes. Los procesos deberán ser muy flexibles como para adecuarse a modificaciones y cambios rápidos en la estructura del producto o servicio, según el segmento de mercado y la posición competitiva. Por otra parte, la tecnología de información debe ser como una red permanente que se adhiere al modelo de negocios, dándole información con la frecuencia, volumen y precisión que se requiera para tomar decisiones.

No se trata de cambiar por cambiar, ni cambiar para que todo quede igual. Si no se reconoce con claridad para qué se está cambiando, es posible que el resultado no sea el esperado. No hay que cambiar solo porque la ola de cambio lo lleva a uno. Hay que cambiar con propósitos bien claros, y sabiendo el alcance y el costo del cambio.

Y si bien es posible que en una primera etapa debamos aceptar el cambio inducido desde afuera, debemos empezar a trabajar para generar nuevas ideas que nos coloquen como país y como región, como una fuerza proactiva inductora de cambios al resto del mundo.

El experimento con Colombia es una oportunidad para prepararnos y que no nos pegue tan fuete, cuando nuestra economía finalmente se abra y debamos competir en mercados globales.

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