Los principales rubros en el mercado extranjero son aquellos que representarán la sobrevivencia y mantenimiento de un país. Además de convertirse en la imagen que se proyecta internacionalmente: de cara al exterior, “somos lo que exportamos”.
Agroalimentario: La mayoría de los países intenta autoabastecerse de alimentos frescos y de consumo diario tales como verduras, frutas, carne porcina, vacuna y hasta leche, que son productos que tienen proteínas, y que son fundamentales para los humanos.
Es un área donde su plataforma aún se apoya en mano de obra, en forma sencilla, excepto por las modalidades inducidas por la logística (refrigeración, envasado, distribución y transporte), que aún se mantiene en vigencia desde la antigüedad, siguiendo los ciclos de la naturaleza, pues su manejo se debe a microclimas que deben permanecer en equilibrio simultáneamente.
Esta producción es una ventaja comparativa para Venezuela por la cantidad de tierras que posee, pero no podrá convertirla en competitiva sin incorporarles las vitaminas, las vacunas, las semillas o los fertilizantes y pesticidas requeridos, entre otros elementos como la tecnología, que hacen a la competitividad.
Hay que evaluar, en esencia, qué es lo que se produce en términos de proteínas, pues son la plataforma de desarrollo; es como si fuera la electricidad pero de la mano de obra de los seres humanos. Las tres grandes plataformas son alimentos, electricidad y financiamiento.
Hay una diferencia entre la industria, que es lo más alejado de la naturaleza, y la agricultura, lo más cercano. Se podrían crear grandes cosas en invernaderos, pero el precio es muy alto. De igual modo, no sirven para grandes producciones y exige una dedicación especial en cada técnica.
El concepto “agroindustrial” lleva implícito el contrasentido de lo agrícola, dependiendo de ciclos naturales y lo industrial dependiendo de ciclos de negocios. Una política agrícola pudiera ser contradictoria con una política industrial, por lo que debe privilegiarse una sobre la otra, dependiendo de las ventajas y las diferenciaciones competitivas.
Pesca: En este caso, el problema es el combustible que se gasta al navegar. Actualmente, existe un tema ambiental, tanto para los residuos que deja la gasolina en las aguas, como la pesca de arrastre. En Venezuela, que es más de mar que de río, la pesca del atún es en el pacífico y el cardumen de sardinas -más grande del mundo, por cierto- se encuentra en nuestras costas y son dos rubros que se podrían exportar, considerando también el costo del combustible.
Las exportaciones de productos netamente locales como el pargo, el mero, el róbalo y el pez espada podrían darse en cantidades no industriales y teniendo en cuenta el presupuesto logístico. Es una gran diferenciación competitiva que habría que evaluar para saber dónde ingresar en la cadena de valor.
Cadena de valor: maíz versus atún: En el caso del maíz, se produce más que todo para el consumo animal, pero podría mejorarse su producción para alcanzar los niveles de albúminas requeridos. En Venezuela, se produce en zonas donde los nutrientes en la tierra están a una profundidad de 15 a 20 centímetros, donde la semilla se ahoga; por lo que necesitan semillas especiales, importadas y encapsuladas. El reto sería producir la semilla y arrancar con convenios con empresas multinacionales para hacerlo desde la etapa de ingeniería genética.
En caso del atún enlatado, cuyos insumos son la lata nacional y un pescado del pacífico, no admite una inversión que haga que el atún se consiga en el Caribe, por lo que es una industria sin grandes oportunidades de desarrollo. Este es un mundo de recursos escasos que compiten entre sí con el proyecto más rentable. Si hubiera que elegir –siempre hay que elegir- entre asignarles recursos a algunos de los dos, debería optarse por aquel en que la competitividad sea más alta, que, en nuestro ejemplo, pareciera ser el maíz.
Industrias: Venezuela se ha caracterizado por industrias intermedias y finales, es decir, basado en la agregación de valor de otros países – tomando como referencia el Pacto Industrial de la Zona Industrial II de Valencia – son industrias de ensamblado, intermedio y casi final, eso significa que estábamos dependiendo de manera importante de materia prima importada y de productos intermedios que veníamos a terminarlos en el país.
El único sector donde, internamente, se arranca de la materia prima propia y se agrega valor nacional hasta que se coloca en el mercado es el de las empresas básicas de Guayana, y también en el sector petroquímico. Aunque, claro, siempre con algún nivel de dependencia externa.
Por otra parte, también están las industrias electro intensivas, la cuales se trasladaron hacia la zona de Guayana, creando un polo industrial basado en la energía hidroeléctrica. Eso significa que, para utilizar la electricidad como materia prima en la intensidad que hace falta en esas industrias, podían estar solo en esas zonas.
Las refinerías también son electro intensivas y están lejos de la provisión de energía hidráulica, siendo dependientes de la generación térmica. En ese sentido, en la energía necesaria para la producción petrolera, se dio un proceso de ciclo cerrado donde la misma energía primaria (gas asociado) que se sacaba de los pozos petroleros, era la que se utilizaba para alimentar el mismo pozo petrolero.
También se hablaba del gas (gas seco, gas húmedo, gas condensado), el cual era utilizado para mover los generadores eléctricos que servían para la misma producción petrolera; es decir, la autogeneración –la industria petrolera se convirtió en un circuito cerrado en sí mismo, donde ellos mismos generaban la electricidad que allí se consumía para la refinación de petróleo-.
Por eso en paralelo, cuando se hablaba de la energía hidroeléctrica, se consideraba que había que medir la energía hidroeléctrica en términos de barriles de petróleo equivalentes, lo cual significaba la cantidad de barriles de petróleo que no se utilizaban para generar energía y que, por consiguiente, se podían utilizar para exportar; y eso se lo atribuía como una especie de ingreso referencial a la industria hidroeléctrica.
Tanto la producción petrolera como las empresas básicas eran burbujas que estaban separadas del resto del parque industrial, el cual empezó a convertirse en un cliente más que competía por la energía de la misma fuente. Cuando se produjeron los primeros colapsos de energía hidroeléctrica por problemas estacionales, empezamos a contrastarnos con un modelo de negocios energético que servía para la industria petrolera y para las industrias básicas, pero que no consideró al sector industrial donde, por una parte, hubiera sido importante aislarlo de la parte comercial y residencial; y por la otra, impulsar nueva generación térmica dedicada.
En vez de eso, se obligó a las empresas a la autogeneración que los llevó a comprar sus propios generadores y se creó una ley especial, donde los excedentes de generación que pudiera tener una industria, los tenía que “vender” al sistema interconectado. Esto último finalmente no ocurrió porque las empresas, al darle un plan especial, todas importaron un equipo, pero muy pocas llegaron a utilizarlo porque se siguió dependiendo del sistema interconectado.
El sistema interconectado tenía la fortaleza y la vulnerabilidad de contar con un solo canal de transporte de energía, es decir, cuando cae el sistema interconectado, cae todo en cadena. No existe forma de que sobreviva alguno de los sectores críticos, por ejemplo, el sector industrial.
Hace falta generar una matriz energética, que no solo reconozca la geografía y los centros de carga, sino que, además, pueda especializarse por sectores, evitando los costos de transformación de un tipo de necesidad, como la residencial y la comercial, de otras como la petrolera, empresas básicas y sector industrial en general.
Si uno tuviera que pensar en un modelo industrial para Venezuela, debería tener dos vertientes: 1) la necesidad del mercado, de productos a los que se le agregue valor en el país, 2) la posibilidad de la ventaja comparativa, donde se tenga fortaleza en las materias primas sobre las cuales construir una oferta industrial.
La diferencia que debería haber con el pasado está reflejada en lo que era la industria automotriz en Venezuela, la cual llegó a tener de diez a doce mil trabajadores y cuyos vehículos (producidos localmente), no tenían la calidad de uno producido en el exterior y fuera hasta tres veces más costoso; todo por proteger diez mil empleos y por proteger una industria incipiente.
Ciertamente hay que proteger dicha industria para que se fortalezca, pero solo si en la proyección va a tener ventajas competitivas y podrá ser sustentable en el futuro. La industria automotriz en Venezuela se encontró con que no sería sustentable en el futuro por cuestiones de precios y de mercado, porque solamente abriendo la importación –con impuestos razonables y lineales-, ya perdía competitividad.
El mensaje más importante para la industria es que no debe volverse competitiva solo por tipo de cambio favorable, sino por productividad. Por ejemplo, la dolarización obligaría a ser realmente competitivo porque en términos de dólares se notaría, con toda claridad, que los precios son mucho más altos en Venezuela que en el exterior, y si la única moneda fuera el dólar, automáticamente se preferiría utilizar ese dólar para comprar lo barato y de mejor calidad afuera, que comprarlo adentro.
Ya no podemos seguir pensando en proteger la industria incipiente porque, en realidad, ya estamos en otra etapa y en otra época; eso era razonable cuando Latinoamérica estaba comenzando su proceso de industrialización. En estos momentos, intentar proteger una industria que es competitiva en Argentina o Brasil, sería ni siquiera figurar en el mercado.
El diseño de la industria debería ser, quizás, donde el país sea importador de productos terminados, y productor y exportador de productos intermedios. Por ejemplo, si nosotros nos especializáramos en puertas y alguna otra parte del vehículo y lo exportáramos, con el producto de esa exportación podríamos importar carros en precios más asequibles para el consumidor interno.
No podemos colocarnos en la liga de producir un carro completo, sino focalizarnos en segmentos específicos, donde tengamos competitividad y diferenciación competitiva para producir y exportar un producto intermedio que va a ser parte de un producto final que vamos a tener que importar.
Entonces, lo que debemos plantearnos es no pensar en el modelo burbuja que hemos venido trabajando en los últimos 70 años, sino trabajar en un esquema de segmentos especializados, es decir, que, si no tenemos la capacidad de producir un bien en su conjunto, sino sólo una parte cuya exportación nos genera los ingresos para importar el bien final que lo estará ensamblando otro país.
Cualquier otra manera de llevar la industria, en este caso automotriz, nos haría retroceder a los años 70, tener que buscar proteger a la industria y hoy en día sólo se puede proteger a la industria que ya es competitiva, pero que podría perderla por aranceles o por política monetaria (tipo de cambio e inflación). Por ejemplo, lo que hace Estados Unidos en protegerse… No es proteger a su industria para que crezca porque está bien desarrollada, sino proteger su industria vía aranceles para que otros países no le quiten competitividad.
La desinversión industrial que está presentando Venezuela le da la oportunidad al país de volver a arrancar caso desde cero, y hacerlo, no con la tecnología con la que salió y abandonó, sino con la que está en el mercado en ese momento.
Noticias destacadas
- La Ceiba: Se realizará otra reunión técnica entre la CNdP y el CNE. Hasta ahora, la comisión ha tenido un desempeño positivo. Que siga siendo así.
- Tal Cual. Cabello: Si la oposición se niega a recibir apoyo del CNE, las primarias no van.
- Dataviva: Más de 88% de los venezolanos respalda la reclamación del Esequibo (¿Y el resto? ¿Por qué no lo respalda? Es una causa nacional).
- El Pitazo. Jubilados en huelga de hambre: Pdvsa dijo que no tiene dinero para honrar pagos (una vergüenza…).
- Bloomberg Línea: El IGTF para pagos en dólares no dejará de estar presente en Venezuela para el 2024.
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- El Mundo. Argentina. Viaje al corazón de los votantes de Milei: “Estamos hartos de empobrecer. Queremos un cambio radical”.
Lo que no fue noticia (y debería serlo)
- Que la primera pulseada fuerte entre oposición y gobierno tiene que ver con la fecha. Si se mantiene el 22 de octubre, con o sin CNE, entonces gana la oposición. Si, por el contrario, cambian la fecha, entonces gana el gobierno.
- O que, la turbulencia política ya comenzó y corremos dos tipos de riesgos, ambos muy peligrosos. La “malvinización” del conflicto con Guyana, y la “nicaraguización” del conflicto político interno. Ambos, en conjunto o por separado, podrían significar un cambio de etapa de la revolución, donde pudiéramos perder los últimos vestigios de democracia. Hay que hacer un llamado al patriotismo de todas las partes para evitar esos escenarios probables … y posibles.
- Ni que cada vez que se pone sobre la mesa el tema de la deuda externa, lo primero que se me ocurre es el debt for equity como una manera concreta de restaurar la credibilidad, y de mejorarle la vida a los venezolanos pasando a gestión privada las empresas en manos del estado. Claro… mientras tengamos sanciones, dependeremos de la conformidad de la OFAC, tal como está ocurriendo con el negocio petrolero.
- Tampoco que el IGTF llegó para quedarse como fuente sólida de recaudación. Pero no cumplió su objetivo político que era frenar la participación del dólar en la economía. Cada vez hay menos transacciones en bolívares, y más en dólares.
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