OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Hablemos de negociación

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

En este tiempo en el cual el conflicto es evidente entre diferentes sectores de la sociedad venezolana, es importante pasearse por un marco referencial que minimice la improvisación y optimice los resultados en el tiempo.

Defino negociación al proceso por el cual se aproximan expectativas y conocimientos de partes en conflicto/disputa, hasta alcanzar una zona de acuerdo, con la cual ambas se sientan comprometidas. Nace de las ciencias gerenciales y como parte del manejo diario interno de una organización, en la cual grupos en conflicto se enfrentan continuamente, dándole una dinámica creativa y positiva.

El conflicto ocurre cuando la gente difiere en sus percepciones, creencias y objetivos. Si bien se percibe como algo negativo, en realidad es la manera en que las sociedades y las organizaciones evolucionan. Podríamos clasificar cuatro maneras de aproximarse a la solución de conflictos:

Los niveles de estrés causados por el conflicto se canalizan a través de la negociación. Conflicto/disputa es inseparable de negociación; para que haya una debe existir la otra.

Si bien hay diferentes modelos de negociación, cada caso debe ser tratado como especial, por aquello de combinación única de sujeto de negociación, características de los negociadores y del ambiente. Por eso, los diferentes modelos deben ser utilizados solo como benchmarks que optimicen el proceso.

No hay que perder de vista la multiplicidad de dimensiones (ideas, valores, dogmas, credos, intereses, personalidades) que coexisten y que deben ser resueltas de una manera satisfactoria.

Las técnicas de negociación deberían permitir segmentar los diferentes problemas, crear un ámbito de negociación adecuado, definir roles y asignarles responsabilidades; esto más allá de los canales institucionales que puedan existir.

Creo que como sociedad debemos tomar el camino de la aproximación de posiciones, con mucha capacidad de renuncia y teniendo en cuenta los altos intereses de la Nación.

En este tiempo venezolano, el diálogo se ha demonizado por la falta de resultados que lleva implícita su propia definición: solo hablar, sin esperar resultados. Está claro que tenemos un conflicto, pero no está tan claro cuáles son los elementos que lo componen, las partes que lo representan, ni qué es lo que se espera como resultado final; tampoco qué espera cada una de la otra.

Si lo que quiere la una es la desaparición de la otra, entonces, ni diálogo ni negociación son las opciones a explorar. A simple vista, nos encontramos con que son partes asimétricamente desiguales, y una de ellas tiene un poder tan grande, que pareciera no necesitar nada de la otra…y la otra tiene muy baja credibilidad en las bases que debiera representar.

Habría que comenzar segmentando los diferentes elementos o problemas, creando un ámbito de negociación adecuado, definir roles y asignarles responsabilidades; esto más allá de los canales institucionales que puedan existir.

Hay un espacio para alguna ONG con credibilidad, que comience a armar el rompecabezas y componer un escenario que no sea más de lo mismo. Y hoy no está claro, a que podría parecerse el resultado.

Lo que pasó esta semana en Barbados no se adhiere a ninguna de las definiciones, porque una de las partes, el gobierno, tiene la capacidad de otorgar, mientras que la otra, la oposición, solo puede poner sobre la mesa lo que el gobierno de EEUU pueda otorgar.

Porque está claro que los resultados, beneficiosos para el gobierno y para la oposición son los resultantes de una pulseada entre las dos partes; el gobierno de EEUU y “Maduro”, porque en ningún documento oficial de EEUU se le reconoce cargo ni representatividad.

Y, a partir de las cero horas del 18 de octubre, va a haber un monitoreo diario de lo que hacen o dicen en Venezuela, y, si alguna de las partes no cumple con algo, pues la otra simplemente se retirará y volveremos a la situación del 17 de octubre.

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