OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Hablemos de corrupción

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Hay que tener en cuenta que, para mucha gente, hay corrupción solo cuando se trata de grandes negociados, asociados a mucho dinero; esa mucha gente, no está al tanto de comprender que también las pequeñas fallas son parte de la corrupción.

Hay gente que se ha acostumbrado a un ingreso extra proveniente de actos de corrupción; y de alguna manera se autojustifican, pues a quien paga se le aceleran los trámites, no en forma fraudulenta necesariamente, sino simplemente pagan/cobran por acelerar procesos que al ser burocráticos y pesados impactan con efecto dominó sobre el resto de la cadena asociada a un trámite.

Pero claro, ambos, el que promueve un hecho fraudulento, y el que acelera un trámite legal, son corruptos. Especialmente en el último caso, cuando la única manera de obtener resultados es pagando, la corrupción está asociada a la obsolescencia del aparato estatal y a la necesidad de modificar las normas y procedimientos, para que no haya necesidad de corrupción. Suena fácil y posible.

El territorio donde se desenvuelve la corrupción (por definición) es el de la administración pública. Los actores son un funcionario, que obtiene beneficio por parte de un particular, el cual lo hace para lograr algo, siempre violando alguna regla, sea esta de sentido común o no.

A estos efectos, defino como que hay corrupción en la administración pública, cuando, en el curso normal de las operaciones del estado, se lesionan o sacrifican sus intereses a favor o beneficio de particulares.

En Latinoamérica, a corto plazo, la corrupción solo puede ser minimizada, pues su erradicación es de alguna manera un lujo al que nos costará llegar por el perfil de sociedad que somos; hay mucho de cultura asociada a la “viveza criolla”, que actúa como un factor inhibiente de los cambios necesarios para eliminar la corrupción.

Cualquier gobierno que se proponga atacar la corrupción, debe reconocer que ésta es un efecto y no una causa; lo cual significa que atacarla directamente y perseguir corruptos, podrá dar réditos políticos y hacer ruido de vez en cuando, pero no logrará efectos verdaderos. O sea que la “caza de brujas”, hace perder tiempo y dinero y muy pocas veces da resultados.

Porque cuando se trata de “cazar”, se trata de hechos que ya sucedieron; o lo que es lo mismo, el patrimonio ya se lesionó, y se trata de recuperar algo (lo cual pocas veces se logra), contando para eso con un marco legislativo enmarañado y con muy pocas pruebas válidas. En vez de mirar solo hacia atrás buscando chivos expiatorios, hay que poner el énfasis en mirar hacia delante, tratando de evitar que se repitan; esto es, creando las condiciones para que no haya corrupción.

Para atacar las causas de la corrupción, hay que tomar un conjunto de medidas en diferentes frentes, las cuales van a dar como resultado la disminución de las oportunidades de corrupción.

No olvidar que cuando solo unos pocos conocen o tienen posibilidad de tomar decisiones gerenciales o de inversión que afectan a todos, y cuando no hay protección en contra de la información privilegiada, las filtraciones son también actos de corrupción.

Achicar el Estado significa reorganizarlo; no puede ser lo mismo que ahora, pero con menos gente. Deben cambiar procesos, y debe orientarse a asignar responsabilidades directas a los niveles intervinientes; posiblemente con indicadores extralegales de gestión, gerencialmente exigibles.

Creo que si simplemente se optara por considerar que el ciudadano es honesto (sin que tenga que probarlo), entonces muchos trámites se facilitarían. Además de contribuir con una campaña (muy necesaria) para fortalecer la autoestima del ciudadano.

El control interno, delegado en manos de quienes ejercen la administración activa, y en combinación con las auditorías internas y la Superintendencia de Control Interno, es el que puede crear más rápida y directamente las condiciones para que no haya desvíos. El componente de control de gestión basado en la filosofía del Modelo de Empuje debe generar la actitud y los procedimientos concretos para que caso a caso la administración pública se transforme.

Achicar el aparato estatal, además de tener un impacto positivo sobre el déficit fiscal, elimina gran parte del territorio de la corrupción.

Una de las fuentes posibles de financiamiento de los gastos verdaderamente necesarios (salud, educación y justicia) está en llevar a cabo ajustes como los propuestos.

Estoy seguro de que las propuestas anteriores, sin ser todas las posibles, son logrables, más que nada porque son gerencialmente necesarias, y porque es la única manera de comenzar a crecer, en vez de perder el tiempo en diatribas mezquinas y autodestructivas. Si bien es cierto que tenemos un déficit importante en la formación de recursos humanos, también es cierto que aún estamos a tiempo de remediarlo y enrumbarnos en el camino correcto.

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