OPINIÓN

Vitrina Venezuela: El ambiente como factor crítico de sustentabilidad

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

El ambiente debe convertirse en un tema prioritario en el proceso de toma de decisiones de un país, y aguas abajo de toda empresa u organización pública o privada. La manera reactiva como se utilizó en el pasado, de esperar a que se presenten los problemas, para recién volverse “ambientalista”, ya no tiene vigencia. Se ha demostrado en todo el mundo que anticipar los eventos ambientales es una ventaja competitiva y representa oportunidades de negocio.

Debemos generar las condiciones propicias para beneficiarnos de los acuerdos ambientales –como el Protocolo de Kioto- y dar ventajas tangibles a quienes se preocupan por el entorno y lo reflejan en sus políticas públicas, en su gobierno y prácticas de negocio de las empresas.

La diferencia entre la contaminación de una empresa y la contaminación por el comportamiento de las personas, es que las primeras contaminan por diseño (el cual podría rediseñarse con criterios ambientales), y las otras por falta de conciencia, la cual podría crearse y mejorar.

Los resultados ambientales a nivel de un país están asociados al comportamiento de sus actores personales e institucionales que son los sujetos de las políticas públicas y, al mismo tiempo, quienes las llevan a cabo. Las empresas, por ejemplo, están descubriendo que actuar antes de que ocurran los problemas ambientales mejora la competitividad y reduce los costos.

Los patrones y prácticas de negocio que se llevan a cabo en la actualidad, sin tomar en cuenta el ambiente, no son sostenibles en el tiempo y la supervivencia de una empresa a mediano plazo, en ese contexto, está estrechamente asociada con estrategias y prácticas de negocio con conciencia ambiental.

El concepto de sustentabilidad tiene que ver con la preservación y administración de los recursos actuales, para que puedan ser aprovechados por las próximas generaciones. La sustentabilidad se apoya en tres elementos, el económico, el ambiental y el social; manteniendo los tres en armonía y sin que ninguno de ellos prevalezca sobre los otros dos.

Priorizar el agua dulce y suministrarla a todos los niveles

Entre los recursos críticos de supervivencia de nuestra especie humana, se encuentra el agua, que compone el 75% de nuestro cuerpo y es tan importante como el aire. Y no se trata del agua de mar, sino de los ojos o bolsones de agua dulce que, para nosotros, sirve para reciclar nuestro 75% y también para alimentarnos.

Son cada vez menos en el mundo y tienen que ser preservados. Hay gente que compara erróneamente el petróleo con el agua, con el criterio que el petróleo es un recurso crítico por el que todos pelean y que el agua dulce seguiría su mismo camino. El error conceptual de esa apreciación está en que el petróleo dejará de ser útil mucho tiempo antes de acabarse, lo cual, y por consecuencia, probablemente nunca ocurra. Por el contrario, el agua dulce nunca dejará de ser necesaria y sí podría escasear antes, por lo cual no solo debe ser preservada, sino que en paralelo se deben buscar soluciones tecnológicas, tanto para la potabilización del agua salada, como para la construcción molecular de las dos partículas de hidrógeno combinadas con una de oxígeno, a partir de elementos diferentes.

En el caso de Venezuela, contamos con recursos de agua dulce muy importantes sin que eso signifique que podemos controlarlos, porque la cabecera de nuestros ríos más importantes está fuera de nuestro país. Por lo cual, es importante la convivencia pacífica y armónica con las naciones hermanas Brasil y Colombia.

Hay que poner especial atención sobre el río Guaire, no solo porque cruza de oeste a este el valle de Caracas -la ciudad más importante y poblada del país- sino por lo que puede significar como ejemplo de manejo y políticas ambientales. La promesa de limpiarlo debería ser retomada por cualquier Gobierno que tenga un horizonte sustentable de gobernabilidad de, por lo menos, 15 años donde el horizonte hoy, es de seis meses renovables por otros seis meses y así sucesivamente, como viene ocurriendo desde hace varios años.

Habría que crear una autoridad única del río, y hacer lo mismo para cada río importante de Venezuela como Apure, Orinoco y Caroní, con autonomía para buscar recursos y con auditoría técnica y financiera internacional.

La limpieza del Guaire debe iniciarse en su cabecera, en las confluencias del río San Pedro y el río Macarao, en Las Adjuntas, y continuar aguas abajo saneando el ingreso de cada afluente aguas arriba hasta saturar cada uno de ellos en su cabecera (el esquema gráfico sería la espina de pescado, donde la espina principal es el río y las otras espinas importantes son los afluentes).

De forma tal que al llegar el río a Caracas, ya llegue transparente. Allí si habría que pensar en una política de limpieza y mantenimiento, a partir de la motivación de tener un río que se integre a la vida de la ciudad. Ya no solo como una división norte-sur, sino como un factor de unión que pueda incorporarse al parque proyectado en los terrenos de La Carlota. Hay que considerar algunos benchmarks tales como el río Támesis de Londres, el río Han de Seúl y el río Manzanares en Madrid.

La política ambiental debe contar con tres fases: la planificación, la ejecución y el mantenimiento. Las dos primeras son de política pública y dependen de decisiones ejecutivas, mientras que la tercera requiere incorporar a las comunidades de personas y de empresas. Para esta última hay que crear un marco jurídico motivador y sancionatorio, con el fuero penal ambiental y que incorpore a las leyes ambientales la posibilidad real de perder la libertad –ir preso– por contaminar.

Como decíamos anteriormente, los repositorios de agua dulce no son tantos en la tierra, y los de Venezuela deberían ser intervenidos vía lagos artificiales que cumplan la función de generación de energía hidroeléctrica, para lo cual las mencionadas autoridades de río se asegurarían el manejo de los caudales y la estacionalidad; y mantendrían la calidad de esa agua trabajando sobre las napas subterráneas asociadas. Para eso, debe realizarse una identificación de los repositorios y generar formalmente el concepto de cuenca.

Cabe la reflexión, reiterativa en este libro, de que el Estado no es solo un mal empresario (por definición), sino que su límite debe ser la capacidad de ejecutar la política que él mismo generó.

El sector privado no siempre significa perseguir fines de lucro, lo cual tampoco significa que tenga fines de pérdida. Por lo anterior, proponemos que la autoridad única, o los administradores de las cuencas y de los ríos, sean ONG con perfil de Organizaciones de Desarrollo Social (ODS), con especialización en las materias asociadas y muy vinculadas a los ecosistemas de los que se trate en cada caso.

Las plantas de potabilización son un elemento crítico en la cadena porque transforman el agua dulce en agua tomable por el hombre, que es agua potable. El sistema que se inicia con los espejos de agua (la mariposa y el lagartijo en Caracas) requiere de los mantenimientos de cuencas mencionados, pero también de los sistemas de bombeo y almacenamiento que terminan en las plantas de potabilización y posterior distribución industrial y residencial.

La gerencia y administración desde el espejo de agua hacia su uso final son emprendimientos empresariales con claros e irremplazables fines de lucro, los cuales se satisfarán a través de sistemas de tarifas que son los que -como en el caso de la electricidad- pueden financiar las inversiones de capital requeridas.

Cabe mencionar que uno de los insumos más importantes en la cadena de valor desde la toma, transporte, potabilización y distribución, con última milla incluida, es la electricidad. Es un negocio electro intensivo.

El punto es combinar los subsidios con el valor real del agua. Cuando nos referimos a empresa privada queremos decir que alguien tendrá que pagar, y que cuando éste sea el caso, el Estado pague solo para las poblaciones vulnerables, mientras que el resto pague según su categoría (residencial, comercial e industrial) y su consumo.

Lo que está ocurriendo en Venezuela es que todos pagan bajísimas tarifas que no cubren los costos, lo cual se traduce en la mala calidad del agua.

Sabríamos que se logró el éxito cuando en Venezuela podamos disfrutar socialmente del río Guaire, y tomar agua del grifo en nuestras casas sin llegar a convulsionar.

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