OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Economía abierta orientada al desarrollo e infraestructura

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

En la nueva etapa que le tocará vivir a Venezuela, debemos comenzar por tratar de conocernos a nosotros mismos y reconocer cuáles son nuestros límites, flexibilidades e intereses, y cuál de esos tres prevalecerá sobre los otros.

Si colocamos nuestros intereses nacionales por encima de nuestras ideologías y preferencias, sin  por eso sacrificar principios ni asociarnos con Estados fallidos, no democráticos, que no respetan los derechos humanos (esclavitud, sectarismo y maltrato a la mujer), y que son terroristas o lo patrocinan; nos encontraremos con un mundo de oportunidades para entablar relaciones bilaterales, incorporarnos a uniones aduaneras o alianzas económicas, y para interactuar, reconociendo nuestras ventajas comparativas, así como los factores de diferenciación competitiva.

Ya hemos probado, como nunca en la historia, lo que significa el aislamiento, el ir contra la corriente, y el tratar de beneficiar a uno y perjudicar a otros. Eso nunca más debe volver a ocurrir, por lo que nuestro reingreso al concierto de las naciones será con la mente amplia, la mejor de las intenciones, y lo que en comercio internacional se llama el fair play.

La reconstrucción del país que debe iniciar con el control de daños, debe consolidarse, ya no a través de estrategias de supervivencia y manejo de crisis, sino estableciendo relaciones de largo plazo, mutuamente convenientes, para los países e instituciones involucrados, así como para nosotros como país.

Relaciones de complementariedad para explotación conjunta de ventajas comparativas, de intercambio de bienes y servicios en los temas de mayor competitividad mutua, y todo aquello que parta de la base de solamente producir, internamente, aquello en lo que somos buenos, a cambio de aquello en lo que no somos buenos.

El estado de nuestra infraestructura, luego del control de daños, requerirá de un sentido de dirección estratégico que defina lineamientos tecnológicos que balanceen la productividad proveniente de la tecnología, con nuestra realidad de porcentajes muy altos de pobreza que deben ir siendo absorbidos en la medida que se van recuperando los niveles de actividad económica.

Por cada punto porcentual de PIB que recuperemos, debemos arrastrar entre medio y un punto porcentual de pobreza, lográndose esta modelación mediante herramientas fiscales que favorezcan el punto óptimo de productividad, manteniendo la relación de intensidad factorial, trabajo y tecnología, y pechen a aquellas que no lo cumplan.

Sería inadmisible, luego de las experiencias de las llamadas cuarta y quinta República, no considerar a la pobreza como un factor crítico de estabilidad económica y política.

Nuestro futuro debe basarse en la actividad privada nacional e internacional, evitando contar como punto de apoyo a alguna empresa del estado. Porque ya hemos comprobado –de mala manera- que son un punto de apoyo muy débil, que cuando colapsa, arrastra consigo a toda la economía… ojalá que lo hayamos comprendido.

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