OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Desatar los nudos que traban la solución a la crisis

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Debe entenderse que hay dos niveles de solución: la táctica/coyuntural, que sirve para desatar los nudos, después de la cual se puede avanzar sobre lo estructural para los aspectos de fondo.

Si uno considerara al consumo como la variable iniciadora, nos encontraríamos que el tamaño de nuestro mercado (reducido por la recesión y la emigración), no es suficiente para lograr una escala atractiva para las inversiones.

Por ejemplo, el costo de construcción de una autopista normalmente se recupera a través de un peaje que está asociado al volumen y flujo de vehículos (particulares y de transporte de personas y carga) que transiten por esa vía. Al estar en un país en recesión donde el número de vehículos disminuye, o bien habría que ajustar el peaje a un costo muy alto, o bien postergar el proyecto hasta que el país se reactive.

Esto último se debe a que en esta primera etapa post revolucionaria, el Estado no contará con los recursos necesarios para financiar el proyecto, pues habrá múltiples frentes para invertir y la autopista no estará en las prioridades.

Para construirla hace falta cemento, para el cemento hace falta electricidad, para la electricidad hacen falta plantas, redes y nuevas inversiones: lo que indica que entre las más altas prioridades se encuentra el tema eléctrico. Sin embargo, cualquiera que sea el esquema de prioridades, siempre se basará en proveedores internacionales, los cuales requerirán de un ambiente de confianza para regresar al país o para ingresar por primera vez.

Ese ambiente se logrará luego de llegar a un acuerdo de solución para los más de 20.000 millones de dólares que Venezuela les debe a sus proveedores.

La idea es que en la primera etapa se diseñe y se elija a los posibles proveedores para que compitan entre ellos en cada sector, haciendo licitaciones y promoviendo inversiones. Como consecuencia de iniciar un proceso económico con los proveedores, ocurriría una libre circulación de bienes y servicios en el mercado.

Por eso es tan importante que el gobierno llegue a acuerdos para que los demás funcionen por sí solos, limitándose a participar en roles de control y evitar competir con los demás; pues cuantas más actividades económicas estén en manos de entes gubernamentales, más corrupción habrá en la economía, y la confianza no se recuperará.

La participación del Estado como empresario será considerada tóxica y nadie, con una propensión al riesgo normal, querrá entrar en el juego. Claro que siempre están los buscadores de riesgo que terminan acabando con la actividad económica en la que ingresan y el país, como un todo, se perjudicará.

Ni buitres ni enchufados.

Aunque no saldremos de esta crisis sin la inversión extranjera, tampoco lo haremos sin la inversión nacional; la cual, para participar, deberá competir en igualdad de condiciones; y para buscar alianzas y asociaciones, solo en el caso que la sinergia de negocios privilegie esa opción.

De ninguna forma se debería condicionar a la inversión extranjera a la incorporación de socios locales; incluso la empresa venezolana debería estar abierta a la posibilidad de que el inversor extranjero pueda comprar acciones de la empresa y expandir el mercado y mejorar su tecnología, sin que eso afecte la tradición nacional.

Como decíamos, el tamaño del mercado interno venezolano no es capaz por sí solo de salir de la recesión, por lo que la única forma es ampliar la oferta y estimular el consumo y la demanda de la región. Para eso, habría que identificar los puntos fuertes del país, para ingresar en la cadena de valor de la competencia internacional.

Por ejemplo, en la industria automotriz, el proceso de ensamblaje debe contener distintas piezas para construir un carro, como las cajas CKD con piezas cruzadas. Esas cajas, originalmente, se pudieron haber armado en México, Argentina o Estados Unidos, por lo que contribuyeron al producto final, donde, en Venezuela, podría incorporarse un porcentaje (bajo) de elementos de fabricación local para completar 100% del vehículo.

Esa agregación de valor podrá ser, o bien para los vehículos que se consuman en el país, o bien para incorporarse a la cadena de valor y que se ensamble en otro país. Por supuesto, se necesitarán repuestos que estén acorde con la pieza original, por lo que se tendría que preparar la cadena para que eso sea posible.

Tal vez Venezuela deba concentrar su esfuerzo en la fabricación de alguna parte o pieza del vehículo, que genere valor verdadero, y exporte a aquellos países donde el ensamblado sea competitivo (la escala de operación en Venezuela es relativamente baja).

En contrapartida, debería liberar la importación de carros terminados y así evitar encarecer un bien que debería ser accesible con precios razonables para toda la sociedad.

En ese orden de ideas, el objetivo sería que, en vez del ensamblaje, se concentre el esfuerzo en la fabricación de aquellas piezas o partes donde la especialización pueda dar una diferenciación competitiva; tal vez en puertas, techos y carrocería para exportar. Y, con las divisas recaudadas, se pudiera disminuir los aranceles e impuestos a la importación de automóviles.

Así hizo Chile que, aunque no sabía nada sobre esa industria, importan los mejores vehículos con aranceles muy bajos. Si bien la política pública depende de las estrategias de gobierno, la toma de decisiones de negocios deberá depender de la gerencia privada nacional, regional o global, la cual encontrará el mejor camino para saber en qué negocio estar o no estar… y en qué país invertir y de cuál irse.

Por otro lado, en el proceso de reactivación del país, el factor fiscal y tributario es muy importante. Ya sea como estímulo o freno a las inversiones y al consumo. El impuesto al patrimonio y a la actividad económica para las inversiones, además del IVA para el consumo, deberán encontrar el equilibrio entre la voracidad fiscal y el incentivo a la actividad económica.

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