OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Del dicho al hecho

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Prometer es relativamente sencillo pues permite crear un ambiente positivo y pasearse por la imaginería de la gente, hacer supuestos y escenarios; soñar y hacer soñar, construir maquetas y modelos y armar grupos de trabajo; sirve para motivar a la gente y darle la esperanza de que esta vez sus necesidades si van a ser satisfechas.

Es en realidad un proceso de venta; de venta de un concepto que depende 100% de quien lo está desarrollando; no comparte esa responsabilidad con nadie; está solo en sus manos identificar el alcance y horizonte de las promesas, teniendo conciencia de los factores habilitantes e inhibientes.

La etapa de las promesas es tan cómoda, que puede haber una tentación de quedarse en ella más de lo prudente; lo cual es comprensible, pues en esa etapa se está en contacto emocional con sensaciones agradables y de éxito. Pero hay que estar claros, es una etapa en la cual “el papel aguanta todo…”

Ahora, cumplir con lo que se promete es otra cosa muy distinta, pues involucra elementos de complejidad que van más allá de las posibilidades de la sola improvisación. Para comenzar, ya no depende 100% del que prometió, sino que depende además de otras personas y de la consecución de recursos.

Entre la promesa y su cumplimiento hay una brecha que debe ser manejada en términos de riesgo y oportunidad. Aparece como elemento crítico el balance entre la satisfacción y la desilusión; palabras como desgaste, credibilidad y confianza,  toman cuerpo.

Cuando las promesas son percibidas como positivas, la gente se involucra emocionalmente en forma proactiva. Pero si con el paso del tiempo los resultados no se ven se comienza a dudar de que se vayan a cumplir.

Para lograr el éxito no hay que permitir que la brecha se agrande a un punto de no retorno que pudiera conducir a procesos traumáticos, como por ejemplo que una gran masa social entre en una fase de rabia o rechazo (opositores) o que entre en una fase de abandono de las creencias (seguidores).

Cuanto más grande la brecha, menores las posibilidades de éxito.

No siempre el que es bueno para soñar y planificar, es bueno para ejecutar e implementar. Son perfiles diferentes por antonomasia, el primero vive en el futuro y en lo abstracto, y en general no tiene contacto con tangibles; por el contrario, el segundo vive en el presente/pasado y en lo concreto, altamente comprometido con resultados, con revisiones, con ajustes y nuevas ejecuciones. Cada uno puede ser muy bueno en lo suyo, pero difícilmente el que es bueno en una de las dos, es bueno en la otra.

Tener una visión y promoverla no es suficiente; también hay que poder implementarla y para eso hace falta más que honestidad y buena voluntad. Hace falta contar con modelos de negocio que no sólo reconozcan lo positivo del concepto, sino también su viabilidad práctica y su plan de implantación y despliegue.

Propongo entrar en una fase de realismo esperanzador, de la cual, y vía un trabajo de compromiso, se ajusten los enfoques y las promesas manteniendo elementos de lo viejo y de lo nuevo, llegando a una situación de satisfacción y de confianza.

“Del dicho al hecho hay mucho trecho”… y del tamaño del trecho, a veces depende la estabilidad política.

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