Hoy tal vez más que nunca una empresa está en la obligación de conocerse a sí misma. No me refiero solo a su globalidad estratégica sino también a su realidad táctica. ¿Cuán capaz es cada área de entender su rol dentro de la empresa, y cuán capaz es de procesar y participar en la estructuración de una estrategia corporativa? De esto depende fundamentalmente la capacidad que tenga para enfrentar un proceso de cambio.
Es importante diferenciar entre la “grasa y el músculo” como premisas para poder flexibilizar la gerencia de una empresa; la parte “grasa” es impotente para entender, procesar o desplegar una acción estratégica, y menos aún convertirla en acciones tácticas y específicas.
Conocerse es la posibilidad de aceptar retos acordes con las potencialidades de la empresa. Conocerse también es aceptar riesgos a sabiendas de que hay limitantes en los recursos, y de que el éxito puede ser mediatizado y hasta no alcanzado. Y, por supuesto, conocerse también es saber dónde está la “grasa” y cómo nos está afectando.
Lo peligroso aparece cuando la idea que la empresa tiene de sí misma no coincide con sus verdaderas posibilidades.
La cultura corporativa por “inyección” esto es, la creación de autoestima gerencial basada en premisas más parecidas a “lo que quisiera” que a “lo que puedo”, genera distorsiones, las cuales no son percibidas (y tienen bajo impacto) en épocas de normalidad.
Pero cuando el mercado se estrecha, y cuando la supervivencia está asociada al conocimiento de las capacidades reales de la empresa, la verdadera cultura es la que aflora; aquella que no está escrita ni reglamentada; aquella que permite y admite rebajas en los sueldos, si se quiere conservar el empleo y porque se cree la empresa; aquella que lleva a trabajar horas extraordinarias para terminar proyectos que permitirán continuar; aquella que permite que las ideas nuevas se conviertan en algo más tangible que el mero reconocimiento público.
Todo este razonamiento inicial está dirigido a contribuir con que cada empresa pueda determinar en dónde está, cómo es y qué es capaz de hacer. Una vez que se sabe dónde está, ya puede pensar con confianza hacia dónde quiere ir. Ese objetivo también debe estar relacionado con las posibilidades reales financiamiento, de gente (actual o posible) y de tecnología. Y se quiere ir hacia allá, ¿por qué? Por razones de mercado, rentabilidad, de nuevos productos o mercados o segmentos, por cambio de imagen o de posicionamiento: esto es, la empresa quiere ser de tal manera, por tal razón.
Cambio es la migración de un estado presente hacia un estado futuro. El cambio es un proceso; una evolución del estado presente al futuro. Y en esa evolución hay que mantener bajo control todas las variables asociadas. Es muy importante considerar al proceso de cambio como un proyecto, y asignarle tiempos, recursos, objetivos, productos y resultados graduales. Para eso hay que planificar y controlar aspectos como la comunicación y divulgación, y el muy necesario entrenamiento; además, hay que asegurarse que se obtengan todos los resultados esperados para evitar el fracaso.
Debo reconocer que el razonamiento de cambio parece abstracto si no se vincula con los procesos de negocio, y con la habilidad de dar como resultado productos y servicios de calidad consistente. Por eso, para llegar al objetivo, debe manejarse simultáneamente un conjunto de variables que van, desde la mejora o reingeniería (?) de procesos, hasta los cambios en la tecnología de información y producción.
La experiencia práctica en gerenciar procesos de cambio nos ha enseñado que la divulgación y la comunicación son críticas para afrontar un proyecto de cambio. En la mayor parte de los casos encontramos, al hacer mediciones, que la gente tiene necesidad de conocer el alcance de los cambios, y cómo lo van afectar a él y a su trabajo. Informar es además una manera de combatir la ansiedad y de alinear las expectativas de la gente con los objetivos del proceso de cambio. Las expectativas que se crean son muy importantes, pues luego la realidad se ocupará de mostrar sí estuvieron a la altura de los resultados (por aquello de no crear falsas expectativas).
Como se notará, es importante conocer bien la empresa y sus capacidades para evitar la frustración que luego conducirá al fracaso. Hay que tener en cuenta que cada cambio genera su rechazo, y que el factor de éxito de un proyecto de este tipo, es gerenciar ese rechazo. Uno puede visualizar el rechazo como una distribución normal, en la cual 33% de la gente estará a favor, 33% será indiferente y el restante estará en contra del proceso de cambio. A partir de allí puede haber múltiples combinaciones, así como diferentes intensidades. Lo importante es poder perfilar la “masa impactada” y generar estrategias razonables para lograr resultados favorables.
Algo que no debe olvidarse es la definición del concepto de éxito para ese proyecto, en esa empresa, en ese momento.
Como mínimo, cada empresa debería poder generar un documento que formalice el reconocimiento de su situación actual; el hecho de “saberlo” informalmente no suficiente; debe poder leerse y comprobarse que las fortalezas están aquí o allá y que se puede contar realmente con tales recursos. Al momento de necesitar de hacer ajustes en la organización, o de hacer compromisos de largo plazo. Este documento será la referencia obligada, y el testimonio más claro de que esa empresa se conoce a sí misma. Y eso es ya un principio para comenzar a transitar el camino hacia competitividad, la cual cada vez se parece a la flexibilidad: cuanto más flexible y abierta al cambio es una empresa, mayores son sus posibilidades de mantenerse competitiva.
Situaciones de recesión profunda como las que vivimos hacen que el análisis de la posición de cada empresa sea una necesidad vital, pues las decisiones hay que tomar son muchas y muy duras.
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- “Senadores Dick Durbin y Bob Menendez sostuvieron reunión virtual con el presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó”. “Buena reunión entre los senadores Durbin y Menendez con el presidente Guaidó. Apreciamos el apoyo bipartidista del Congreso de Estados Unidos a nuestra lucha por la democracia en Venezuela”.
- Luego de meses de ficticia estabilidad, la moneda venezolana se devaluó 71% en 2022.
- Guerra de Ucrania. Biden recibe a Zelenski en la Casa Blanca: «Apoyamos a Ucrania en la búsqueda de una paz justa». Biden promete a Zelenski que Estados Unidos ayudará a Ucrania “el tiempo que sea necesario”. Zelenski en el Capitolio: “La ayuda económica a Ucrania no es caridad; es una inversión en la seguridad global”.
Lo que no fue noticia (y debería serlo)
- Que el año termina con un Putin desgastado y desprestigiado, y con una Rusia debilitada. Si lo de la invasión de 72 horas fue un error, o si estaba planificado quedarse 10 meses o más, ya no hace diferencia, porque Rusia alentó a que el mundo se unificara y organizara en su contra. Fortaleció el liderazgo de Estados Unidos, y cambió –para mejor– la matriz energética de Europa, que ya nunca más será dependiente de Rusia.
- O que hay que prepararse para que el año 2023 sea un año de cambios y sorpresas. Porque cuando la planificación se apoya fuertemente en la inercia, suele ser porque los disparadores del cambio y la disrupción no están a la vista de todos… pero de que existen, no les quepa duda, existen.
- Ni que la cotización del dólar oficial al 22 de diciembre fue de 16,17 dólares, mientras la del paralelo fue de 17,99 bolívares. Aunque menor que los últimos días, sigue la brecha que induce señales confusas sobre la estrategia económica del gobierno. El marcador de precios siempre fue y será el paralelo, pues es el que –así en la realidad no sea tan perfecto- representa al mercado… y lo más importante, es que la gente cree que eso es así, lo cual es más que suficiente para la confianza.
- Tampoco que era insostenible mantener las inyecciones de remesas para sostener un tipo de cambio oficial que a todas luces estaba atrasado y que favorecía a las importaciones, en desmedro de la producción nacional. Con una economía semidolarizada, dejar flotar el tipo de cambio será un reflejo de lo que realmente pasa en la economía. Y también de lo que pudiera pasar, al permitir que el mercado –así sea imperfecto– dicte las reglas y permita planificar.
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