OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Conocerse para cambiar

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

Hoy tal vez más que nunca una empresa está en la obligación de conocerse a sí misma. No me refiero solo a su globalidad estratégica sino también a su realidad táctica. ¿Cuán capaz es cada área de entender su rol dentro de la empresa, y cuán capaz es de procesar y participar en la estructuración de una estrategia corporativa? De esto depende fundamentalmente la capacidad que tenga para enfrentar un proceso de cambio.

Cuando he insistido en la diferenciación entre la “grasa y el músculo” como premisas para poder flexibilizar la gerencia de una empresa, siempre tuvo que ver con que la parte “grasa” es impotente para entender, procesar o desplegar una acción estratégica, y menos aún convertirla en acciones tácticas y específicas.

Conocerse es la posibilidad de aceptar retos acordes con las potencialidades de la empresa. Conocerse también es aceptar riesgos a sabiendas de que hay limitantes en los recursos, y de que el éxito puede ser mediatizado y hasta no alcanzado. Y, por supuesto, conocerse también es saber dónde está la “grasa” y cómo nos está afectando.

Lo peligroso aparece cuando la idea que la empresa tiene de sí misma no coincide con sus verdaderas posibilidades.

La cultura corporativa por “inyección” esto es, la creación de autoestima gerencial basada en premisas más parecidas a “lo que quisiera” que a “lo que puedo” – genera distorsiones, las cuales no son percibidas (y tienen bajo impacto) en épocas de normalidad. Pero cuando el mercado se estrecha, y cuando la supervivencia está asociada al conocimiento de las capacidades reales de la empresa, la verdadera cultura es la que aflora; aquella que no está escrita ni reglamentada; aquella que permite y admiten rebajas en los sueldos, si se quiere conservar el empleo y porque se cree en la empresa; aquella que lleva a trabajar horas extraordinarias para terminar proyectos que permitirán continuar; aquella que permite que las ideas nuevas se conviertan en algo más tangible que el mero reconocimiento público.

Todo este razonamiento inicial está dirigido a contribuir con que cada empresa pueda determinar en dónde está, cómo es y qué es capaz de hacer. Una vez que se sabe dónde está, ya puede pensar con confianza hacia dónde quiere ir. Ese objetivo también debe estar relacionado con las posibilidades reales financiamiento, de gente (actual o posible) y de tecnología. Y si se quiere ir hacia allá, ¿por qué?. Por razones de mercado, rentabilidad, de nuevos productos o mercados o segmentos, por cambio de imagen o de posicionamiento: esto es, la empresa quiere ser de tal manera por tal razón.

Cambio es la migración de un estado presente hacia un estado futuro. El cambio es un proceso y una evolución. Y en esa evolución hay que mantener bajo control todas las variables asociadas. Es muy importante considerar al proceso de cambio como un proyecto, y asignarle tiempos, recursos, objetivos, productos y resultados graduales. Para eso hay que planificar y controlar aspectos como la comunicación y divulgación, y el muy necesario entrenamiento; además, hay que asegurarse que se obtengan todos los resultados esperados para evitar el fracaso.

Debo reconocer que el razonamiento de cambio parece abstracto si no se vincula con los procesos de negocio, y con la habilidad de dar como resultado productos y servicios de calidad consistente. Por eso, para llegar al objetivo, debe manejarse simultáneamente un conjunto de variables que van, desde la mejora o reingeniería (?) de procesos, hasta los cambios en la tecnología de información y producción.

La experiencia práctica en gerenciar procesos de cambio nos ha enseñado que la divulgación y la comunicación son críticas para afrontar un proyecto de cambio. En la mayor parte de los casos encontramos, al hacer mediciones, que la gente tiene necesidad de conocer el alcance de los cambios, y cómo lo van afectar a él y a su trabajo.

Informar es además una manera de combatir la ansiedad y de alinear las expectativas de la gente con los objetivos del proceso de cambio. Las expectativas que se crean son muy importantes, pues luego la realidad se ocupará de mostrar si estuvieron a la altura de los resultados (por aquello de no crear falsas expectativas).

Como se notará, es importante conocer bien la empresa y sus capacidades para evitar la frustración que luego conducirá al fracaso. Hay que tener en cuenta que cada cambio genera su rechazo, y que el factor de éxito de un proyecto de este tipo es gerenciar ese rechazo. Uno puede visualizar el rechazo como una distribución normal, en la cual 33% de la gente estará a favor, 33% será indiferente, y restante estará en contra del proceso de cambio. A partir de allí puede haber múltiples combinaciones, así como diferentes intensidades. Lo importante es poder perfilar la “masa impactada” y generar estrategias razonables para lograr resultados favorables.

Algo que no debe olvidarse es la definición del concepto de éxito para ese proyecto, en esa empresa, en ese momento.

Como mínimo, cada empresa debería poder generar un documento que formalice el reconocimiento de su situación actual; el hecho de “saberlo” informalmente no es suficiente; debe poder leerse y comprobarse que las fortalezas están aquí o allá y que se puede contar realmente con tales recursos. Al momento de necesitar de hacer ajustes en la organización, o de hacer compromisos de largo plazo. Este documento será la referencia obligada, y el testimonio más claro de que esa empresa se conoce a sí misma. Y eso es ya un principio para comenzar a transitar el camino hacia competitividad, la cual cada vez se parece a la flexibilidad: cuanto más flexible y abierta al cambio es una empresa, mayores son sus posibilidades de mantenerse competitiva.

Situaciones de recesión profunda como las que vivimos hacen que el análisis de la posición de cada empresa sea una necesidad vital, pues las decisiones hay que tomar son muchas y muy duras.

Guía para comenzar a conocerse

Recomiendo que cada empresa haga una revisión, teniendo en cuenta como mínimo los siguientes aspectos:

Más todos aquellos aspectos que la gerencia y los accionistas consideren necesario. De allí saldrá lo que se debe cambiar y seguramente el porqué.

El cambio de todos los cambios

Pareciera trivial hablar de cambio en la empresa, cuando las transformaciones que se requieren a nivel del país son tan profundas e importantes. Desde no cruzar las luces rojas, hasta mantener nuestro entorno limpio; desde querer estudiar para aprender, hasta sentir que trabajar es importante; desde asumir la responsabilidad por la paternidad, hasta tener sensibilidad por la vida ajena; desde sentir la honestidad como una premisa natural y básica, hasta el reconocimiento de que la subsistencia depende del trabajo y no de las dádivas (así estas provengan del Estado).

Sin embargo, si se considera que el microclima (microcosmo) que se genera dentro de una empresa es una plataforma sólida para iniciar cambios de cultura de largo alcance, entonces estos proyectos adquieren una dimensión más trascendente.

En la medida que una empresa se premian la disciplina y puntualidad, y esto se convierte en un punto de orgullo, estoy seguro de que la probabilidad de que cada trabajador, al salir de la empresa y en sus actividades privadas, sea alguien puntual y disciplinado es más alto. Y esto es válido y extensivo a otras de las posibilidades del cambio profundo, a través del aprovechamiento del microclima de cada empresa.

Pero ese microclima se basa en premisas artificiales creadas sólo a fuerza de cursos y talleres, sin un fondo comprobable fácilmente por el accionar diario de la empresa, los resultados pueden ser lo opuestos, por aquello de la desilusión y la frustración causadas por descubrir que detrás de las palabras no había mucho (¿qué aprendieron los empleados de los bancos quebrados?)

Un aprendizaje que he repetido en el pasado es la cultura empresarial no se decreta ni se compra con dinero: se construye, con esfuerzo y más que nada con tiempo.

Tal vez debería promoverse una estrategia de cambio que incentive los esfuerzos de cambio formales que lleven a cabo cada empresa, dando ciertos incentivos fiscales…

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