OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Búsqueda de socios, inversores y prestamistas

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

El fuerte de nuestras relaciones internacionales deberá privilegiar los temas económicos, por lo que las palabras “socio”, “prestamista” e “inversor”, muestran el énfasis que le daremos. El hecho de que lo anterior nos muestre las características primarias, no significa que no se mantendrán relaciones con el resto del mundo, así no sean económicas o respondan a nuestros intereses.

Los ámbitos cultural, educativo, sanitario, turístico, tecnológico, petrolero y militar, deberán estar presentes en el conjunto armónico de nuestras relaciones. Como los presupuestos serán limitados, habrá que restringir al mínimo necesario la cantidad de embajadas y consulados, las cuales serán localizadas en aquellos países que cumplan el criterio económico, y en los cuales haya una proporción razonable de emigrantes venezolanos.

Desde esos países se podrá atender, en forma concurrente, a otros cercanos que no cumplan con el criterio de la relación costo/beneficio de esta nueva etapa de austeridad en el gasto público. El hecho de ser un país post-petrolero con estrategias propias de incremento de la producción, y con manejo propio de contratos de abastecimiento, posiblemente haga que debamos retirarnos de la OPEP y colocar oficinas petroleras, sin el rango de embajada, en los países donde haya clientes, y en aquellos que, por las características técnicas, nos convierta en socios en algunas o en todas las etapas del negocio petrolero.

Las ayudas internacionales que supimos prestar, se suspenderán indefinidamente, considerando que más bien privilegiaremos aquellas relaciones capaces de prestarnos ayuda. Nunca más utilizaremos las relaciones internacionales con fines de Gobierno o de partido, sino que siempre se considerarán como relaciones de Estado.

Necesitamos una economía abierta orientada al desarrollo e infraestructura, por lo que deberemos tratar de conocernos a nosotros mismos y reconocer cuáles son nuestros límites, flexibilidades e intereses, y cuál de esos tres prevalecerá sobre los otros.

Si colocamos nuestros intereses nacionales por encima de nuestras ideologías y preferencias, sin  por eso sacrificar principios ni asociarnos con Estados fallidos, no democráticos, que no respetan los DDHH (esclavitud y maltrato a la mujer), y que son terroristas o lo patrocinan; nos encontraremos con un mundo de oportunidades para entablar relaciones bilaterales, incorporarnos a uniones aduaneras o alianzas económicas, y para interactuar, reconociendo nuestras ventajas comparativas, así como los factores de diferenciación competitiva.

Ya hemos probado, como nunca en la historia, lo que significa el aislamiento, el ir contra la corriente, y el tratar de beneficiar a uno y perjudicar a otros. Eso nunca más debe volver a ocurrir, por lo que nuestro reingreso al concierto de las naciones será con la mente amplia, la mejor de las intenciones, y lo que en comercio internacional se llama el fair play.

La reconstrucción del país que se inició en la etapa anterior de control de daños, debe consolidarse, ya no a través de estrategias de supervivencia y manejo de crisis, sino estableciendo relaciones de largo plazo, mutuamente convenientes, para los países e instituciones involucrados, así como para nosotros como país. Relaciones de complementariedad para explotación conjunta de ventajas comparativas, de intercambio de bienes y servicios en los temas de mayor competitividad mutua, y todo aquello que parta de la base de solamente producir, internamente, aquello en lo que somos buenos, a cambio de aquello en lo que no somos buenos.

El estado de nuestra infraestructura, luego del control de daños, requerirá de un sentido de dirección estratégico que defina lineamientos tecnológicos que balanceen la productividad proveniente de la tecnología, con nuestra realidad de porcentajes muy altos de pobreza que deben ir siendo absorbidos en la medida que se van recuperando los niveles de actividad económica.

Por cada punto porcentual de PIB que recuperemos, debemos arrastrar entre medio y un punto porcentual de pobreza, lográndose esta modelación mediante herramientas fiscales que favorezcan el punto óptimo de productividad, manteniendo la relación de intensidad factorial, trabajo y tecnología, y pechen a aquellas que no lo cumplan.

Sería inadmisible y una torpeza, luego de las experiencias del pasado, no considerar a la pobreza como un factor crítico de estabilidad económica y política.

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