OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Alinear el sistema financiero nacional e internacional

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

La estabilidad de los precios y el valor de la moneda se reflejan en los niveles de inflación. Cuanta más alta, menos estabilidad y menos valor, y viceversa, cuanto más baja, mayor salud económica. La inflación es como la fiebre para el cuerpo humano; es el reflejo de que hay una “infección” en alguna parte del cuerpo económico de un país. Es un síntoma al que no tiene mucho efecto atacar directamente, sino se solucionan los problemas de base, casi siempre de origen fiscal y en la parte real de la economía.

La autonomía de la política monetaria, a veces se convierte en el único freno a un manejo expansivo del gasto. De allí la importancia de contar con una banca central independiente del Gobierno, la cual pese a estar alineada con la política económica (por ejemplo, apegarse al Presupuesto Nacional), lo hace desde una perspectiva profesional y orientada a cumplir con la política monetaria diseñada para el país.

Contar con un sistema de precios de referencia relativamente estable es uno de los puntos resultantes de mantener un conflicto positivo entre la masa monetaria y los bienes y servicios producidos en la economía. Entre lo monetario y lo fiscal. En estos años hemos aprendido que la inflación está altamente influida por los procesos recesivos continuados que hacen que la demanda, permanentemente, sea mayor que la oferta.

La autonomía de un Banco Central responsable, es la única garantía de estabilidad económica, especialmente, en periodos en los que se trata de salir de la trampa hiperinflacionaria, constituida por déficit fiscal sostenido, achicamiento del aparato productivo y sistema de precios de referencia distorsionado.

Esa autonomía debe estar institucionalmente consolidada, vía una ley orgánica, y en casos de indisciplina potencial, basada en la experiencia, tal vez debería estar a nivel constitucional. El presidente y el directorio del banco, deben tener el peso específico como para “enfrentarse” al poder ejecutivo en salvaguarda del valor de la moneda, el cual forma parte de la identidad nacional y es tan importante y trascendente, como la soberanía y los valores patrios.

Existe una posibilidad no descartable de que sea una institución privada poseída por todos los bancos del sistema, quitándole, de esta manera, y en forma tal vez definitiva, la posibilidad de ser influido por los Gobiernos de turno que, al creerse “dueños” del país, comienzan a irrespetar todo aquello que se interponga en su camino al sostenimiento del poder. La experiencia de Venezuela nos ha mostrado que los “inventos”, improvisaciones sin referencias estables, casi siempre llevan a destruir el patrimonio y la reputación del país.

Al tratarse del banco de los bancos y del prestamista de última instancia, debería tener influencia sobre la supervisión del sistema financiero y las superintendencias reguladoras deberían alinearse con él, versus la posibilidad de que sean manejadas por el componente del gasto fiscal. En el caso de la compensación, al ser una actividad mecánica, podría quedar en manos privadas e inclusive regionalizarse para un mejor servicio, y una “lectura” más precisa del comportamiento del sistema.

Un tema que ha ido deteriorándose ha sido el de las estadísticas de las finanzas públicas que, tradicionalmente, debería estar en manos del Banco Central y no del Ministerio de Finanzas, considerando que, más allá del uso interno, político y hasta sesgado de su información, debe tener la capacidad de agregación e integración con las de otros países, para poder tener acceso a la posición relativa del país.

La posibilidad de estar integrados al Banco de Pagos Internacionales en Basilea consolida la presencia internacional del país y le da la flexibilidad para asumir un rol protagónico en las finanzas internacionales.

Hoy, en Venezuela, estamos en una especie de burbuja sin que haya un contacto entre el sistema financiero interno y el exterior; en donde no se puede usar una tarjeta de crédito local en el extranjero, ni hacer transferencias ni tener bancos corresponsales o estar en el sistema Swift.

Estamos aislados y nada de lo que pase afuera nos puede llegar a afectar y viceversa. Hay que romper con el aislamiento, fortaleciendo la moneda interna y generando confianza en ella. Entre las alternativas tenemos la caja de conversión y la dolarización. Ambas requieren de una plataforma de reservas internacionales muy sólidas y estables.

Porque la dolarización de hecho que tenemos hoy, al no estar institucionalizada, está fuera del alcance de la política monetaria, y se convierte en una capa superficial para las transacciones; además de ser una vía casi obligada para el mercado negro y el lavado de fondos. Nuestra situación sería sostenible solo en el marco de una formalización que pueda entrar bajo el paraguas de la política monetaria.

El punto de partida incluye un conjunto de sanciones impuestas por el Gobierno americano al de Venezuela, que prácticamente le impide hacer transacciones de pago, cobro y crédito internacionales. A lo que propongo las siguientes ideas:

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