OPINIÓN

Vitrina Venezuela: Alimentos que nos da la naturaleza

por Benjamín Tripier Benjamín Tripier

La mayoría de los países intenta autoabastecerse de alimentos frescos y de consumo diario tales como verduras, frutas, carne porcina, vacuna y hasta leche, que son productos que tienen proteínas, y que son fundamentales para los humanos. Es un área donde su plataforma aún se apoya en mano de obra, en forma sencilla, excepto por las modalidades inducidas por la logística (refrigeración, envasado, distribución y transporte), que aún se mantiene en vigencia desde la antigüedad, siguiendo los ciclos de la naturaleza; pues su manejo se debe a microclimas que deben permanecer en equilibrio simultáneamente.

Esta producción es una ventaja comparativa para Venezuela por la cantidad de tierras que posee, pero no podrá convertirla en competitiva sin incorporarles las vitaminas, las vacunas, las semillas o los fertilizantes y pesticidas requeridos, entre otros elementos como la tecnología, que hacen a la competitividad. O, lo más elemental como la electricidad, el agua, el gasoil y la seguridad personal y jurídica.

Hay que evaluar, en esencia, qué es lo que se produce en términos de proteínas, pues son la plataforma de desarrollo; es como si fuera la electricidad, pero de la mano de obra de los seres humanos. Las tres grandes plataformas para el desarrollo son alimentos, electricidad y financiamiento… cualquier otra cosa va “montada” sobre esas tres.

Hay una diferencia entre la industria, que es lo más alejado de la naturaleza, y la agricultura, lo más cercano. Se podrían crear grandes cosas en invernaderos, pero el precio es muy alto. De igual modo, no sirven para grandes producciones y exige una dedicación especial en cada técnica.

El concepto “agroindustrial” lleva implícito el contrasentido de lo agrícola, dependiendo de ciclos naturales y lo industrial dependiendo de ciclos de negocios. Una política agrícola pudiera ser contradictoria con una política industrial, por lo que debe privilegiarse una sobre la otra, dependiendo de las ventajas y las diferenciaciones competitivas.

En el caso de la pesca, el problema es el combustible que se gasta al navegar. Actualmente, existe un tema ambiental, tanto para los residuos que deja la gasolina en las aguas, como la pesca de arrastre. En Venezuela, que es más de mar que de río, la pesca del atún es en el pacífico y el cardumen de sardinas -más grande del mundo, por cierto- se encuentra en nuestras costas y son dos rubros que se podrían exportar, considerando también en el costo del combustible.

Las exportaciones de productos netamente locales como el pargo, el mero, el róbalo y el pez espada podrían darse en cantidades no industriales y teniendo en cuenta el presupuesto logístico. Es una gran diferenciación competitiva que habría que evaluar para saber dónde ingresar en la cadena de valor.

Cadena de valor: maíz versus atún. En el caso del maíz, se produce más que todo para el consumo animal, pero podría mejorarse su producción para alcanzar los niveles de albúminas requeridos. En Venezuela, se produce en zonas donde los nutrientes en la tierra están a una profundidad de 15 a 20 centímetros donde la semilla se ahoga, por lo que necesitan semillas especiales, importadas y encapsuladas.

El reto sería producir la semilla y arrancar con convenios con empresas multinacionales para hacerlo desde la etapa de ingeniería genética. En caso del atún enlatado, cuyos insumos son la lata nacional y un pescado del pacífico, no admite una inversión que haga que el atún se consiga en el Caribe, por lo que es una industria con un desarrollo acotado.

Este es un mundo de recursos escasos que compiten entre sí con el proyecto más rentable. Si hubiera que elegir –siempre hay que elegir- entre asignarles recursos a algunos de los dos, debería optarse por aquel en que la competitividad sea más alta, que, en nuestro ejemplo, pareciera ser el maíz.

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