–¡Epa camarada! Estabas perdido. ¿Dónde te habías metido?
–Bueno, tú sabes, andaba visitando a los camaritas.
–¿Adónde vale?
–Di unas vueltecitas allí mismito; fui a Turquía, Irán, Qatar, Kuwait, tú me entiendes, lo de siempre.
Así me imagino que pudo ser el reencuentro de Nicolás Maduro con Jorge Rodríguez. Una charla informal entre dos buenos amigos que se ven después de tanto tiempo distanciados.
Y es que el señor Maduro se la pasó viajando, maletas pa’quí, maletas pa’llá, durante varios días, en los cuales el inquilino del Palacio de Miraflores hizo su visita a sus amigotes totalitarios y le refrendó su “eterna amistad”.
Así como el difunto se abrazó con Saddam Hussein y con Muamar el Gadafi, ahora su sucesor hace lo propio con Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, y demás compinches; y ni hablemos cuando Nicolás se encuentra con su “amiguito” Xi Jinping, de China, la cosa será “amistad pura”.
Sin duda, el viajecito no solo fue para saber cómo andaban los amigos totalitarios del señor del bigote, sino que también fue una gira que mezcló dos cosas: pedir cacao económico y subastar lo que queda del país a esas naciones euroasiáticas.
Maduro no firmó acuerdos económicos o de cooperación, como tan pomposamente declararon a la prensa internacional y por las redes sociales, para nada. El periplo tenía como fin ofrecer lo que queda del país a los jeques y emires persas y árabes, a los regímenes totalitarios y así exprimir aún más a la República.
Fueron como a un mercado público a decir algo como: “Vendo barato a Venezuela, precio de ganga, tiene petróleo, oro, diamantes, hierro y mucho más, quién ofrece más… A la una, a las dos…”.
Maduro nuevamente demostró que le tiene sin cuidado el qué dirán y lo que opinarán los venezolanos dentro del país, y mucho menos presentará un balance de gastos ni detalles de sus “acuerdos”, pues, como ha sucedido a lo largo de estos 23 años, los ocupantes del poder administran la nación como si fuera su bodega personal.
Y la cosa no termina en la subasta que Maduro protagonizó en los países que visitó en su deambular, sino que envió a Delcy Rodríguez a ofrecerle a Putin no solo el cariño incondicional del régimen venezolano sino que además lo que resta de Venezuela.
Sí, esta gente no tiene a menos despojarnos de lo que queda de país. A ellos les da igual si esto se lo quedan los rusos, los chinos, los turcos o los iraníes, en el fondo ellos quieren llenarse sus bolsillos sin importarle un bledo lo que sucede con el resto de los venezolanos, así lo han demostrado por más de dos décadas.
Estoy completamente convencido de que esa visita a “los panitas” que hizo Maduro le costará muy caro a los venezolanos; estoy casi seguro de que las consecuencias serán nefastas para la nación y, aún peores, para los ciudadanos de a pie, esos que padecen y sufren cada vez que Maduro abre la boca.
La historia de estos cinco lustros de socialismo es el saqueo constante de Venezuela, es la pérdida total de la nación y la sumisión de la gloria nacional. Es por ello que nos urge refundar la oposición, reimpulsar un nuevo liderazgo y hacerle frente a estos embaucadores que como chatarreros internacionales pretenden vender los despojos de la patria.
Esto no puede seguir permitiéndose, es hora de reorganizar y afrontar el reto de desalojarlos con seriedad y firmeza.