Vivimos cargando con nosotros hechos, acciones y recuerdos de todo tipo. Con el paso del tiempo, una parte de ellos se olvidan pero otros se mantienen y se hacen presentes como si hubiesen acontecido pocos días atrás. Quienes tenemos la suerte y dicha de ser lectores empedernidos siempre estaremos agradecidos con quienes destinaron una parte de su tiempo a dejar constancia de sus circunstancias y vivencias, evitando así que la desmemoria hiciera desaparecer lo que debería recordarse siempre. Pero hay una realidad que no puede ignorarse ni perderse de vista: lo que yo he visto y conocido de un determinado ser humano puede ser diametralmente distinto a lo que tú has visto y también conocido de la misma persona.

El introito anterior se justifica por nuestro propósito de poner sobre la mesa la visión contrastante que dos grandes venezolanos, Arturo Uslar Pietri (1906-2001) y Carlos Brandt Tortolero (1875-1964), tuvieron de Juan Vicente Gómez. En nuestro artículo del  pasado 30 de enero de 2023, titulado “Con Venezuela en el corazón”, registramos el siguiente señalamiento de Uslar Pietri acerca de Gómez:

¿Quién fue el hombre que puso a López Contreras y le dio todos los medios para que hiciera la transición hacia la democracia? ¡Juan Vicente Gómez! Él era un hombre sumamente astuto y muy celoso del poder. Nunca tuvo un ministro de guerra o de defensa: jamás. Y cinco años antes de morir, ya se daba cuenta de que estaba viejo y que tenía que pensar en las cosas que iban a ocurrir. ¿Qué hace entonces Gómez? Escoge al militar más prestigioso, con más fama de mentalidad liberal que había en el país y nombra por primera vez a un general de verdad verdad, ministro de Defensa. De modo que quien preparó la transición fue el mismo Gómez y lo hizo bien”.

Brandt Tortolero, por su lado, dejó su opinión bien elaborada, en un libro de lectura obligatoria, aunque muy difícil de conseguir hoy día, titulado La época del terror en el país de Gómez, el cual fue publicado en Caracas, en 1947. Su decir fue mucho más extenso y sus razones son comprensibles y obvias: él fue uno mas de los muchos presos del general Gómez, pero fue liberado siete meses después de ser detenido, gracias a la gestión que llevaron a cabo José Gil Fortoul, para entonces presidente de la República, y José Felipe Arcay, amigo íntimo del dictador; ambas personalidades se valieron de la intervención del Dr. Vivas, quien se desempeñaba como secretario del dictador. Veamos una pequeña parte del parecer que, de esa época, tuvo Brandt Tortolero:

Con mucha gracia nos recuerda Lapeyre los conocidos asaltos al Tesoro Nacional que daba el habilidoso rehabilitadorquien cada vez que se le ocurría construir para sí alguna nueva mansión, hacía que los materiales de construcción los suministrara el Ministerio de Obras Públicas, y la mano de obra el Ejército Nacional, sirviéndose asimismo de dichas tropas, en vez de peones, para cultivar sus inmensos latifundios. Del mismo modo se muestra Lapeyre horrorizado de ver que aquel gobierno le impidiera a sus presos políticos toda defensa, manteniéndolos así, por tiempo indefinido, rigurosamente incomunicados, esto es, secuestrados (…). 

¿A qué cifra alcanzan las víctimas que murieron estando secuestradas en los calabozos del Benemérito? Esta es una cosa que jamás se llegará a saber con exactitud, pues en aquellos calabozos -por lo menos en los del Castillo Libertador- no se llevaba cuenta de la entrada y salida de los “presos” sino -según fórmula muy primitiva y por tanto muy benemérita-.con lápiz y hojas de papel de estraza que luego, en la mayoría de los casos, se perdían. 

Es obvio que Gómez no estuvo a la altura de nuestros próceres de la Independencia. No obstante lo anterior y a pesar de las diferencias que puedan haber entre Uslar Pietri y Brandt Tortolero, creo que Gómez, con todo y sus arbitrariedades, está muy por encima de las testas coronadas de la “revolución bonita”. 


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