Obvio, las duras y consabidas circunstancias que atravesamos impiden el ejercicio un poco más sereno de reflexión en torno a los exitosos resultados electorales de la oposición convincentemente democrática. Presiones y tensiones naturales, al lado de las artificialmente creadas por el continuismo, obligan a dar específicas respuestas políticas inmediatas, diferido el análisis de fondo que también habrá de ocupar a los académicos –ojalá– prontamente.
Entre varias, una de las facetas a destacar habla de la claridad, consciencia y persistencia del venezolano bastante o demasiado subestimado en términos de compromiso y civismo, como si fuese un extraterrestre al mismo tiempo indolente e indoloro. La apuesta oficialista por los procesos plebiscitarios del presente siglo, estuvo perennemente anclada a la gigantesca confusión y distracción del electorado que, todo contrario, identificó frecuente y certeramente al abanderado presidencial de una oposición despreciada dizque por “escuálida”, término devenido misil psicológico de acomplejamiento, miedo y frustración. No obstante, misil que causó sus estragos, lució insuficiente para detener el respaldo que las grandes mayorías reconocieron y dieron en cada ocasión al abanderado.
Huelga comentar el origen de la candidatura y el desempeño de Edmundo González vencedor, pero es necesario acotar que voces distintas a las mercenarias de costumbre, creyeron que nunca prosperaría porque no se le conocía con antelación en la más amplia opinión pública. Y, a pesar del candidato oficial y de las restantes fórmulas de distracción, la opción opositora real y concreta finalmente destacó y se impuso limpiamente.
Hubo confianza y disciplina de una ciudadanía que sintonizó plenamente con la coyuntura y, aun siendo tan breve la campaña, de lo que supo y sabe de un González honesto, valiente, modesto con una larga trayectoria como servidor público, fue suficiente para visarlo. Tradujo una importante madurez cívica de la población a la que definitivamente no le ha dado alcance la prédica del socialismo del siglo XXI, por la supervivencia de una mínima cultura democrática, además de la comprensión y cumplimiento de una literal y consensuada línea política.
El fenómeno es propio de la resistencia esgrimida frente a regímenes de fuerza todavía novedosos, como el que padece Venezuela. Lo ocurrido con la candidatura de la genuina oposición ofrece las llaves no sólo para la actualización de una adecuada, urgida y necesaria perspectiva académica, sino del debate político mismo que, en medio de los peligros, ha de darse trazando el periplo de una gesta histórica.
@luisbarraganj