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Violencia machista y feminicidios en Libertador

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de órganos

En los últimos días el municipio Libertador del estado Carabobo ha sido sacudido por dos lamentables feminicidios, uno ocurrido en Los Chorritos y otro en Pirapira. Según la información recogida por los cuerpos de investigación y las notas de prensa, pareciera evidente un patrón: los feminicidios han ocurrido de mano de las parejas sentimentales de las víctimas y en la intimidad del hogar. No es un asunto menor. Ese patrón indica que las mujeres no están seguras ni en sus casas.

Lamentablemente, la lacra de la violencia machista sigue sumando víctimas y las acciones emprendidas por el Estado se muestran insuficientes. No bastan las declaraciones y los comunicados de las autoridades lamentando los hechos una vez ocurridos, debemos tener políticas públicas dirigidas a prevenir la ocurrencia de este despreciable crímen. Para prevenir el feminicidio es necesario conocer el delito, conocer sus móviles, sus condicionantes y el contexto cultural que lo hace posible.

Lo primero es que deben recopilarse datos cada vez más discriminados y desagregados para comprender el fenómeno, saber si las víctimas previamente habían denunciado alguna agresión, si los victimarios consumen algún tipo de estupefaciente, los modus operandi y la vinculación o no de los victimarios con confesiones religiosas ultraconservadoras. Tales datos permitirían tanto a los cuerpos de seguridad como al conjunto de la sociedad identificar factores de riesgo y mecanismos de intervención. Ciertamente existe la ley del derecho de la mujer a una vida libre de violencia pero ONU Mujeres, así como muchas organizaciones no gubernamentales, insisten en que las políticas públicas efectivas en esta materia deben basarse en datos verificables y sólidos, es decir, en datos estadísticos. Eso que precisamente no se recopila ni en Venezuela, ni en Carabobo, ni en Libertador.

Por otra parte, dado que en el municipio Libertador tenemos un Instituto de Mujer, ¿esta dependencia pública tiene el presupuesto suficiente para contar con albergues para proteger a las mujeres amenazadas de violencia? ¿Esta dependencia tiene programas de sensibilización en las escuelas y liceos que reduzcan o mitiguen la reproducción de los roles de género culturalmente arraigados que conducen bien a la masculinidad tóxica o bien a la cosificación de la mujer y su reducción a mera propiedad masculina? ¿Siquiera hacemos el intento de desmentir a las corrientes religiosas que insisten en difundir que “la mujer viene de la costilla del hombre” y que Dios impone al hombre como “cabeza del hogar”? La respuesta es que no, no lo hacemos.

Mucho más allá, si las mujeres no tienen acceso a paridad en los cuerpos deliberantes y, aún más, no tienen acceso a cargos y responsabilidades de poder, muy poco podemos decir que avanza el feminismo. La verdadera igualdad de género solo puede ser posible con las mujeres ejerciendo roles de poder, con mando real sobre las instituciones públicas y las empresas privadas. Ese sin duda es un requisito para que comiencen a existir políticas públicas con enfoque de género. Mientras sigamos como sociedad normalizando el rol de la mujer como un ciudadano de segunda, los casos de violencia basada en género y los insoportables feminicidios seguirán registrándose con mayor intensidad porque esos delitos están asociados a un marco cultural subyacente en los que prevalece el oscuro estribillo poético “si no eres para mí, no serás para nadie”.

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@rockypolitica

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