Diego Poole es un profesor de Derecho en una universidad pública española. Diego Poole es también conocido por haber hecho reír al papa San Juan Pablo II en un encuentro en Roma durante un Congreso Universitario UNIV, en una tertulia con una multitud de jóvenes, con sus números como payaso. Esta es la carta que el Dr. Poole ha enviado el 29 de noviembre al obispo de Teruel-Albarracín en España, monseñor José Antonio Satué, presidente de un tribunal de excepción contra un laico, que viola todos los principios del Derecho natural, civil, penal y canónico.
«Estimado Sr. Satué:
»Le escribo en mi condición de profesor de Derecho desde hace más de treinta años. Enseño filosofía del derecho en una universidad pública de Madrid.
»Sigo con especial interés el desenlace del famoso caso Gaztelueta, colegio del que yo, y siete hermanos míos más, somos antiguos alumnos. Hace tiempo que le envié un enlace que publiqué en mi web de ética y derecho sobre este caso; pero ahora le escribo para pedirle por el amor de Dios que piense bien lo que va a hacer, porque la injusticia de un juez es muchísimo más grave que la de cualquier delito de calumnia o difamación.
»A Chema Martínez le condenó la Audiencia de Vizcaya sobre la base de un único testigo, la supuesta víctima, que desde antes de los supuestos abusos tenía una enfermedad mental diagnosticada y con tratamiento médico. El perito sobre el que se valoró la prueba de ese único testimonio era antiguo miembro de ETA, que como usted bien sabe puso seis bombas en distintas sedes del Opus Dei, casi todas en la Universidad de Navarra y otra en el Santuario de Torreciudad. Lo que lleva a cuestionar la imparcialidad de este perito.
»Ninguno de los alumnos del colegio Gaztelueta, ni los compañeros de clase de Chema, jamás han puesto en duda la honestidad del profesor. Los que viven a su lado, día y noche, porque es numerario del Opus Dei, tampoco han cuestionado su honradez (si hubieran dudado lo más mínimo, ya le habrían echado de la Obra).
»Toda la investigación previa llevada a cabo por los comisionados por el Cardenal Ladaria concluía con que era inocente. El tribunal supremo argumentaba que procesalmente no podía entrar a valorar las pruebas, y con todo le redujeron la condena de 11 a 2 años, con el fin de que no entrara en prisión.
»¿Por qué usted se empeña en seguir adelante con este proceso y del modo en que lo está haciendo? ¿Porque se lo ha pedido el Papa? ¿Y si el Papa le pide que usted se tire por un balcón, también se tiraría?
»Le copio lo que he publicado en mi último comentario al caso en “Infocatólica”: “A ningún ser humano se le puede obligar a que se someta al abuso (sexual o jurídico) de una autoridad civil o eclesiástica, por muy alta que sea. En ambos casos eso se llama ‘violación’. Y tanto más grave cuanto mayor sea la diferencia entre la autoridad del abusador y la del abusado”. Este caso me recuerda la historia de la casta Susana, pero esta vez no por motivo de lujuria, sino por odio.
»Desde hace 30 años enseño Derecho a futuros juristas, y les advierto de la gravedad de sus futuras resoluciones judiciales. Les digo lo mismo que deberían saber estos obispos aficionados de la “justicia”: La prevaricación judicial reviste una especial gravedad por varios motivos. Primero por la acusada dimensión pública del juez, ante cuya resolución se han de someter tanto los particulares como los gobernantes de la comunidad; segundo, por la situación de quebranto en la que previamente suelen encontrarse los que acuden a juicio; en tercer lugar, por la confianza que han de inspirar los jueces, mucho más que cualquier otro funcionario, en orden a asegurar el respeto del Derecho; en cuarto lugar, porque el carácter público de sus resoluciones hace que el condenado sea injustamente despreciado por el resto de la comunidad, que presume justa la sentencia; y quinto, por la misma aflicción que causa la condena impuesta injustamente, que hará tanto más grave la prevaricación cuanto más aflictiva sea la sanción.
»Reciba un cordial saludo.
Diego Poole»
Las figuras de Germán Arana y José Antonio Satué: un reflejo de la complejidad en la Iglesia Católica
Las figuras de Germán Arana, influyente jesuita mentor del papa Francisco, y monseñor José Antonio Satué, actual obispo de la Diócesis de Teruel-Albarracín, se entrelazan en una narrativa que destaca la complejidad y las controversias dentro de la Iglesia Católica desde el Vaticano hasta España. De Germán Arana he publicado tres piezas que puedes recuperar enlazadas al final de este artículo; en estos momentos Arana está a la espera de sentencia por parte de la justicia española, ante acusaciones de calumnias e injurias por las que se le pide una cantidad superior a 200.000 euros.
Germán Arana ha tenido un papel importante en la carrera de Satué. Esta mentoría o guía de Arana es una pieza clave en el ascenso de Satué a su posición actual. La colaboración entre ambos se extiende más allá de los roles individuales, tejiendo una red de influencias que afecta las decisiones y la dirección de asuntos eclesiásticos en España, más allá del control del Nuncio de Su Santidad en España, monseñor Bernardito Auza.
Uno de los casos más notables es el de Chema Martínez, exprofesor del Colegio Gaztelueta del Opus Dei, donde Satué es nombrado presidente de un tribunal especial y Arana como figura influyente en el fondo. Este y otros casos similares apuntan a un patrón de manejo de controversias que ha generado críticas por falta de transparencia y parcialidad.
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