OPINIÓN

Villanueva como referente

por Carlos Paolillo Carlos Paolillo

Ciudad Universitaria de Caracas

El antiguo ideal de la integración de las artes logró concreciones trascendentes durante el siglo XX. Venezuela tuvo el privilegio de ofrecer una aportación singular a este anhelado estadio de equilibrio estético a través de la obra de Carlos Raúl Villanueva, portador de los valores más esclarecidos de la modernidad, conceptual y formalmente considerada.

La Ciudad Universitaria de Caracas simboliza de la mejor manera el espíritu integrador, profundamente humanista, de Villanueva. Su proyecto arquitectónico, de notorios alcances sociales, logró reunir a su alrededor a los más importantes representantes del arte moderno mundial. Hoy es Patrimonio de la Humanidad, según declaración de la Unesco.

Hasta hace poco, la Plaza Cubierta del Rectorado, entre otros inusitados espacios, hacía del hecho creativo una experiencia sencilla y cotidiana. Lugar de tránsito incesante que, sin embargo, nunca dejaba de ofrecer posibilidades para el acto contemplativo y revelador frente al arte. Fusión ejemplar de lenguajes y códigos plásticos que recreaban las diversas actividades que allí tenían lugar.

Esos irrepetibles espacios, que atesoran un universo de acontecimientos vitales, se llenaron hace 20 años de sorprendente danza. Villanueva: arquitectura en movimiento, fue un proyecto que sintetizó un mundo de posibilidades expresivas, concebido por la Universidad Central de Venezuela con motivo del centenario del nacimiento del visionario arquitecto.

El evento ucevista enfatizó en una relación ineludible, en la cual los conceptos de espacio y tiempo resultan fundamentales. Remarcó la permanencia del hecho arquitectónico, con su movimiento intrínseco, frente a la condición efímera de la danza y su evidente dinamismo. Eran la arquitectura y la danza como disciplinas profundamente coincidentes.

Algunos de los más representativos artistas venezolanos del movimiento, se dieron cita hace dos décadas en esta suerte de convivencia creativa. Cada uno buscó aproximaciones distintas a la danza como dimensión esencialmente plástica, bajo la cual subyacían múltiples y personales conceptualizaciones, emociones y sensaciones.

Ciudad Universitaria de Caracas

Con Mateo Manaure por testigo, el bailarín Rafael González y Espacio Alterno presentaron la acción escénica Blanco sobre blanco. Al cuerpo meticulosamente fragmentado, del cual emanaba fino y casi imperceptible polvo, se unía una dúctil tela para crear imágenes de notable impacto visual. La danza ritual de González contrastaba con el espacio abierto y la obra del referencial pintor donde se llevaba a cabo, imprimiéndole renovada vitalidad y sentido formal.

En un nicho ubicado a la entrada del Aula Magna, Caracas Roja Laboratorio recreó la obra Buitres de Rafael Nieves. A partir de un texto de Edgar Alla Poe, se hilvanó un directo discurso sobre la violencia humana, que pudiera ser de cualquier ciudad, pero que realidad pertenece a la nuestra.

El pasillo que comunica con la Galería Universitaria de Arte fue seleccionado por Rommel Nieves para representar el acto libre +Dos, Tiempo Im., acompañado por la música en vivo de Enrique Gómez. La improvisación desinhibida era la base de su propuesta de movimiento, que conectaba con los códigos visuales y sonoros del momento.

Alrededor de la obra Dinamismo en 30 grados, del escultor ruso Antoine Pevsner, ubicada frente al jardín de la Biblioteca Central, Elio Martínez y el Taller Experimental de Danza de la UCV Pisorrojo, ofreció un dueto de oposición y agresión urbana, donde dos personajes se debatían entre identidades ambiguas  y dialécticas cotidianas.

Las anteriores fueron solo cuatro de las estaciones del amplio recorrido integrador propuesto por Villanueva: arquitectura en movimiento, experiencia colectiva a la que también se unieron, en la liberadora Tierra de Nadie, la vibrante capoeira de Raíces de Brasil, el toque de tambor de la Trapatiesta UCV y el momento de gran efecto logrado por zancos, malabares y artes pirotécnicas,  en un popular y festivo fin de jornada,

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La acción mancomunada alrededor de la obra de Villanueva, permitió estos y otros actos creativos que fusionaron dos realidades estéticas: las artes visuales y la danza, inevitablemente concertadas, experiencia que se reeditó durante varios años en el recinto universitario.

En momentos de la conmemoración de los 300 años de la Universidad Central de Venezuela y de la actual profunda crisis que vive el Alma Mater y su Ciudad Universitaria, el ejercicio de memoria sobre la significación de Villanueva: arquitectura en movimiento, podría servir de referencia.