Quiere la historia que el 110 aniversario del nacimiento del «instaurador de la sociedad civil venezolana», como califica a Betancourt el eminente historiador Germán Carrera Damas, se conmemore en medio de una lucha sin cuartel por el rescate del régimen democrático que creó y defendió a todo trance Rómulo Betancourt.
Rómulo Betancourt es reconocido, por amigos y enemigos, como el político venezolano más importante del siglo XX, pero los militantes de su partido lo seguimos considerando el visionario de una obra inacabada, como lo es la democracia venezolana, perfectible, con justicia social, equidad e igualdad de oportunidades para todos sus compatriotas, que debemos consolidar en el siglo XXI.
Rómulo Betancourt tuvo desde su juventud la claridad política que le permitió diseñar una organización partidista equidistante, en lo ideológico, de las posturas extremas de derecha e izquierda.
Lo más sorprendente de Rómulo Betancourt, quien es el líder indiscutible de la corriente democrática y nacionalista enfrentada a la derecha intransigente y al comunismo adorador de las ideas imperiales soviéticas, es la rapidez con que absorbe esos conocimientos de avanzada y la mayor velocidad que le imprime a su espíritu crítico sobre la actuación de los Partidos Comunistas y, sobre todo, de la utilización de la Internacional Comunista como mascarón de proa de la política soviética en detrimento de los intereses de las demás naciones, especialmente en América Latina.
Además del mérito que significa asumir esta posición, treinta años antes de las denuncias de Jruschov sobre el estalinismo y casi cuarenta años antes de que lo hicieran los eurocomunistas: Georges Marchais en Francia, Enrico Berlinguer en Italia, Santiago Carrillo en España o Teodoro Petkoff y el MAS en Venezuela; solo comparable en el tiempo con las autónomas y valientes actitudes de los socialistas españoles, con Fernando de los Ríos e Indalecio Prieto a la cabeza
En junio de 1935, con apenas 27 años de edad, le decía a Raúl Leoni que reprobaba la conducta de los Partidos Comunistas en América Latina, los que aplicaban mecánicamente el marxismo a los problemas de Venezuela. Así, se pronunciaba contrario a “esa tendencia de los Burós de la Internacional Comunista de trazar desde sus oficinas de Moscú, Nueva York o Montevideo, esquemas standards que sirven para todos los países y dan respuestas a todas las situaciones”.
En otra carta a Raúl Leoni, en agosto de 1935, pocos meses antes de retornar de su exilio a Venezuela, con ocasión de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, deja traslucir su empeño en organizar a los trabajadores y su convicción de que éstos representan la fuerza motriz más importante de cualquier cambio político de avanzada y de justicia social.
La muerte de Juan Vicente Gómez, en 1935, sorprendió a mucha gente, incluyendo a Betancourt y «sus hermanitos», pero lo que diferencia a estos con el resto de exiliados y enemigos del régimen es en la preparación política y la intención febril de estos muchachos de constituir una organización policlasista y revolucionaria, que dirigiera políticamente a la sociedad venezolana, sin el dogmatismo comunista ni su dependencia de ningún centro de poder internacional.
Ya en esa época remota, cuando Rómulo aún no había cumplido 30 años de edad, tenía clarísimo la necesidad de constituir lo que fue su obra mejor acabada: Acción Democrática, y lo dijo de la siguiente manera:
“Creo urgente la creación de un partido político de orientación democrática y de raigambre popular. Hay quienes piensan que partido político es sinónimo de ‘guachafita’ o de cuartelazo. Ese es un concepto simplista y errado. Precisamente un partido político, o varios partidos políticos, ajustados a la Constitución y las leyes del país, servirán para encauzar las dinámicas populares dentro de normas de acción civilizada. Haciéndose más complejo el organismo de la nación, mediante la agrupación de los individuos y de los gremios dentro de partidos políticos, se podrá trabajar mejor, y más eficazmente, por una Venezuela democrática y civilizada, en posesión de su gran destino de pueblo libre”.
Rómulo Betancourt se vio obligado, el 18 de octubre de 1945 –por la obsecuente actitud de los causahabientes del gomecismo de impedir la democracia y la expresión de la voluntad popular– a liderar un golpe de Estado, que se convirtió luego en revolución al instaurar, por primera vez en Venezuela el voto universal directo y secreto, permitiendo así que, tanto los analfabetas como las mujeres, pudiesen opinar sobre los destinos de la nación. Así mismo se abrieron las compuertas para la educación de las grandes masas populares, la erradicación de enfermedades endémicas, la sustitución del rancho por viviendas populares dignas y el progresivo control por parte del Estado de nuestras principales riquezas básicas.
Después del golpe de Estado de 1948, que derrocó al presidente Rómulo Gallegos, volvió a exiliarse en Cuba, Costa Rica, Estados Unidos y Puerto Rico. De esta época data su obra más importante: Venezuela, política y petróleo.
Regresó a Venezuela en febrero de 1958, asumió la dirección de Acción Democrática y fue elegido presidente de la República en los comicios de diciembre de ese año.
Durante su período presidencial (1959-1964) se enfrentó a una grave crisis fiscal y económica y a un importante movimiento de guerrilla, financiado por Cuba, al igual que con los causahabientes de las dictaduras de derecha que intentaron un magnicidio frustrado que le costó la vida al Jefe de su Casa Militar. Ese atentado fue financiado por el dictador Rafael Leonidas Trujillo desde la República Dominicana.
Betancourt tuvo el mérito de haber entregado el poder, por primera vez en la historia de Venezuela, a otro presidente electo por voluntad popular y lo hizo con su compañero de partido y de generación Raúl Leoni Otero.
Después de dejar el cargo en manos de su sucesor, Raúl Leoni, se marchó a Suiza para no interferir en los asuntos de Estado y, transcurridos dos períodos presidenciales, cuando todo el país creía que iba a optar a una segunda candidatura presidencial, sorprendió a Venezuela y al mundo al anunciar que no optaría de nuevo a la Presidencia, para que se produjera la necesaria renovación dentro de su partido y en el país.
A los 112 años del nacimiento de Rómulo Betancourt, Acción Democrática ratifica su solidaridad con su pensamiento y para ser consecuentes con esos ideales ha decidido trabajar, como en efecto lo está haciendo, en la modernización de las tesis políticas del partido para ponerlo a tono con los nuevos tiempos, como siempre entendió Betancourt que se debía actualizar el pensamiento socialdemócrata en Venezuela. Igualmente AD trabaja, denodadamente, en función de unas elecciones presidenciales libres, con garantías para la sociedad y con observación internacional, para producir el cambio progresista que anhela toda Venezuela e impedir la entronización en el siglo XXI del régimen comunista que bajo el liderazgo de Rómulo Betancourt derrotamos en el siglo XX.