OPINIÓN

Vida de perros

por Antonio Guevara Antonio Guevara

Los miembros de la tertulia ya habían despachado el rutinario café en la panadería del IPSFA bien temprano. Después de estimularse en las preliminares de las noticias que abrían el panorama informativo del país, salieron en combo a matar el resto de la mañana en una caminata que los terminaba de despertar, más por los temas que por los efectos de la cafeína. Los apagones, el viaje de Maduro a China, las elecciones primarias de la oposición y el inevitable asunto de la precariedad de la pensión y otros fondos socioeconómicos de los militares. Así se derretían todos los finales de las mañanas en esos amplios espacios entre el paseo Los Ilustres y Los Próceres. Fantaseando con un país que se les escapó de las manos en sus gloriosos momentos de actividad y con una institución militar que no defendieron en sus etapas de jefes con poder. Embutidos en unas licras inoportunas y cómicas que acentuaban demasiado la ausencia de masa muscular en general, asistían a esa jornada física del paseo Los Próceres más por la actividad de entrenamiento de la lengua que por ejercitar las extremidades y el resto de la aporreada y depauperada fisionomía. Hasta la hora del almuerzo en que desmontaban el campamento retórico e iniciaban una marcha de aproximación hasta el verdadero puesto de comando del retirado: el hogar. Sus cuarteles de invierno.

A un lado del paseo, frente al Círculo Militar vieron el inigualable e histórico LTD Landau pulido y reluciente como siempre, y a todos los asaltó la misma emoción de conversar con el general y ponerse al día, mucho más allá de los históricos habladores de pistoladas en el gremio – ellos mismos incluidos – y los desacertados análisis de los militarologos fast track que pululan desorientados en las redes sociales. De inmediato se comisionaron en una afanosa búsqueda que los llevó hasta toda la magnífica sucesión de fuentes, plazoletas y ninfas en piedra artificial, caminerías internas con bajorrelieves maravillosos en piedra artificial y mosaicos precisos que hacen de esa obra del arquitecto Luis Malaussena en honor a los héroes de la independencia, un lugar especial en Caracas, en la institución armada y en la conciencia de todos los militares venezolanos. Desde el patio de honor de la Academia Militar de Venezuela, pasando por el conjunto escultórico de la Vigilia del Soldado, y Los monolitos, hasta Los Próceres para engranar con el paseo Los Ilustres, Los Símbolos, Los Precursores y se cierra en Las Tres Gracias, todo eso en el sistema La Nacionalidad que se abrocha magistralmente frente a la Universidad Central de Venezuela. Ese recorrido lo hizo el grupo misionados en patrulla de reconocimiento, hasta que encontraron al general disfrutando el paseo matutino de sus dos perros a la altura de los corredores, las pérgolas y las marquesinas del espejo de agua, y el pedestal de mármol con la alegoría a los símbolos patrios. Una magnífica y consentida bulldog francés con cara de pocos amigos y un aristocrático y distante pug carlino de fáciles aguas y levantando la pata en todo momento a quien se le acercara. La perra estaba en celo y el general se mantenía ojo avizor con el macho que no dejaba oportunidad para oler y prepararse para el salto de la cópula.

Después de sentir que las pulsaciones estaban en niveles de normalidad le entraron de frente a la conversación, dejándole la iniciativa y el derecho de palabras al general mientras este lidiaba con los efectos del celo de su mascota frente a los asedios del carlino. «Les tengo una noticia que no los va a dejar sin opinión. Ustedes saben la ruta de la crisis venezolana. La crisis de la corrupción llevó a la crisis moral, está a la económica, luego a la política, después a la social y por último a la militar. Todas esas crisis tienen un referente principal y un desenlace. Para ser más breve les diré que en términos de la económica el viernes negro en 1983 es un hito que reventó el bolsón de pus militar del 4 de febrero de 1992. Una de las medidas que manejó el gobierno del presidente Luis Herrera en ese entonces, para enderezar la economía, fue la intervención del IPSFA. Esa decisión misteriosamente desapareció del paquete de ajustes de ese entonces. Nadie supo porque se asomó en esa oportunidad y menos como desapareció de la lista de mercado presidencial del viernes negro. El punto es que la previsión social de los militares siguió desaguando sin control y desde 1999 es un hueco negro inauditable que deja pálidas las cifras que se acaba de raspar el incorpóreo Tareck el Aissami y su combo, en Pdvsa. La intervención sigue vigente, el régimen quiere hacerlo por razones financieras, pero no puede ni debe hacerlo por argumentos políticos y militares. Es la caja chica de los uniformados rojos con vales al portador como también lo fue antes de 1998. Y la idea en un sector de la oposición ha tomado bastante cuerpo con justificaciones financieras, políticas y militares. Se quiere, se puede y se debe. Y si se hace va a convertirse en un verdadero terremoto dentro de Fuerte Tiuna. Obviamente hay que hacerlo desde el poder, pero ¿debe o no debe convertirse en una bandera electoral? He allí el dilema». El general hizo un break de aliento y de esfuerzos para separar una embestida de apareamiento con ojos puyúos del pug carlino hacia la bulldog francés que estuvo a punto de coronar en el objetivo si no hubiera mediado el oportuno tirón de la correa, dejándole el sable canino desenvainado pero listo para presentar armas nuevamente. «Echen números de todos los recursos que se han girado contra eso que llaman Negro Primero y toda la parafernalia que orbita en torno a las empresas militares que se han creado desde 1999 hasta hoy, con rendimiento sin destino. Pdvsa y la corrupción del libanés quedan como una concha de ajo. Me voy, estos dos perritos y sus sofocos sexuales me cargan loco. Tengo otras decisiones militares para la provisionalidad y la transición. Después hablamos.» Mientras se despedía, consentía y le daba algunos snacks y golosinas de recompensa a sus mascotas.

La única pregunta de cierre la disparó un tertuliano de la guardia nacional en plena despedida mientras el general y sus mascotas se enrumbaban hacia el LTD Landau. Mi general ¿por qué no deja que la monte? .-No es un buen cruce y esos cachorros que saldrían no generarían muy buen pedigrí. Los veterinarios no lo recomiendan. Cuestiones de carácter y de orígenes.

¿Y cómo se llaman? .-El pug carlino se llama Diosdado y la bulldog francés responde al nombre de Delcy. ¡Vainas de mi mujer!

El mismo guardia nacional de la pregunta postrera, una vez que se hicieron las despedidas de rigor selló la jornada antes del almuerzo con un remate lapidario: «Los perros del general viven mejor que todos los militares retirados».