«si yo pinto mi perro exactamente como es,
naturalmente tendré dos perros, pero no una obra de arte.
Johann Wolfgang Goethe
Siempre creí que Víctor Guédez era un acorazado, es decir, un ser de temple, de idas claras y dueño de un lenguaje cautivador capaz de surcar airoso los perturbadores océanos de la cultura, pero al conocerlo mejor, al leerlo y escucharlo hablar en público o en privado supe que además de caminar sin tropiezos por los enrevesados caminos del arte y la cultura es atleta experto que trota a campo traviesa por la gerencia social. Es master de Responsabilidad Social Corporativa de la Universidad de Barcelona (¡me refiero a Barcelona, España!), consultor del Centro Regional para la Educación de Latinoamérica y el Caribe, entre muchas otras responsabilidades y autor de más de veinte libros. Mencionar su nombre significa nombrar a la Universidad de Guadalajara, a la Simón Bolívar y confieso que gracias a su libro Gerencia social para aprender a vivir juntos estoy aprendiendo a vivir conmigo mismo. En definitiva, ¡Víctor Guédez es un acorazado Potemkin!
Fue Flaubert quien dijo: ¡Qué sabios seríamos si leyésemos bien cinco o seis libros! No hay que ir tan lejos porque Oscar Todtmann editores acaba de publicar con breve pero excelente prólogo de Luis Pérez Oramas El arte dentro del marco y el aforismo frente al espejo de Víctor Guédez (400 páginas), un libro extraordinario y sorprendente que no solo recoge 2.000 aforismos brotados de 850 mentes esclarecidas, sino que ofrece valiosas y cautivadoras variaciones sobre el tema del aforismo que revelan que es atemporal, amplía la conciencia, promueve una cosmovisión, actúa como espejo y asume el desafío del autorretrato.
La clave del libro la ofrece el propio autor. «Cuando hablamos de colocar el aforismo frente al espejo perseguimos que el se vea a sí mismo desde sí mismo a partir de dos estrategias: una es la de relacionar lo que distintos artistas, escritores y creadores dicen acerca del aforismo, es decir, que expresen aforísticamente lo que es un aforismo. La otra estrategia es la de reunir una serie de aforismos que hemos redactado para establecer el propio significado del aforismo».
Espléndidos regalos, porque me atrevo a sostener que si leyéramos con intensa y deleitosa atención cada uno de los aforismos rescatados por Guédez; si nos sumergimos en las profundidades de lo que ellos intentan o se apresuran a decir, nos habremos acercado al anhelo del autor de Madame Bovary.
Guédez atrapa de inmediato al lector porque reconoce la dificultad de definir lo que es un aforismo, que por definición él mismo es una definición indefinible. No obstante, dice Víctor, «el aforismo ha motivado inspiraciones poéticas, literarias, filosóficas y conceptuales. ¡Es bueno, digo yo, el de Goethe que encabeza estos comentarios!
A partir de aquí, ningún lector puede dejar el libro de Víctor Guédez abandonado en la silla o sobre la mesa porque como devorador de libros ha quedado anclado y al mismo tiempo extraviado en los confines de las definiciones, pero celebrando el descubrimiento de que el aforismo conduce a la humildad y a la sabiduría. Víctor va más lejos y establece que el aforismo muere por sus excesos más que por sus carencias (¡es un aforismo suyo!) y sostiene en palabras sabias que en el aforismo, al igual que en todos los ámbitos del quehacer humano, el grado máximo de realización se alcanza con el supremo dominio de lo sinóptico, es decir, con la cristalización de lo primordial, lo inconmensurable, memorable e intransferible y explica que es inconmensurable por cuatro atributos: la brevedad, la sustancialidad, la resonancialidad y la autosuficiencia: la brevedad alude a lo lacónico y corto de su extensión; la sustancialidad, escribe Víctor, remite a lo esencial, a lo medular, a lo sustantivo del mensaje. La resonancialidad se inscribe en la naturaleza generativa, en el poder de convocar múltiples ideas potenciadoras y creativas y la autosuficiencia indica que el aforismo se sostiene por sí mismo.
«El arte dentro del marco y el aforismo frente al espejo» es de lectura apasionante porque no solo navega y se apoya en un lenguaje propio y cautivador sino que amplía nuestra conciencia. Víctor asegura que el aforismo aviva nuestro asombro y promueve una cosmovisión porque puede inscribirse en una conciencia ampliada y generalizadora de responsabilidad ante nosotros mismos, ante el otro, ante la sociedad, ante el mundo y ante Dios.
El trabajo de Guédez es notable y asombroso. Reunió en su libro, además de su personal visión sobre el aforismo; visiones aforísticas sobre el aforismo; centenares de aforismos sobre el arte, el artista, la obra de arte y la crítica de arte. ¡Un libro único! ¡Un tesoro bibliográfico!
Pero la sorpresa que Guédez le tiene guardada al lector es esta: ¡todos somos aforistas! Dice que como seres humanos repetimos, recreamos, inventamos, parafraseamos o adulteramos ideas que atienden a las cualidades propias de un aforismo. Y antes de registrar los miles de aforismos que integran el libro, enumera algunos nombres de mentes iluminadas que han cultivado la forma aforística.
«El arte dentro del marco y el aforismo frente al espejo», la espléndida investigación de este tocuyano irrepetible que pasó años leyendo con intensa atención las obras de innumerables autores, se mueve ansiosa por encontrar a sus lectores dejándolos atónitos porque termina el texto afirmando que el aforismo «es una infinitud que sugiere el espejismo de una finitud». Este libro maravilloso que puede hacer de cada uno de nosotros seres más sabios, solidarios y tolerantes si nos detenemos en todos y en cada uno de los aforismos que lo integran y nos hundimos en la reflexión que ellos suscitan concluye, para regocijo del Acorazado Potemkin y del inesperado y estremecido parpadear de sus lectores, con un nuevo y desconcertante eufemismo: ¡el de su propia finitud!