OPINIÓN

Víctima de un celular hackeado

por Sergio Monsalve Sergio Monsalve

Identidad desbloqueada pertenece a la escuela de Corea del Sur, una de las industrias más rentables en el mundo, con autores de la talla del creador de Parasite y series de impacto como El Juego del Calamar.

Por algo, Identidad desbloqueada se ha colado rápido en el top ten de Netflix, siendo la película de suspenso más vista, desde su estreno en la plataforma, el 17 de febrero.

Como dato, la actriz Chun Woo-hee protagoniza la historia, acerca de una chica que pierde el celular, que necesita de una terapia de ayuno digital, y que por su descuido, sufre el inclemente acoso de un “stalker”, quien le robó su aparato móvil, cuando a ella se le cayó en un autobús.

Chun Woo-hee es una de las estrellas de su país asiático y fue musa de Bong Joon-Ho en la cinta de culto titulada Madre.

Recuerden que Bong Joon-Ho ganó la Palma de Oro de Cannes y el Oscar por el suceso de Parasite, un filme cuya estética se percibe en el diseño de producción de Identidad desbloqueada, amén de sus calles angostas, de sus casas antisépticas y de sus familias aparentemente funcionales, en las que se esconden problemas de soledad, alienación, desigualdades y conflictos edípicos no resueltos.

El detonante de la trama es la suplantación de la identidad y el hecho de sentirnos víctimas de pequeñas conspiraciones que se cometen, como delitos cibernéticos al amparo de las nuevas tecnologías, fraudes informáticos de estafadores seriales.

Por ende, a lo largo del metraje se respira un clima de paranoia, de acecho y de terror psicológico, por la vulnerabilidad de un sistema de redes sociales que un día puede venirse abajo, por la intromisión de un hacker psicópata, carente de empatía.

El villano se muestra como el mal ejemplo del joven anómico de nuestros días, del chico “incel” abandonado y demasiado prepotente, para causar daño a personas inocentes que caen en su trampa, al verlo como un ser inofensivo y hasta de “buen tipo”, con un look que irónicamente remite al de un miembro de “BTS” o de cualquier boy band del fenómeno cultural de K-Pop.

Por tanto, es un clásico llamado de atención, con visos moralistas, para que usted no sea el próximo perjudicado por un caso así de “fishing”, de pesca personalizada en el acuario de las aplicaciones y los smartphones.

El largometraje tiene un par de inconvenientes: hay lagunas no poco forzadas en la escritura veloz de su libreto, y una cierta cantidad de misterios que se explican con obvias interpretaciones freudianas, en lugar de permitir que la historia avance al ritmo ambiguo de los colosos del género, entre el pasado y el presente.

Valga la comparación con la reciente obra maestra Decision to leave, en la que el coreano Park Chang Woo convierte un material similar en uno de los thrillers más intensos, sugerentes y enigmáticos de su carrera.

En tal sentido, Unlocked parece literalmente la obra de un realizador anónimo de serie b, que saquea con destreza técnica la identidad de los genios que lo inspiran y preceden. Un director sí con mucho oficio y capacidad de despertar inquietud, con los recursos modestos que maneja, pero que todavía está a años luz de los duros de su generación.

De ahí que Identidad desbloqueada evolucione de manera irregular en sus estiradas dos horas de duración, que tranquilamente se comprimen en menos. Tema de edición y de especulación con el tiempo.

Así y todo, la película supera el promedio de Netflix en la actualidad, con aquellas comedias inmirables y cringe como Tu casa o la mía, de las que no das crédito y cambias a los diez minutos.

Ojo, que también la de Ashton Kutcher va de incomunicaciones y relaciones tóxicas a distancia, aunque con el tono de una comedia desfasada de una televisión acartonada, inverosímil por su repetición de clichés al servicio de un star system en horas bajas.

No es el único caso, pues también lamentamos el remake de Adivina quién vino a cenar, llamado You People, adaptado sin convicción por unos actores que se suben al carro de la inclusividad, para no perder vigencia, al precio de neutralizar su gracia y su carga más políticamente incorrecta como Jonah Hill y Eddie Murphy.

Convengamos que la comedia romántica atraviesa uno de sus peores momentos en la historia, a consecuencia de su timidez y su instrumentación por parte de agendas que la desactivan.

Cada chiste está milimétricamente calculado, así que la autocensura terminó de opacar al humor en su proyecto de desmitificación.

Un efecto negativo de los tiempos que corren.

Por su lado, Identidad desbloqueada al menos apuesta por elaborar una dramaturgia, que nos propone conversar sobre el impacto negativo que entrañan nuestras adicciones tecnológicas.

Un círculo vicioso que, en los términos del filme, no ofrece un final consolador, tampoco una salida falsa, feliz o condescendiente.

La película nos deja en conflicto y en estado de alerta, sumando coherencia.