Es conocida la debilidad de Cristina Fernández de Kirchner por el rock nacional y, especialmente, por su canción favorita: “Rasguña las piedras”. Cuentan sus vecinos que últimamente se la oye cantar en casa a voz en pecho. “Lo cierto es que estoy aquí / Otros por menos se han muerto / Maneras de vivir”. Los vecinos, asombrados, se preguntaban qué llevaría a la vicepresidente a cambiar Sui Generis por los españoles Leño.
Un vecino de oído particularmente fino detectó que a veces la vice cambia la letra original por esta otra: “Lo cierto es que estoy aquí / Otros por menos renunciaron / Maneras de vivir”. Y como además del oído, tiene fino el intelecto, le tomó poco tiempo atar cabos: el diario del 12 de agosto anunciaba la renuncia del vicepresidente paraguayo, Hugo Velázquez, y el retiro de su precandidatura a presidente en 2023. El motivo: Estados Unidos lo considera “significativamente corrupto”.
Apenas unos días antes se conocían las tres toneladas de argumentos de los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola en la causa “Vialidad”, en la que se acusa a Cristina Fernández de asociación ilícita y administración fraudulenta agravada. Pero la vice argentina, muy lejos de renunciar a su cargo, recusó a los dos fiscales de la causa y a dos jueces. Maneras de vivir.
Una de cal y una de arena
Al paraguayo Velázquez no le hizo falta que las acusaciones en su contra derivaran en causas judiciales, ni qué decir en juicio oral, que es la etapa más avanzada del proceso. La denominación de “significativamente corrupto” por parte de Estados Unidos fue suficiente para que renunciara.
Al justificar su decisión, ofreció una de cal y una de arena. Por un lado, anunció la cancelación de su precandidatura a las presidenciales de 2023; según él, el siguiente era el motivo: “Para enfocarme en preparar mi defensa y proteger el buen nombre de mi familia”. Es decir, por motivos estrictamente personales, no por el daño que causaría a las instituciones que un sospechoso de corrupción fuera candidato a la primera magistratura.
Por otro lado, afirmó: “La institucionalidad del país siempre debe estar por encima de cualquier asunto personal”. En última instancia, lo que cuenta es que estas palabras coinciden con sus acciones, es decir, con su salida del Ejecutivo. Y coinciden con las palabras y las acciones de Juan Carlos Duarte, asesor jurídico de la hidroeléctrica binacional Yacyretá, implicado en el mismo caso de corrupción: “Ya renuncié a mi cargo, es un cargo público y tengo que honrar las instituciones republicanas”. Maneras de vivir.
La imitación, a gusto del consumidor
Uno de los mecanismos más habituales en política, pero también uno de los más misteriosos, es la imitación. ¿Cómo se explica que unos países copien las instituciones de otros? ¿Cómo se entiende que algunos comportamientos de líderes políticos sean replicados en cadena por los de su entorno?
Y más sorprendente aún: en tiempos de Internet, en que nos enteramos al mismo tiempo de lo que pasa en nuestro país vecino y en otro situado en las antípodas, ¿cómo es que los políticos imitan mayoritariamente al país vecino y no a cualquier otro? ¿Sigue pesando tanto la cercanía geográfica, a pesar de los avances tecnológicos y los correspondientes cambios socioculturales? Al margen de especulaciones sobre los motivos, el hecho es claro: la imitación opera. Pero no lo hace en un sentido predeterminado: en gran parte de los casos, los políticos pueden elegir un modelo.
Velázquez parece haber elegido el de Raúl Sendic, en Uruguay: acusado por el Tribunal de Conducta Política de «proceder inaceptable en la utilización de dineros públicos» (realizó gastos personales con una tarjeta corporativa de la petrolera estatal), renunció a la vicepresidencia en septiembre de 2017. En una entrevista con Panorama Diez, el exvice afirmaría: “Cuando la situación se planteó a nivel de la justicia, yo decidí renunciar a mi cargo de vicepresidente de la República y concurrir como un ciudadano cualquiera a la justicia. Nunca tuve intención de ampararme en los fueros. Desde mi punto de vista, los fueros no deberían existir”.
Cristina Fernández, en cambio, parece haber buscado inspiración en Ecuador. Doblemente: por un lado, según fuentes cercanas a Rafael Correa, sería este quien maquinó la estrategia de proclamarse candidato a vicepresidente y seguidamente nominar al candidato a presidente. Fernández habría tomado la idea del ecuatoriano, aunque finalmente ella llevara la argucia a término y Correa se quedara en declaración de intenciones. La aprendiz supera al maestro.
A propósito de los fueros (a los que Sendic renunció junto con la vicepresidencia): es vox pópuli la hipótesis de que el empeño de Cristina Fernández en ejercer cargos políticos tiene precisamente que ver, más que con su ambición de poder, con el aforamiento que tales cargos le confieren.
Por otro lado, a la hora de lidiar con tribunales, Fernández vuelve a mirar a Ecuador. Primero, al propio Correa, que ha conseguido el estatus de refugiado político en Bélgica, es decir, una suerte de aforamiento que le permite evadir la condena en firme a ocho años de haber sido dictada por los tribunales de su país por cohecho. Segundo, a Jorge Glas, cuarto vicepresidente de esta serie en enfrentar acusaciones por corrupción. Mientras el ahora expresidente Lenín Moreno le retiraba todas sus funciones y el también expresidente de la Asamblea Nacional, José Serrano, declaraba que Glas debería dar un paso al costado, el vice se aferraba al cargo: “Renunciar a la Vicepresidencia de la República sería como aceptar mi culpabilidad cuando soy inocente”, tuiteaba. En efecto, Glas ingresó en prisión sin haber renunciado. Maneras de vivir.
El mensaje implícito
La canción que se oye cantar a Cristina Fernández es de las que tienen un mensaje implícito. Pero no se trata de las clásicas psicofonías satánicas del rock oscuro ni hace falta reproducir el vinilo al revés para oírlo. Es un mensaje implícito pero muy claro.
Primero: la justicia es corrupta y domina indiscutiblemente a los otros poderes. Esto queda demostrado por el hecho de que esos poderes no consiguen domesticar la tiranía del lawfare. Si la justicia es corrupta y domina el sistema institucional, el sistema institucional en conjunto es corrupto. Una oda fúnebre al Estado de Derecho, entonada por quienes se espera que sean los guardianes de su salud.
Segundo: si los tribunales juzgan al ciudadano y este no está de acuerdo con el veredicto, puede autorizarse a sí mismo a invertir el procedimiento: el ciudadano juzga a los tribunales. Ello implica, además, que el ciudadano está en posición de decidir quién puede juzgarlo, lo cual, a su vez, tiende a resolverse siempre del modo más obvio: el ciudadano determina que solo él puede y debe juzgarse a sí mismo. Y ¡albricias!, se declara inocente.
El mensaje recibido por la comunidad política internacional, inversores y ciudadanos tiene nefastas consecuencias en los tres ámbitos. Habrá quienes sufran esas consecuencias, quienes se inquieten sin padecerlas directamente, quienes luchen por revertirlas. Y habrá quienes se beneficien de ellas y sigan cantando a voz en cuello. Maneras de vivir.
Ariel Sribman Mittelman es politólogo y profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Estocolmo. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca. Especializado en la sucesión del poder y la vicepresidencia en América Latina.
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