Yo no había querido revelar hasta ahora, pero ya que los panas del TikTok Futuretimetraveller y Radianttimetraveler se atrevieron, yo me animé a confesar que soy también un viajero del tiempo. Vengo de futuro y sé lo que va a pasar, porque para mí todo lo que pasa ya pasó. Mucha gente piensa que en mis redes el «mar» de @laureanomar, viene de Márquez, pues no, viene de Marte, nuestro planeta vecino, porque yo siempre voy a Marte. Allí tenemos nuestras oficinas los viajeros del tiempo. Es más, yo visité Ganímedes.
«¿Y por qué no hablaste antes?», me espetará alguno. La misma pregunta que en el XX congreso del Partido comunista de la Unión Soviética (Moscú,1956, yo estuve allí) le hizo uno de los asistentes a Nikita Kruschev cuando denunció las atrocidades de Stalin, recién fallecido.
En ese instante el célebre dirigente soviético ni quita la mirada del pódium para increpar a la anónima intervención: «¡que se ponga de pie el que ha hecho la pregunta!». De más esta decir que nadie –¡ni Nadia!– se levantó. Fue entonces cuando Kruschev remató diciendo: «así, como estas tú, todo chorreado, así estaba yo» (obviamente lo dijo en ruso «я был дерьмом»).
Esto de ser viajero del futuro es para uno una tremenda responsabilidad, porque todo lo que uno diga puede cambiar el curso de las acciones. Revelar las verdades profundas del destino que ya está escrito puede hacer que éste se reescriba con lo cual, incluso uno, como viajero del tiempo, podría desaparecer.
Claro que podemos dar información, como lo hacen mis compañeros arriba mencionados, de cosas como catástrofes naturales que se avecinan, que permitan a la gente resguardarse. Por ejemplo, si un meteorito va a impactar Europa, uno lo dice para que la gente de ese continente se vaya por ejemplo a África para salvarse. Pero las consecuencias de las acciones humanas del presente nunca pueden ser reveladas por nosotros. Son las profecías que nos tragamos.
A nosotros nos mandan (somos agentes del gobierno federal planetario interestelar) a verificar que el futuro no se altere desde el hoy, salvo en aquellas cosas que pueden producir consecuencias irreversibles. En el caso de las acciones humanas las cosas son tan impredecibles que, tratando de hacer una gracia, puede salirle a uno una morisqueta.
Por tal razón, no nos está permitido actuar en esa materia. Además lo que parece en el momento un mal terrible, como nos sucedió con la caída del Imperio Romano, puede terminar siendo extraordinaria posibilidad de progreso futuro.
Claro que hay naciones, como una que yo conozco bien, que no importa lo que reveles del futuro que se avecina, porque nada alterará el curso de los acontecimientos. Son una suerte de burbujas temporales a las que nos envían para mantenernos seguros y protegidos de las inclemencias del tiempo y sus alteraciones.
En el caso de Latinoamérica, nuestro trabajo de mantener inalterado el futuro es bastante sencillo, porque, como diría Camilo Sesto (quien por cierto –mucha gente no lo sabe– inauguró antes de partir un restaurante de chupe en Perú con su apellido): por estos lares, «siempre se repite la misma historia».
Artículo publicado en el diario TalCual
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