OPINIÓN

Viaje al fondo de la noche

por Fernando Rodríguez Fernando Rodríguez

Se puede imaginar –a lo mejor hasta es una premonición muy razonable- un panorama más desastroso para la oposición venezolana, pero no es fácil. Hemos llegado a un llegadero muy hondo con las benditas elecciones regionales, es posible que sea de los más profundos de estas dos décadas largas de oscuridad.

Pero no es solo, ni siquiera primordialmente, por los indeseables resultados numéricos de la elección, sino por la apoteosis de los vicios morales y políticos opositores, inducidos y cosechados durante mucho tiempo y que acaban de evidenciarse inequívocamente.

Ante todo hablemos de aquellos que habían decidido una política pragmática, cohabitar de diversas maneras con los tiranos para tratar de encontrar un camino largo y serpenteante pero realista, distinto al mantra budista de Guaidó, dado por muerto -elecciones pulcras y adelantadas para la Presidencia- sustituido por una nueva estrategia que fuera cosechando muy terrenalmente mayores o menores mejoras de la institucionalidad cuando los dioses quisiesen. Estas elecciones serían la primera recolección de resultados.

Ya sabemos que esta apertura le permitió al gobierno en un primer acto constituirse una oposición propia, la mesita, con algunos minipartidos e individualidades que vegetaban sin destino por allí y que intentaron ser fallidamente una buena careta para tratar de limitar y degradar a la oposición mayoritaria. Paralelamente se hicieron de unos pocos mercenarios en los partidos de la MUD para que realizaran tareas muy sucias y bien pagadas con cobres y cargos, como defender en Europa a Saab o agredir a sus compañeros de ayer. Partieron en dos la Asamblea democráticamente electa en 2015. Y, por último, la innombrable división de los partidos opositores, incluso algunos socios suyos de añales, en dos pedazos dándole a la parte comprada la tarjeta electoral, el nombre y los emblemas tradicionales de los partidos. Un verdadero crimen electoral. Toda esta macabra operación en lo inmediato dio resultados pobres, insignificantes, no hubo oposiciones, en plural, como se pretendía. La mejor prueba es el diálogo de México que no tomó en cuenta tanta villanía. Los noruegos son gente seria.

Hasta que plasmó una corriente más acreditada, dirigida supuestamente por Henrique Capriles y que logró convencer al resto de la MUD, muy precariamente en el caso de la alta dirigencia de Voluntad Popular, de ir a las elecciones regionales convocadas por Maduro, supuestamente porque se conseguirían condiciones electorales muy mejoradas. Ya sabemos que no fueron muchas y quizás la más importante, la Misión de Observadores de la Unión Europea, que sería la garante mayor del nuevo horizonte, tuvo que sufrir los más desmesurados insultos gubernamentales porque en su informe preliminar registró todas las tracalerías del gobierno con el mayor rigor y objetividad. Luego vino la apoteosis, el fraude de Barinas, tan escandaloso como los crímenes electorales de Ortega y señora en Nicaragua, que parecían inigualables.

Todo esto dio lugar a que ni el más agudo analista puede medir con un mínimo de exactitud lo que hay de auténtico y de contrabando insano en las posiciones de la supuesta nueva era, la de los políticos rudos que se ensucian las manos cuando es necesario, de Capriles a Fermín, con diferencias esperemos, grandes. Pero difícil de cuantificar.

Y como si fuese poco esa descomposición moral de la oposición, que no se sabe bien quién tiene un cuchillo escondido, al canciller del gobierno de Guaidó, Borges, después de un largo ejercicio del cargo, se le ordenó dar por muerto al gobierno interino, partir la MUD con las acusaciones más subidas, básicamente romper con Voluntad Popular, para que el desorden y la indefinición política se hiciese total. Estamos en medio del caos. Algunos ilusos piensan que de ese mare magnum podría salir una mutación genética opositora ahora sí efectiva, por supuesto la suya.