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Viacrucis entre pasiones y política

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Foto EFE

“Nuestras grandes democracias todavía tienden a pensar que un hombre estúpido es más propenso a ser honesto que un hombre inteligente, y nuestros políticos se aprovechan de este prejuicio al pretender ser aún más estúpidos de lo que la naturaleza los hizo”. Bertrand Russell

La complejidad y la intersección de emociones y decisiones políticas en el contexto de las postulaciones presidenciales se adentró en la Semana Santa, hecho que invita a la reflexión y sugiere un camino lleno de desafíos y esperanzas. Y es que, en el contexto de las recientes inscripciones de candidatos presidenciales en Venezuela, el proceso electoral se ha convertido en un verdadero viacrucis para la nación. A través de esta metáfora, exploraremos por qué este camino político es tan complejo y lleno de desafíos.

El Viacrucis original representa el doloroso recorrido que Jesús hizo hacia su crucifixión. En el ámbito político, la candidata legítima de la oposición venezolana también enfrenta un camino lleno de obstáculos y emociones intensas, así como los designados para representarla en este proceso electoral de cara a la inhabilitación de hecho que pesa sobre ella. Así las cosas, las pasiones políticas se entrelazan con las emociones personales, creando un escenario complejo. Cada paso que dan está cargado de significado y consecuencias. Como en el amor, hay momentos de euforia y desilusión. Candidatos advenedizos luchan por exhibir que se han ganado el corazón de la nación, pero también deben enfrentar la crítica, la competencia y las expectativas propias de la candidatura legitimada en una primarias impecables y alentadoras.

Los primeros candidatos inscritos o postulados con la venia amorosa, lucen como amantes despechados en busca de la aceptación de la ciudadanía. Cada uno ofrece su visión, promesas y sueños. Los votantes, como enamorados cautelosos, evalúan sus opciones, entre la que sobresale una, sí, única e irreductible. Al igual que en el amor, hay desengaños. Entre los primigenios inscritos, las promesas incumplidas, los escándalos y las traiciones pueden romper ese vínculo emocional que los une con base a un acuerdo que habría sustituido al de Barbados. Los corazones de los votantes laten más rápido cuando encuentran un candidato que les inspira confianza, con mayor razón cuando en cayapa tratan de impedirle el ejercicio de sus derechos políticos y electorales, así como la materialización de su legítima aspiración a la presidencia de la República, hablo de María Corina Machado, que para pesar de muchos se mantiene incólume, sin que aquellos que la seguimos nos sintamos defraudados por sus recientes decisiones para ser representada, al contrario, nos enorgullece su valentía y determinación.

En el Viacrucis original Jesús cargó con la cruz hacia su destino final. En este Viacrucis político, la esperanza de un país mejor también está en juego. Los ciudadanos depositan sus expectativas en los candidatos. ¿Quién llevará esa carga? ¿Quién será crucificado por no cumplir con esas expectativas? La esperanza puede ser frágil y dolorosa. Cuando los líderes no están a la altura, la crucifixión simbólica de la esperanza se convierte en una realidad. Los candidatos, todos sin excepción, como protagonistas de esta historia, deben enfrentar su propio calvario mientras buscan liderar una nación. La pregunta persiste: ¿quién será el redentor en este camino? Solo el tiempo y los votantes lo dirán.

Pero el Viacrucis no termina en la crucifixión. Después viene la resurrección. En política, también hay oportunidades de redención. Los candidatos pueden renacer, aprender de sus errores y ofrecer un nuevo camino. Así como Jesús emergió de la tumba, los líderes pueden encontrar la fuerza para superar los obstáculos y redimirse ante el pueblo. De hecho, Manuel Rosales como que anda en esa onda, buscando redimirse a toda costa. Pero todos sabemos que la voluntad de cambiar debe ir más allá de las palabras. Los líderes deben demostrar su compromiso a través del servicio al pueblo. La redención ha de manifestarse en acciones concretas: mejorar la educación, la salud, la seguridad y la economía. La resurrección política implica humildad, aprendizaje y la voluntad de cambiar. En última instancia, el amor por la patria debe prevalecer. Más allá de las rivalidades y las luchas, todos los candidatos compartirían un amor por Venezuela. Quizás, en ese amor compartido, encuentren la fuerza para superar este Viacrucis y guiar al país hacia un futuro mejor.

En este Viacrucis político, la figura de María Corina Machado brilla como una estrella de esperanza. Su valentía, tenacidad y compromiso con la democracia han dejado una huella imborrable en la historia venezolana. Como la Virgen María sosteniendo a su hijo en el Viacrucis original, María Corina sostiene la esperanza de un país renacido. Su imagen es la de una líder incansable, una voz que se alza contra la adversidad y una defensora apasionada de la libertad. Que su luz nos guíe en este camino tortuoso. Que su amor por la patria inspire a otros a seguir luchando. En medio de la oscuridad, María Corina Machado es la estrella que nos recuerda que la redención es posible, que la resurrección política puede ser una realidad. Que su coraje sea nuestro ejemplo y su esperanza, nuestra guía.

Así, en este Viacrucis entre pasiones y política, recordemos que incluso en los momentos más difíciles, hay una luz que nunca se apaga. Frase que nos invita a recordar que, incluso en los momentos más oscuros y desafiantes de la política venezolana, siempre existe una chispa de esperanza que nos guía y nos impulsa a seguir adelante, hasta el final. Es un llamado a mantener la fe y la determinación en medio del Viacrucis político que estamos viviendo.

 

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