OPINIÓN

Vete ya o quédate para siempre 

por Julio César Arreaza Julio César Arreaza

 

Verificados 21 años de oprobio contra una nación a la que se le demolió el edificio republicano, a la que se le expropiaron la soberanía popular y las condiciones de vida digna, todavía escuchamos las insidias de los badulaques de siempre contra los que exigimos y actuamos para el “vete ya”. Se ha comprobado hasta la saciedad la violación sistemática de los derechos humanos por parte de la usurpación.

Por Dios, resulta indignante seguir soportando a los que hacen ascos contra la vía rápida, cómo pueden ser tan indulgentes e indiferentes –será que no corre sangre caliente por sus venas– ante el sufrimiento espantoso y larguísimo del pueblo venezolano. Se han ganado de sobra el calificativo de cohabitadores. No cabe duda acerca de los intereses crematísticos que los mueven o la posición mezquina de no ver más allá de sus propios intereses. Incluso, a los que pontificaban sobre el horror del “vete ya” de los primeros tiempos se les vio la costura. En 2002 el pueblo, reunido en número que rompió marcas mundiales de movilizaciones populares, exigió contundentemente la salida de Chávez luego de que este se colocara alevosamente al margen de la Constitución.

Aquellos que a lo largo del camino de esta lucha dura y sostenida contra el narcorrégimen se quebraron y decidieron claudicar y rendirse, no les asiste ningún derecho de pedírselo a una sociedad que se  ha mantenido firme en sus principios republicanos. Algunos que otrora fueron dirigentes con influencia y convocatoria han asumido hoy la derrota, que se perdió la guerra y no hay más nada que hacer, y por tanto se lanzan a participar en una farsa electoral buscando entrar por la rendijita que le abre la usurpación, estrategia que le permitiría al neozapatero Borrell blanquear la mala reputación de los impresentables. En los planes socialistas se pautaron la destrucción de la democracia y el desmontaje de todo el sistema electoral que elige, lo que se ha cumplido a pie juntillas y se traduce en que jamás cederán el poder por las buenas.

El liderazgo que tomará el testigo en la lucha por la libertad es aquel que privilegie la defensa de los principios y valores con apego a la verdad. Estamos hablando de la roca sólida que impida la penetración de infiltrados, como ha sido el caso del vicepresidente de la AN, que formó parte del núcleo central del interinato. Su papel ha quedado claro como factor efectivo en el bloqueo de estrategias dañinas a la tiranía.

El territorio nacional está ocupado por 30 grupos criminales que abarcan 214 municipios de los 335, 70% del territorio, no existe soberanía nacional ni Estado de Derecho. Nos parecemos a Somalia. Se le dio puerta franca de penetración a Cuba, Rusia, Irán, Siria, Turquía y China.

El liderazgo tiene que hacer lo que hay que hacer. Trabajar duro para demostrar la amenaza que constituye la ocupación de nuestra geografía para la seguridad hemisférica. El sistema de expansión de las mafias expresa la guerra en movimiento que busca atacar a los países vecinos y a Estados Unidos.

El liderazgo que queremos en la dirección política tiene que exhibir todos los elementos de principios, de política y de geopolítica, para justificar ante nuestros principales aliados: Estados Unidos, Holanda, Brasil y Colombia, la amenaza cierta hemisférica que constituyen los aliados del eje del mal.

La mejor manera de defendernos en esta guerra fatídica es con la Operación de Paz y Estabilización que derivará en la liberación de nuestro país. El trabajo se centra en persuadir a las fuerzas dubitativas de Occidente y acoplar la fuerza interna con la externa.

El país tiene solución y jamás nos rendiremos. Nacimos para ser libres. De este lado tenemos la potencia espiritual que deriva de las convicciones profundas arraigadas en cada ciudadano, para acabar con la invasión que nos tiene sometidos. No promovemos otra invasión sino, como hemos dicho, la coordinación de nuestras propias fuerzas con las de Occidente para crear la amenaza real que lleve al régimen a encontrarse con la barrera que lo obligue a ceder.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!