Un campeón que nunca dejó de creer
La victoria en extremas circunstancias del piloto holandés Max Emilian Verstappen sobre un imbatible y campeonísimo Lewis Hamilton me hizo reflexionar sobre el desastre político venezolano y la tarambana oposición a la dictadura –con sus excepciones– que tenemos. Para lograr vencer al mejor automovilista de todos los tiempos se necesitó destreza, paciencia, convicción, profesionalismo, compañerismo y casi perfección en el trabajo en equipo.
Verstappen, además, pese a estar en un momento dado hasta 19 segundos por detrás de Hamilton, jamás dejó de creer ni se rindió. Pudo sentirse derrotado, pero no lo hizo.
Por eso hoy es el campeón de mundo, por creer.
El ofuscado Iluminismo de Kant
Las milagrosas condiciones que permitieron la victoria de Max merecen no un artículo de opinión, sino una película, un libro de metafísica o una serie de sesiones espiritistas. Fue increíble, un acto de magia. La Mercedes, escudería del excampeón Hamilton, heredera alemana del Iluminismo de Kant, que obviamente no entiende de eventos sobrenaturales ni de brujería, no pudo dar crédito a lo que estaba sucediendo y se ofuscó con la derrota.
Todavía está ofuscada y pasará así mucho tiempo porque perder el tan codiciado campeonato del mundo de Fórmula 1 en la última vuelta del campeonato debe ofuscar a quien sea.
Incluso a una leyenda viviente como Hamilton.
La lección de Verstappen a Venezuela
Quien sí dio crédito a los eventos y nunca dejó de creer fue Verstappen, por eso logró el milagroso triunfo junto a su equipo Red Bull. Hicieron todo lo técnicamente necesario para lograr el objetivo. Probablemente sin el milagro no habrían logrado la victoria, pero tampoco lo hubiesen hecho de haberse rendido (como la oposición venezolana), de haber desistido en su afán de ganar (como la oposición venezolana), de no haber hecho lo técnicamente necesario o si hubiesen dejado de creer (como la oposición venezolana).
Verstappen nos ha mostrado a los venezolanos que se pueden lograr los objetivos con dedicación, destreza, paciencia, convicción y sin dejar de creer.
¿Aprendemos de los campeones?
Sin convicción no habrá milagros
Es difícil ganarle a una tiranía genocida como la de Chávez y Maduro con un equipo compuesto por personajes tales como Manuel Rosales o Henrique Capriles, por mencionar solo dos y no entrar en polémicas de selección política. Los menciono porque fueron candidatos a la presidencia y ambos le hincaron la rodilla al dictador después de participar en las manipuladas elecciones. Rosales y Capriles son parte del problema y de la eterna derrota.
No hay campeones en la oposición venezolana, hay una manada de tarambanas cuyo gran regocijo es ser humillados por la tiranía.
Por eso no habrá milagros en nuestro caso.
La última vuelta del destino
Mi desilusión al ver la carrera y notar las razones del éxito del holandés fue descubrir que las falencias opositoras son muchas y muy variadas. No basta con tener coraje, voluntarismo e ímpetu para derrotar a los tiranos, hace falta mucho más que eso, hace falta planificación, destreza, esfuerzo, determinación, mucha convicción y nunca dejar de creer. La situación es tan grave que aún si ocurriese el milagro de la caída de Maduro, probablemente el G4 se encargará de retornarlo.
En cuanto a nosotros, a ti y a mí que no hemos dejado de luchar (ni lo dejaremos de hacer), los que nos queda es creer. Acaso el milagro ocurre.
Acaso estamos en la última vuelta de nuestro fatídico destino.
Yo sigo creyendo, creo en ti y en mí.