Bien sea que se considere un fenómeno planetario o consecuencia de la acción contaminante del hombre, o una combinación de ambas causas, la emergencia climática es un hecho y se manifiesta de muchas formas, entre las más visibles están las elevadas temperaturas que se registran en todas partes, en particular en el hemisferio norte donde están en verano, pero también en el sur con un invierno inusualmente caluroso.
Los incendios son consecuencia directa de estas temperaturas, que los vientos atizan y arrasan con bosques y centros poblados, causando verdaderas tragedias humanas y ambientales. También las inundaciones son consecuencias de acciones naturales y antrópicas, entre estas últimas la deforestación de las cuencas altas y de los bosques, que desnudan los suelos y permiten la rápida escorrentía de las lluvias y lo que antes bajaba lentamente en las quebradas y ríos, ahora desciende rápidamente, llevándose todo a su paso.
Las causas planetarias son de muy largo plazo, superiores al tiempo en que los seres humanos tenemos sobre la tierra, por lo tanto, es poco lo que hay que hacer para modificarlas; sin embargo, nos podemos arreglar para que sus efectos sean menos catastróficos y más llevaderos. Y como es evidente que también existen factores humanos, pues ser más inteligentes ayudaría a mitigar los efectos.
Para mitigar las consecuencias de la crisis climática y hacer nuestros lugares más agradables para vivir, se pueden hacer muchas cosas, la mayoría sencillas y de sentido común. La primera acción a realizar es plantar árboles, arbustos y extender las áreas verdes todo lo que se pueda. Avenidas y calles arboladas, bulevares llenos de sombras, hacer parques y plazas en cualquier lugar que lo permita, en terrenos vacíos, en el frente de las casas, en los solares. Llenar los balcones y terrazas de plantas, así como los porches y los huertos. Todos los espacios disponibles deben estar sembrados de árboles que den sombra o arbustos o cualquier planta que refresque el ambiente. La vegetación es el gran remedio, la mejor alternativa frente a estos calorones.
Esta es tarea de todos y el Estado en todos sus niveles debe dar el ejemplo, siendo los municipios los líderes en cada lugar. Los integrantes de las fuerzas armadas deberían estar en eso. Y cada persona sea niño o anciano, mujer u hombre, rico o pobre, todos debemos sembrar árboles, así como las empresas, las organizaciones civiles, las entidades religiosas, colegios y universidades, partidos políticos. Todo el mundo debería contribuir en esta tarea con el convencimiento que es lo mejor que se debe y puede hacer.
Hay demasiado cemento y asfalto en el mundo y su reducción es necesaria, por ejemplo, densificando las ciudades y reduciendo las extensiones en suburbios o urbanizaciones periféricas, que exigen más desplazamientos, más vialidad y mayor consumo de energía. La alternativa son ciudades con edificaciones de más altura y de vida más cercana, con barrios llenos de actividad vecinal. Edificios de 5, 6 o 7 pisos, con aleros sobre las aceras arboladas, con comercios y servicios en la planta baja, dan como resultado lugares llenos de vida comunitaria. Esa es la idea de la ciudad de los 15 minutos, donde todo queda cerca y accesible a pie o en bicicleta, o a un pedido por teléfono o Internet. La idea es tener lugares que inviten a pasear, sentarse a conversar y compartir una bebida.
Otro tema sencillo es reducir el ruido, pues su exceso contribuye a exasperar el ánimo de la gente. Con calor y ruido, contaminación sónica, la cosa se pone más pesada, la gente grita y se molesta. La música suave tiene el efecto contrario, pues tranquiliza y sosiega, pero parece que se extiende la moda de atraer clientes con equipos de sonido a todo volumen con música estridente. Eso es muy malo para la salud mental. Incluso estamos viendo cómo la música sacra que alimenta el espíritu contemplativo, está siendo sustituida por música escandalosa y las iglesias se llenan de brincos y saltos, como si Dios fuera sordo y necesitara hacerle maromas para llamar su atención. La combinación de calor y ruido no es buena para la salud mental.
Con ciudades verdes y de cercanía se reduce la contaminación ambiental por la disminución del tráfico de los vehículos que usan combustibles fósiles, y se adoptan el transporte público de calidad movido por energía eléctrica, el privilegio de las zonas peatonales y las ciclovías. Las ciudades saludables son caminables, con proliferación de áreas verdes, comercio vecinal, lugares de encuentro como cafeterías, bares y restaurantes, librerías y bibliotecas, parquecitos y toda clase de sitios para tener una banca donde sentarse a la sombra de un árbol o a la luz de un farol.
En estas ciudades se desarrolla mejor la economía humana, esa que satisface las necesidades humanas con poco consumo e insumos locales. La que promueve la artesanía y la pequeña empresa, los negocios familiares de los vecinos, donde la gente va a vender lo que hace, a comprar y a conversar. Son las tiendas atendidas por sus propietarios, que son parte de la comunidad. Es la convivencialidad, la vecindad, la comunidad cívica cotidiana en sabia combinación de tradición y vanguardia, pues las Tics son muy buenas aliadas de esta vida de cercanías, al privilegiar el trabajo en casa, el comercio de entregas a domicilio, los pagos de servicio a distancia, los estudios virtuales y otras facilidades.
La comunidad cívica es la gran protagonista de estos cambios, pero hay gobiernos locales que han entendido el cambio de paradigma que significa esta vuelta al lugar –la lugarización– y el abandono del modelo de ciudades extendidas, llena de autopistas y gigantescos centros comerciales, y promueven la revitalización de los centros tradicionales, o las comunidades aledañas, la producción local e incentivan toda clase se lugares de encuentro.
Pero también ha despertado la codicia de los grandes monopolios mundiales de la alimentación, como Coca Cola, Pepsi, Nestlé y otras, que van extendiendo sus tentáculos movidos por el afán de lucro y dominación, adquieren las viejas pulperías, tiendas de abarrotes o ultramarinos, para sustituirlas por las “tiendas de conveniencia” y sobre las cuales hay que estar alerta, pues son muy eficientes mecanismos de distribución de bebidas y comidas chatarra y de captación del ahorro local. Las más conocidas son 7-Eleven, Aurrera, OXXO, Círculo K, Carrefour, Día y muchas otras cadenas o franquicias.
La sabia articulación entre gobiernos locales, empresas, universidades y comunidad cívica produce un ambiente virtuoso que tiene la capacidad de producir lugares verdes y sostenibles, de alta calidad de vida.