OPINIÓN

Verdaderos héroes civiles

por Oswaldo Álvarez Paz Oswaldo Álvarez Paz

El Pacto de Puntofijo se firmó en la casa de Rafael Caldera que tenía ese nombre. Allí se echaron las bases de lo que significarían cuarenta años de democracia. Se firmó antes de las elecciones de 1958 ganadas por Rómulo Betancourt, quien cumplió a plenitud la tarea de hacer un gobierno de coalición con los partidos que apoyaron a sus adversarios. Unión Republicana Democrática (URD) tuvo como candidato a Wolfgang Larrazábal, apoyado además por el Partido Comunista. También fue candidato Rafael Caldera por Copei.

AD, URD y Copei dieron una extraordinaria lección de unidad en la diversidad. Vale la pena recordarlo. El gabinete estuvo integrado por valiosos ciudadanos propuestos por ellos y, por supuesto, la cuota mayor la tuvo el ganador Rómulo Betancourt. Copei propuso a tres compatriotas que cumplieron a cabalidad las tareas que asumieron. Lorenzo Fernández, ministro de Fomento; Víctor Giménez Landinez, de Agricultura y Cría; y Andrés Aguilar, independiente vinculado a la democracia cristiana, como ministro de Justicia. Los dos primeros formaban parte de la dirección nacional del partido y también del Escritorio Liscano dirigido por Caldera. En la historia de aquel tiempo, a pesar del olvido de algunos, sus nombres quedaron grabados como ejemplo y guía para las promociones posteriores.

Ya habrá oportunidad para hablar de todos ellos, pero en esta ocasión me referiré exclusivamente a Víctor Giménez. Se están cumpliendo 100 años de su nacimiento y, la semana pasada, llegamos a 60 de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, primer gran paso para el cumplimiento de una promesa hecha por todas las organizaciones políticas a lo largo de su existencia. Fue un mensaje claro, definido y directo para el siempre olvidado campesinado y para el sector agropecuario en términos generales.

A la ley aprobada por el Congreso, que llevaba la firma de Raúl Leoni, presidente del Senado, y de Caldera, presidente de Diputados, se le puso el ejecútese en el Campo de Carabobo. Entre otras personalidades estuvo presente el presidente de Estados Unidos, John Kennedy. Se trata apenas de una muestra de todo lo que Víctor Giménez hizo en esta etapa. Pero no fue lo único. Posteriormente se desempeñó como presidente del Instituto Agrario Nacional, estuvo muy vinculado a la creación y desarrollo del Fondo de Crédito Agropecuario y podríamos agotar muchas cuartillas describiendo su trabajo como asesor nacional e internacional en el área específica de su competencia.

Víctor Giménez ha sido uno de los grandes en la historia contemporánea. Por eso y por haberlo tratado personalmente, he querido rendir este testimonio de admiración y gratitud para quien dio mucho manteniendo una línea recta de conducta pública y privada. Los copeyanos de antes y los dispersos de ahora lo recordaremos siempre.

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