En medio del éxodo migratorio más grande de la historia venezolana, el recuerdo de figuras como Simón Rodríguez resulta más pertinente que nunca, no solo por su condición de migrante, sino por el profundo impacto que dejó en los países que lo acogieron, demostrando que un migrante puede ser también un generador de ideas, un reformador y un constructor de sociedades.
Tras salir de Venezuela en 1797, por temor a la persecución política por su cercanía ideológica con las ideas libertarias y republicanas vinculadas a la conspiración de Gual y España, Simón Rodríguez se instaló en Europa, donde vivió por más de 20 años. Allí observó de cerca los efectos de la Revolución Francesa y los debates sobre igualdad, derechos humanos y educación popular. Estas vivencias nutrieron su idea de una educación práctica y crítica para América Latina.
Fue en Europa donde Rodríguez reencontró a Simón Bolívar, y en ese escenario le transmitió sus ideas sobre la libertad y la igualdad. Y tal como el propio Bolívar escribió, “mi maestro me enseñó a pensar, no a obedecer”, la visión pedagógica de Rodríguez, sería determinante para el proyecto emancipador latinoamericano.
Rodríguez regresó a América en 1823, cuando sus ideas educativas no solo chocaron con las élites criollas conservadoras, sino que también inspiraron proyectos educativos en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, donde promovió escuelas de oficios, defendió el “niño preguntón” como protagonista de su aprendizaje y denunció el carácter elitista de las instituciones.
En su obra Sociedades Americanas en 1828, Rodríguez afirmaba: “Instruir no es amontonar palabras, sino enseñar a pensar y a obrar”.
Esta defensa de una educación popular y emancipadora se adelantó a su tiempo y permanece como un referente para los sistemas educativos contemporáneos en América Latina.
Más allá de su papel como educador, Rodríguez fue un migrante que no solo se adaptó, sino que propuso, cuestionó y transformó. Esto resulta especialmente relevante en la Venezuela actual, cuando millones de venezolanos han emigrado, en muchos casos enfrentando estigmatización y exclusión.
Así como Rodríguez aportó a los países que lo acogieron, hoy miles de profesionales, artistas, científicos y trabajadores venezolanos enriquecen las sociedades donde viven. Recordar su ejemplo permite reivindicar la migración venezolana como una oportunidad cultural, social y económica, no como un problema.
El pensamiento de Simón Rodríguez mantiene plena vigencia. Sus ideas sobre educación crítica, formación ciudadana y justicia social son retomadas hoy en debates sobre educación intercultural, inclusión social y derechos ciudadanos en contextos de migración. Este ejemplar migrante venezolano no solo llevó consigo ideas, sino que también dejó una huella tangible en los lugares que lo acogieron, demostrando que la migración puede ser sinónimo de aporte, de construcción colectiva y de legado cultural.
Para finalizar, recordamos como él mismo escribió: “O inventamos o erramos”. En tal sentido, desde Unidad Visión Venezuela mantenemos un llamado urgente para detener la estigmatización de los migrantes latinoamericanos y discutir las políticas migratorias, los retos sociales y educativos que enfrentamos actualmente en nuestro continente.
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