Desde hace unos años, la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Simón Bolívar y la Universidad Católica Andrés Bello llevan a cabo la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, Encovi. La razón por la cual nace el proyecto es actualizar la información sobre lo que estaba ocurriendo en el ámbito social en Venezuela. Lamentablemente el gobierno, más específicamente el Instituto Nacional de Estadísticas, dejó de publicar información en el año 2014, por lo que investigadores de las Escuelas de Estudios Sociales y Económicos de esas universidades decidieron llevar a cabo los estudios.
Los números dados a conocer por la Encovi 2019-2020 muestran que Venezuela padece una tragedia. 96% de los hogares entra en la pobreza de ingresos (60% en 2015), 68% en pobreza de consumo (hogares que consumen menos de 2.000 calorías diarias), 54% en pobreza reciente y 41% en pobreza crónica. 79,3% de los venezolanos no tiene cómo cubrir la canasta de alimentos y el ingreso promedio diario ronda los 0,72 dólares.
En cuanto al rubro educación, sigue aumentando la frecuencia de inasistencias a clases (falta de transporte, inexistencia de servicios públicos, los escolares deben trabajar, etc.). La encuesta arrojó que solo 60% de los estudiantes va regularmente a clases. Y hay un dato que nos causó una preocupación adicional: 16% de las niñas que no asisten regularmente al colegio han dejado de hacerlo porque están embarazadas.
Esta terrible situación de deterioro marcado en los indicadores sociales nos ha llevado a ser receptores de ayuda humanitaria de varios países y organismos multilaterales. El problema con esto es que poco a poco nos estamos convirtiendo en los “pedigüeños” de la región. Hay que decirlo, en nuestro país escasea quienes con poder trabajen de manera efectiva para emprender políticas que saquen al país de esta peligrosa dinámica.
Venezuela es hoy un país muy pobre, con menos acceso a educación, con menos esperanza de vida, con una población menor, más dependiente de las transferencias públicas, privadas y externas, con una infancia en riesgo y con una muy peligrosa inseguridad alimentaria. Tengamos en cuenta otra cosa, los duros números del Encovi fueron levantados antes de la llegada de la pandemia (y sus efectos) en el país. Fácilmente podemos afirmar que la situación hoy es peor que la que muestra el estudio y más grave aún es que no hay probabilidad de que esto cambie mientras el conflicto político se mantenga.
Para atacar y acabar con la pobreza es necesario generar crecimiento económico sostenido. Además, crecimiento económico debe traer mejoras importantes en la creación de empleos para la mujer. En las condiciones actuales, pensar en crecimiento es imposible (todo indica que tendremos una caída del PIN mayor a 30% en este 2020).
Triste para lo que quedó Venezuela, depender de lo que otros quieran enviarle, repartir esas migajas entre los sectores más pobres de nuestra sociedad, mientras desde buena parte de la cúpula política no se plantean soluciones a esa complicada situación. Muy por el contrario, algunos hasta aplauden esa nueva dependencia.