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Venezuela y la izquierda vecina

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Foto Semana.com

Eso de la marea rosa en América latina es una realidad, pero debe ser leída en detalle, con una buena lupa. Porque evidentemente hay de todo como en quincalla. Desde las dictaduras puras y duras, Nicaragua, Venezuela y Cuba; hasta el socialdemócrata hasta ahora muy coherente de Boric; pasando por el inverosímil Castillo, así sean verdad una cuarta parte las acusaciones que se le hacen; el peronismo de Fernández, que es un culebrón de todos los colores y los vicios, sobre todo el robo feroz y estrambótico de los bienes públicos por los Kirchner, sus actuales dueños; el todavía indefinido Petro, en cuyo haber habría que anotar algunas cosas sensatas y positivas con Venezuela, ciertas desmesuras y un embajador payasesco y adulante; la señora de Zelaya que debe ser simplemente la señora de Zelaya, un actor privilegiado del circo tropical de notable memoria; Lula, expresidente muy notable y exprisionero por peculado, absuelto, en un Brasil muy contuso y enguerrillado; López Obrador de ambiciones desmedidas e incoherencias continuas y Bolivia que tiene su camino propio, ojalá que termine de salir del turulato de Evo.

Como se verá, la cosa es diversa. Pero hay un rasgo común que, salvo Cuba, el socialismo a la manera soviética ha desaparecido. Y también el disparate perverso y destructor del socialismo del siglo XXI, del chavismo pues, también.

Vamos a entrar, salvo las dictaduras, en el reino de la socialdemocracia, con todo y democracia pues, así sea sucia, y ojalá con dedicación al drama social de los inmensos sectores que viven en la pobreza, la ignorancia y la enfermedad.

Ya habíamos dicho una de estas semanas que si algo puede mover el estático y silente panorama de Venezuela y sus cuarteles es ese nuevo entorno internacional, sus vecinos. Aunque no se sepa muy bien hacia dónde. Y eso ha comenzado a pasar con una celeridad que no presentíamos, sobre todo por los movimientos de Petro, que dice querer convertir a Maduro a la democracia y los buenos propósitos en política exterior y que culminaron en París.

De paso, ¿quién le habrá dado vela en ese entierro a Macron, esa es tarea para la madre patria o para los gringos que han mandado, por las malas la mayoría de las veces, no siempre, en estas tierras que descubrió Colón? Fernández, el otro concernido, que es un segundón (de Cristina) hizo de segundón en el inusitado encuentro. Maduro guarda pudoroso silencio, seguramente feliz de ser tratado por más de uno como un estadista y no como hasta ahora, como un delincuente con recompensa y todo por su captura.

Es muy probable que otros entren a la escena Venezuela en los próximos meses. Es probable también que algunos simplemente la alcahueteen, digamos que al estilo Zapatero. Otros buscarán adecentarla, lo que significa simplemente elecciones libres y legales. Eso plantea problemas mayúsculos. Para empezar, que Maduro quiera dejar el poder, el albur de los dictadores y sus secuaces. Sobre todo, por temor al castigo por sus crímenes, en este caso espantosos. Solucionar ese difícil tópico es uno de los grandes nudos del problema. Petro hablo de amnistía, pero no dijo para quiénes. Porque ¿se puede perdonar veintitantos años de destrucción de un país y sus derechos así no más? Esa es una de las cuestiones principales. Otra, más elemental, que la dictadura renuncie a sus costumbres delictivas, con las elecciones, por ejemplo.

 

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