Venezuela necesita diálogo y negociación efectiva, una afirmación compleja en momentos donde todo parece estar congelado. Por un lado Nicolás Maduro acusa a la oposición de incumplida; en Estados Unidos se quejan de que Maduro no cumple, pero del lado del gobierno de Venezuela dicen “los gringos no cumplen, solo vienen a pedir y les hemos dado mucho”.
Revisando y analizando, quizás es hora de asumir que, México no será el proceso mediante el cual le devuelvan la paz política y social a Venezuela. El diálogo en México es un proceso que existe por voluntad de la comunidad internacional, principalmente de los Estados Unidos, pues el gobierno de Nicolás Maduro no tiene ningún incentivo para sentarse con la oposición venezolana. El sector de oposición aglutinado en la Plataforma Unitaria asiste a la mesa de negociación buscando un acuerdo político que les permita volver al terreno para continuar en su plan de sacar al chavismo del poder, y el gobierno asiste, buscando levantamiento o flexibilización de sanciones para continuar en el poder, es decir, los intereses son totalmente contrapuestos. Esto confirma mi tesis de que el diálogo y las negociaciones en México tienen un problema de fondo, allí su fracaso.
Un incremento en las demandas sociales nubla el escenario electoral para el chavismo, pero también para la oposición, pues de acuerdo con algunos sondeos de opinión, 73% de los venezolanos considera que la clase opositora venezolana no ha hecho nada por ellos. Es momento de ponernos serios, al parecer, ninguno quiere una negociación, pero todos la necesitan.
Estados Unidos es el jugador que sigue teniendo la llave de entrada y de salida a la crisis venezolana. Recordemos que la nación norteamericana se convirtió en parte de la crisis política de Venezuela, cuando decide implementar sanciones financieras al país y tomó acciones que obstaculizan la venta de petróleo venezolano, afectando de esta forma nuestra principal fuente de ingresos. Estados Unidos también apoyó un plan inédito en la historia política de Venezuela y la región, dando el visto bueno a la conformación de una especie de gobierno paralelo llamado “Gobierno Interino” con el diputado Juan Guaidó a la cabeza, esta “aventura” generó una escalada en la crisis. Ahora, Estados Unidos demanda un ACUERDO POLÍTICO entre la oposición y el gobierno de Nicolás Maduro para poder avanzar en una solución negociada a la crisis, el gran reto es ¿cómo se construye un acuerdo político electoral, de alternancia y coexistencia política, si los principales lideres del chavismo están condenados a permanecer en el poder como consecuencia de las recompensas que han puesto a sus cabezas y el cerco internacional que las sanciones han colocado sobre ellos?
Después de haber entrado en el conflicto venezolano con una carga política para los Estados Unidos, nuestros hermanos norteamericanos son los únicos que nos pueden ayudar a enderezar el avión y construir la pista de aterrizaje para un país en caída libre. En este sentido, reconozco el coraje de la administración Biden al abrir la puerta de una interlocución directa en marzo del 2022, pero todavía no logramos efectividad.
Infelizmente, el panorama pinta gris y debemos apresurarnos si realmente queremos avanzar en una negociación que garantice elecciones en el 2024 y con ello poner fin a una etapa de la crisis. Por un lado, tenemos la amenaza latente del Congreso y el Senado estadounidense, pues en cualquier momento pueden convertir las sanciones en ley y con ello una posible versión de la Ley Helms Burton al estilo Cuba. En el Congreso norteamericano están exigiendo resultados, pues para ellos, la administración de Maduro “no ha actuado de buena fe” y se oponen a cualquier tipo de flexibilización. En este sentido, el Senador demócrata “Bob” Menéndez es uno de los más reacios a que el gobierno de Nicolás Maduro se beneficie de cualquier flexibilización “si no envía un gesto determinante de cambio y apertura”, por ello las licencias de Chevron o la licencia otorgada a Trinidad y Tobago para el desarrollo de campos de gas costa afuera con PDVSA, prohíben contraprestación en efectivo.
Adicional a lo anterior, en el mes de agosto próximo, entraremos oficialmente al calor de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, lo cual convierte cualquier negociación y/o flexibilización hacia Venezuela en un elevado costo político para los demócratas. Como prueba de esto, la posible candidata republicana Niki Haley nos dio una probada de lo que se avecina durante su discurso inaugural en Charleston, Carolina del Sur el 15 de febrero, cuando afirmó: “En esta América se extraerá más petróleo y gas, y dejaremos de comprar petróleo sucio de Venezuela”. Por otro lado, un exalto funcionario de Seguridad de Estados Unidos, me ha confirmado que los republicaos están dispuestos a revivir el fantasma de la opción militar.
En este mismo orden, una tercera amenaza es el plan de un sector de oposición que jura estar comprometido con el proceso de primarias y la ruta electoral, pero, su verdadero plan comienza a descubrirse y su apuesta es el retorno de Trump o la victoria de alguna línea dura para volver a los escenarios de 2019.
Así como el cielo pinta gris, aparecen algunas opciones soleadas. La liberación de 200 presos políticos en Nicaragua trae la esperanza de que algo similar pudiera ocurrir en Venezuela a cambio de un Acuerdo Político favorable para TODOS, por lo que parte de la propuesta que vengo impulsado desde la ONG Reunificados, es cabildear ante el gobierno de Nicolás Maduro y el gobierno del presidente Biden, una agenda de tres puntos: 1) Acuerdo político que garantice las elecciones del 2024; 2) Amnistía para personas que trasgredieron la ley con un fin político (269 según la ONG Foro Penal) más ciudadanos norteamericanos como Eyvin Hernández, Jerrel Kenemore y Matthew Heath; 3) Restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.
Sin tener confirmación oficial, los posibles incentivos que el Presidente Maduro podría estar esperando a cambio, se pueden resumir en dos, con orden de prioridad: a) la flexibilización real de sanciones, lo cual implica permitir que Venezuela recupere sus ingresos del negocio petrolero y gasífero; b) el retorno de Alex Saab.
Estamos en uno de esos momentos que los analistas llamamos “Ventana de Oportunidad”. Afortunadamente existen norteamericanos ganados a ayudar, solo nos queda abrir los canales adecuados, un voto de confianza y apurarnos antes que los radicales cierren la ventana. Nunca me cansaré de recordar, que, aunque no podemos obviar a la oposición, la solución final sigue estando en el 1600 Pennsylvania Avenue NW y en la Av. Norte 10, Caracas 1012.
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