Venezuela es un país que se convirtió en un referente de cómo se ha desvirtuado el ejercicio de la política y el desempeño esencial de la función pública.
El mundo claramente está convulsionado. Nuestro país no escapa ni está exento de esa realidad que en nuestro caso aglutina de forma aberrante todos los factores contrarios al bienestar de la sociedad y el progreso económico que persigue cualquier nación, por más problemas que tenga.
Votar para elegir a quienes prometen y deben labrar el camino del bienestar, social, político y económico, es ahora un acto amañado, inseguro, efímero, confuso, manipulable y nada confiable, mucho menos determinante para direccionar o redireccionar el destino de una nación decidido por la vía electoral por sus ciudadanos.
Los conceptos de los modelos políticos mil veces estudiados, perfectamente determinados, documentados y clasificados, según la ciencia política, parecen mezclarse, cruzarse y tergiversarse, creando híbridos que buscan el control y permanencia del poder.
Democracia con perfil de dictadura es un ejemplo puesto en práctica en pleno siglo XXI, sin que la legislación e institucionalidad de peso y compromiso de equilibrio mundial puedan incidir efectiva y oportunamente en el restablecimiento del orden, cualquiera que sea su género.
Este dilema difícil de descifrarse y lograr dominar se transformó en realidad. Una que genera disociaciones y contradicciones en países que, aunque están cultural y tecnológicamente más desarrollados, ejecutan acciones y asumen posiciones que entran en el juego internacional, pese a no lograr un entendimiento y equilibrio en sus propias naciones.
Un ejemplo sobre este particular es el caso de Venezuela y España.
La situación política en Venezuela todos en el país la conocemos y el mundo finalmente también.
Observar a los parlamentarios del Congreso de España como muchos otros solidarizarse con los venezolanos es satisfactorio y verlos interesados y ocupados en contribuir en una solución política en Venezuela me llevo a escribir estas líneas para reflexión de todos.
Tres fuerzas políticas en clara confrontación permanente en España, como son el PSOE, el PP y Vox, luego de una elección terminaron condicionados circunstancialmente por una minoría abiertamente cuestionada y peligrosa para darle a su país un gobierno que no fue el esperado y decidido por los españoles, que están siendo invadidos, abordados y afectados por las prácticas populista y políticas fallidas de la izquierda malévola que empobrece, corroe, divide y subyuga al por ellos defendido pueblo venezolano.
Sectores de izquierda y derecha están confrontados en su país, donde se niegan a protegerse y vacunarse contra el comunismo prescrito y el socialismo engañoso, claramente tergiversado en sus principios, que avanza a pasos agigantados en sus propias narices.
Al involucrarse en el caso venezolano se plantea algo interesante aunque contrastante e inverosímil. Sus nobles propósitos, que muchos agradecen, pudieran quedarse en intenciones y palabras.
Un congreso español que reconoce los resultados electorales en Venezuela, donde la voluntad popular mayoritariamente derrotó a la revolución socialista y a su máximo exponente, frente a la postura de un presidente con un cúmulo de señalamientos públicos, donde millones piden su dimisión, tibio y asociado ideológicamente al fracaso que devasta otras naciones, declara de manera contrapuesta a la decisión del parlamento, poniendo sobre la mesa las cartas marcadas para lograr un resultado en un juego sucio y oscuro que visible y abiertamente se debate en la opinión pública venezolana, española y en gran parte del mundo.
Este es un tema que requiere atención. Muchos han matizado con sus opiniones lo que sucede en esta gran obra llamada democracia, cuyo género está siendo desdibujado por muchos que la defienden y otros que dicen auparla y protegerla.
La similitud en la conducta de los líderes que dominan por ahora el poder en Venezuela y España debe tomarse muy en serio. Los casos que se ventilan públicamente en la llamada madre patria tienen un intenso tufo a chavismo.
Las negociaciones para mantener el gobierno de España en el poder no son aprobados por la mayoría de los españoles y sin embargo, como en Venezuela, el negociado sin ética y amoral da paso a tener una nación en vilo, donde se pacta con el oscurantismo y se oculta el nivel de degradación de los poderes y gobernantes.
Volviendo al tema específicamente de Venezuela, los canales diplomáticos que buscan restablecer la constitucionalidad y la democracia en nuestro país son a los que hasta este momento debemos apostarle, por difícil que parezca. Tienen más posibilidades de disipar a corto plazo la incertidumbre creada por quienes fueron derrotados por el pueblo venezolano y cuyo comportamiento poselectoral, en medio de la desesperación, no tiene justificación, ni aceptación alguna, por los hechos públicamente ventilados, demostrados, claros y fehacientes que sustentan y comprueban el fraude electoral e institucional que mantiene inoperante, aislado y a la defensiva al régimen, por la sobredimensión ilegal y abusiva de las actuaciones que lo deslegitima ante el pueblo venezolano y la comunidad internacional.
No es un delito opinar, analizar, exponer, proyectar y debatir estos temas sensibles y determinantes hacia el futuro próximo.
No es un delito querer ser libres, exigir y obtener justicia.
No es un delito querer bienestar para la familia y mucho menos querer superar los niveles de pobreza a los que hemos sido sometidos.
No es un delito exigir y apostar al cambio y transformación del país.
Dos posiciones en pugna tendrán su final.
La victoria de una de ellas lógicamente será acompañada por la voluntad popular, la verdad y la justicia.