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Venezuela y Argentina deciden entre el totalitarismo y la democracia, la miseria y la prosperidad

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Abraham Lincoln dijo hace más de siglo y medio: “Una papeleta de voto es más fuerte que la bala de un fusil”. Tenía razón. Es por eso que votar es importante, pero tener elecciones libres y competitivas es fundamental.

Este fin de semana Venezuela celebró primarias. El pueblo desafió el terror, la represión y la desesperanza. María Corina Machado arrasó con una montaña de votos, alzándose como la principal líder opositora del país.

La derrota moral de Maduro. Si se dan elecciones libres y competitivas en 2024, Maduro pierde y si no se dan también ya perdió. La aplastante victoria de Machado dejó al desnudo el hartazgo del pueblo y su anhelo de libertad.

“Este no es el final, pero sí es el principio del final”. María Corina sabe que se enfrenta a un régimen criminal, corrupto y mentiroso con más de 20 años en el poder. El cambio no es una carrera de velocidad, sino de resistencia. Una lucha del bien contra el mal.

Argentina también votó este fin de semana y votó mal. La maquinaria peronista arrasó. Largos años de populismo irresponsable, corrupción y endeudamiento estatal no bastaron. Algunos siguen creyendo en falsas promesas.

Clientelismo puro y duro. La estrategia de Sergio Massa fue apostar por el clientelismo extorsivo. Una lluvia de promesas, bonos, prebendas y regalías le dio la llave para pasar a una segunda vuelta como el favorito ganador.

La campaña del miedo funcionó. La anunciada muerte del Estado y sus beneficios sociales causó pánico y crispación. Javier Milei no supo contrarrestar las mentiras oficiales sobre sus planes en educación, salud y servicios básicos.

Buenos políticos y malos gobernantes. Los regímenes de izquierda son taimados, hábiles, corruptos y retorcidos. Saben elaborar alianzas, reescribir narrativas y ganar elecciones. Son animales políticos pero pésimos gobernantes.

El kirchnerismo light. Sergio Massa supo distanciarse de los símbolos tradicionales del partido, del peronismo y de Cristina. Uso el antifaz del candidato conciliador. Una izquierda light que cortejó, cautivó y engañó al votante.

Al estilo Chávez. El dictador venezolano dejó el traje militar, se puso saco y corbata, prometió respetar la libre empresa y juró jamás reelegirse. Nunca cumplió, pero maquiavélicamente ganó las elecciones.

Argentina tiene que abrir los ojos y verse en el doloroso espejo de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Los regímenes radicales de izquierda solo traen miseria, represión y exilio. Se sabe cómo comienzan, pero no cómo terminan.

La unidad es fundamental para defender la democracia y el Estado de Derecho. Juntar vigores dispersos, desechar egoísmos y soltar protagonismos. En suma, hacer patria. La oposición de Venezuela dio un ejemplo extraordinario.

El triunfo del oficialismo en Argentina no cambia dos verdades esenciales: la mayoría está harta del kirchnerismo y la inflación seguirá creciendo. La unidad de la oposición es imprescindible e impostergable.

Milei lo dijo así: «Prendamos las alertas porque si nos equivocamos, gana el kirchnerismo y ellos son implacables con el poder. El riesgo de convertirnos en otra Venezuela no es descartable”. ¡Qué viva la libertad!

*El autor es periodista exiliado, exembajador de Nicaragua ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK).

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