Los expertos hablan hasta ahora de un default selectivo. O sea, el régimen de Maduro elige a quién pagar y a quién no, según algún artilugio que más tiene que ver con su sostenimiento en el poder y sus allegados indesplazables que con alguna razón lógica.
El atolladero económico va desde los tenedores de bonos de Pdvsa hasta la Organización de Naciones Unidas. En una ristra de impagos que los acreedores justamente reclaman sin obtener nada a cambio de sus solicitudes. Por lo menos la ONU no deja votar a Venezuela, esa Venezuela «oficial», la del terrorismo siglo XXI, no confundamos. Tampoco la Organización Panamericana de la Salud recibe la afiliación de nuestro país. Por lo tanto, vea usted, no hay vacunas. Y hace unos pocos días nos enteramos de que tampoco la Corte Penal Internacional ha recibido los pagos del maula de Miraflores. Otra razón que tienen para agilizar los trámites, por cierto.
Al parecer las remesas de dólares del Banco Central a la banca común y corriente para sostener el escaso valor del bolívar frente al dólar se agotaron también. Con lo cual la moneda, la nuestra, causa los estragos que ha venido causando en el común de los ciudadanos. En los sueldos, en las pensiones, en los productos de la dieta diaria y en cualesquiera de los productos así no sean de diaria dieta. El régimen se entrampó económicamente.
Lo entramparon su engreimiento de sabelotodos obtusos económicamente. Y su propia obstrucción política. En lo ideológico miserable, pero también en las obligantes relaciones catastróficas vinculadas a ese insostenible económicamente proyecto ideológico. Ya no puede contar con una Rusia desecada por la invasión a Ucrania que la ha dejado sin resultados en el terreno militar y sin dinero para su sostenimiento, menos aún para echarle una mano con real a los socios del Caribe, incluida Cuba. China no puede estar a la disposición de los maulas que la tienen embarcada con el indispensable petróleo que pagaron y no vieron. Cuba no existe económicamente sino como recipiente de dádivas, así sea de su arruinada expotencia petrolera.
De allí lo obligado que le resultó tragar al régimen el amargor de México. Con una finalidad: conseguir recursos lo más inmediatamente posible. Rogar por el cese de las sanciones que sí, que lo tienen acogotado. Porque ya no halla cómo pagar siquiera la nómina. Lo que venía haciendo por medio de la Cámara de Compensación. Esa nómina situada en referencia a un salario mínimo que al día de hoy, objetivamente, son menos de 8 dólares mensuales. Bueno, esa no tiene cómo pagarla. Apreciemos las palabras desesperadas de un vicerrector administrativo de una seria universidad, acusando recibo de una comunicación que les indica a todas que tienen que entregar todo lo que tengan en caja porque va al pago de sueldos que hacen usando el despreciable Sistema Patria. Eso los deja sin posibilidad de completar compromisos en cada universidad, pero evidencia que no hay recursos para honrar la exigua nómina.
Contradictoriamente para el régimen, esto ocurre cuando Venezuela se sitúa hasta ahora en el cuarto puesto de los países más corruptos del mundo. No tiene moral alguna este régimen, pero menos para decir que ya no tiene liquidez para pagar, lo que probablemente se concrete incluso en la nómina del Estado. Por ejemplo, en las universidades y otros entes se robaron los montos de todo el año de cajas de ahorro, sindicatos, gremios e institutos de previsión. Redujeron los sueldos en marzo; pagaron el bono navideño en cuatro partes y a destiempo -correspondía pagarlo todo en noviembre-, y aun así, andan en busca para completar la esmirriada nómina. Todo ello mientras el Plan Universidad Bella se gasta, en nuestra Barinas, en pinturas y otros afeites una inmensa, incalculable y secreta cantidad de dólares. Así que no es que no hubiera los recursos sino que van adonde pueden ser secretamente manipulados, con rédito a los operantes. Las nóminas no pasan por allí. Entran en ese default selectivo al que aluden los especialistas. Lo mismo ocurre con un posible aumento de sueldos. Se les acaban los malabares. Las sanciones surten su efecto finalmente.
Aunque no es a las sanciones a las que se les puede achacar las culpas de nuestras desgracias. Más bien se convierten en salvadoras, obligan al diálogo y sitúan al régimen entre la espada y la pared, literalmente. Así que los conciertos, los adornitos callejeros y la idea de que Venezuela se arregló no pasan de ser una simulación de bienestar que pronto terminará de estallarle al régimen y a nosotros en la cara. El momento es más económico que político. La calle llama y no precisamente a expresar el bienestar de la ciudadanía.
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