Dedico el presente artículo a todas las hermanas y hermanos que actualmente resisten como presos de conciencia, en las cárceles de la dictadura venezolana. Mujeres y hombres venezolanos cuya situación terriblemente injusta es, además, violatoria de los más elementales preceptos de respeto a los derechos humanos. Son seres inocentes utilizados como chantaje con la pretensión de asustarnos, por quienes sí están asustados debido a sus verificables acciones criminales. Al mantenerlos secuestrados no parecen percatarse, a su vez, de que se mantienen secuestrados a sí mismos y de que llegó la hora de iniciar la transición y su salida, y con ella la excarcelación desde ya de todos los presos políticos.
Estamos apenas a una semana del inicio de junio. Es poco tiempo para que puedan recoger a los que saben que deben salir del país. Faltan 65 días para el 28 de julio, el tiempo es indetenible y debe darse desde ahora en Venezuela el consenso de un resultado anunciado, es decir, que está “a la vuelta de la esquina” la victoria del presidente «Edmundo para todo el mundo». Nuestra familia-nación ha pasado ya por demasiado. Se ha demostrado nuestro temple de gentilicio libertario e inquebrantable. El pueblo va a cobrar, a todo trance, y desde la propia tarde de ese 28 de julio, en pleno ejercicio de su soberanía, la histórica victoria de la democracia venezolana.
Aunque nuestro pueblo reconoce hoy que fue confundido y engañado por diversas circunstancias imperantes a finales del siglo XX pasado, entregando el poder por las elecciones de 1998 a quien le mintió y manipuló, sabe que también han sido dobleces de ciertas élites corruptas preexistentes que, junto con los grupos políticos participantes, no sólo fueron cómplices sino artífices de la destrucción democrática que nos llevó al sacrificio de 25 años de mentiras por parte del actual sistema socialista del siglo XXI.
Como país llegamos a apostar por otro caudillo militar más carismático-parlanchín, Hugo Chávez Frías, triste títere del ocaso de un sistema de opresión impuesto por el manipulador mayor de Cuba Fidel Castro. Con una propuesta de naturaleza dictatorial-socialista y cuasi demencial, nos condujo a la intervención de nuestro país en un entramado conflictivo internacional con el Medio Oriente, con Colombia, con el Sur y Centro de América; haciendo parte de toda una región dominada por la determinante influencia del narcotráfico y del narcolavado mundial.
Venezuela se había convertido, a lo largo del siglo XX, en parte de soluciones y zona de paz. El recibimiento de millones de inmigrantes que reconstruyeron sus vidas en el país lo demostró. Recordamos que fuimos aporte al encuentro de soluciones, como por ejemplo la “Fórmula Arria”, en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que estableció la factibilidad del diálogo en procura de salidas a graves conflictos internacionales, y de violaciones de los derechos humanos individuales y de las naciones. Recordamos al presidente Herrera en sus esfuerzos por apoyar a El Salvador, el mismo que hoy alza su voz para resolver sus problemas. Recordamos al presidente Pérez, quien fue llevado a un juicio manipulado políticamente para derrocarlo, por el uso de recursos de una partida secreta de seguridad, que con muy bajo monto relativo a lo necesario para protección a la presidente de Nicaragua, Violeta Chamorro, nos costó muy caro.
La realidad de confiscación colonial por parte de la Cuba fidelista, y el latrocinio de agentes antipatrióticos nacionales e internacionales que hemos padecido, a pesar de haber sido tantas veces alertados, y recibir explicaciones de la farsa socialista por quienes ya la habían sufrido, nos demuestra aquello que reza el dicho popular de que “nadie aprende en cabeza ajena”. Ello nos impone la necesidad de atender el restablecimiento de una fuerza militar institucionalista, y de seguridad del Estado democrático, junto a leyes que impidan que quien intente contra la democracia se vuelva contra ella por otros métodos encubiertos. Ésta debe ser de las más importantes y urgentes medidas, entre las prioridades para la gobernanza y la gobernabilidad futuras del sistema, impedir el continuismo de quienes se atornillan a sí mismos y a sus familias al poder político de dirección de una nación.
Debemos evitar no sólo que falsas creencias inoculadas al pueblo sobre la causa de sus males se recompongan sino que la acción corruptora enclavada en las actuales instituciones prosiga dañando el tejido social de nuestra nación, impidiendo que florezca una nueva sociedad democrática.
Nuestro país petrolero debe abrirse inmediatamente a la inversión privada, sin complejos. Para el país pospetrolero habrá tiempo de sembrar otros paradigmas. La realidad actual no es solo para ingenuos soñadores sino interesados actores que no nos quieren de regreso a la competencia en el mercado petrolero, para el cual contamos con evidentes ventajas comparativas.
El orden y eficacia del sistema de Estado democrático para establecerse debe demostrar su irreductible vocación trascendente e incorruptible. La escogencia, más que de “colaboradores”, de profesionales que como actores comprometidos con su propia carrera e interés de trascender se hagan parte del equipo de recuperación de nuestra nación. Mujeres y hombres que estén dispuestos a darlo todo por la causa del servicio público, como suerte de apostolado, e ir a la configuración y conformación de las correctas alianzas público-privadas, como factores claves de éxito.
Nos enfrentamos hoy, ni más ni menos, a un nuevo fracaso del modelo que se nos impuso desde el llamado castro-chavismo. Debemos comprender que la prioridad para un nuevo comienzo es limpiar el terreno de la invasión castrista para sembrar reales virtudes ciudadanas. Sembrar la conciencia de que hoy, como nos sucedió también en el reciente ayer histórico, pululan políticos en Venezuela que son delincuentes, cómplices y practicantes de los peores ejemplos de ¡enriquecimiento material fácil y rápido!. El filósofo griego Séneca nos decía acertadamente: “De nada vale saber lo que es una línea recta si no se sabe lo que es rectitud”. Para edificar una nueva Venezuela, donde han abundado, y por demasiado tiempo, muestras escandalosas de latrocinio, hay que integrar un cuerpo social de nuevos gobernantes, que sea lo mejor de lo mejor. Precisamos hacerles entender a todos que se acabaron los privilegios y actuaciones criminales de las élites corrompidas, y que ha llegado la hora de la refundación de una nueva República. ¡Avanzar!
@gonzalezdelcas
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