“La oposición venezolana está siendo aplastada” titula The Economist y agrega que “a pesar de su valentía para enfrentar al régimen, la situación en el país es desesperante”.
Lo cierto es que no se ve fractura de las Fuerzas Armadas, ni arriba (generales) ni abajo (tropa), como tampoco se ve una movilización popular del nivel que haga temblar a la dictadura. Y ¿cuánto pueden confiar los demócratas en el apoyo internacional? La verdad es que dada la gravedad de la violencia represiva y dado el robo descarado del resultado electoral, de ninguna manera se ve una presión internacional del nivel necesario, y lo visto es por cierto menor al apoyo que Maduro recibe de sus aliados, además de que el régimen ya en el pasado pudo sobrevivir a periodos de igual aislamiento y mayor cantidad de sanciones (sin Chevron), amén de una peor situación económica.
Sin embargo, el régimen y Maduro tienen un gran problema, cual lo es la gran popularidad y legitimidad de María Corina Machado (MCM) y que hubiesen sido vencidos, ya que se logró demostrarles a los venezolanos y al mundo que los demócratas habían ganado. A pesar de ello, están jugando a que pierda apoyo y se desmoralice la protesta, como ocurrió con López y Guaidó.
Al respecto, desde entonces gran cantidad de agua ha corrido, por lo tanto, hay que ganarles también en este juego. Mucho ha hecho María Corina, ahora hay que ayudarla y ojalá se pueda actuar con la misma inteligencia. Creo que MCM siempre lo ha tenido claro y ha llegado al momento de reaccionar, pues la estrategia seguida necesita salir de una situación de encajonamiento. Debe evitar simple testimonio y recuperar iniciativa y volver al movimiento. Por ejemplo, como legítimos vencedores de la elección, nada debiera evitar que como futuro gobierno abran negociaciones, conversaciones públicas ( y muy públicas) con China y Rusia para lo que más les interesa, es decir, el pago de la deuda.
Los códigos de la dictadura no son políticos, ni siquiera son los de Maquiavelo. Son delincuenciales, de la mafia, de la delincuencia organizada. Pensé algún tiempo atrás que eran los del Padrino, pero su total falta de escrúpulos muestra que son mucho peores, ya que el Padrino nunca incursionó en el negocio de la droga, lo que incluso le costó un intento de asesinato. Ni siquiera lo entendió Estados Unidos al creer que negociaba con ellos en Barbados, pero el Cartel de los Soles no tenía intención alguna de cumplir y, desde entonces, ha ido doblando la apuesta como lo que son, delincuentes avezados.
Por cierto, no ayuda lo de la Corte Penal Internacional, pues es simplemente vergonzoso que el fiscal no haga nada, en comparación a la rapidez con que actuó con Putin y Netanyahu, quizás explicable por el conflicto de interés descubierto con su cuñada que hoy representa a Maduro y que en el pasado trabajó en casos de derechos humanos con el propio fiscal.
Einstein decía que no había que repetir lo que ha fracasado, por lo que quizás ha llegado el momento de tratar algo diferente, algo que puede causar impacto ahora, en el sentido de intentar que se aplique la Convención de Palermo, es decir, el Tratado de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional que describe adecuadamente a toda la camarilla que detenta ilegítimamente el poder en Caracas, que no ha sido ensayado antes, y que como lo ha hecho ver el Interamerican Institute for Democracy en una serie de seminarios y foros, tiene la maravillosa cualidad que no solo pueden recurrir a este instrumento los Estados, sino también organizaciones no gubernamentales e incluso simples ciudadanos.
Por cierto, no ayuda que la Casa Blanca no ha pasado de las declaraciones de buena crianza y diga lo que diga, parece haber ligado su suerte a AMLO y a Lula. Tampoco es solución que se crea que la situación luce lo suficientemente adversa como para elevar a los altares a alguien como Boric, criticado por su oposición por limitarse a mencionar el robo de votos de Maduro y no hacer lo que corresponde, que es reconocer el triunfo de Edmundo González. La diferencia es que lo primero es solo una opinión, mientras que lo segundo es algo distinto, una decisión y, por lo tanto, una política de gobierno que crea obligaciones. Más aun, durante la mayor parte de su trayectoria Boric fue un reconocido chavista, apoyó a Maduro en el pasado, y solo últimamente ha cambiado de opinión ante las consecuencias de la agresividad permanente de Caracas, medible en la exportación delincuencial del Tren de Aragua y, sobre todo, en el asesinato del teniente Ojeda, quien había recibido asilo político en Chile, es decir, Maduro, Cabello y otros se han esmerado, en palabras y actos en causar problemas diversos en Chile, que han hundido la popularidad tanto de Boric como de su gobierno.
¿Significa lo anterior que pienso que no hay nada que hacer ante la represión? No, solo pienso que en forma urgente hay que hacer un cambio de velocidad y tocar otras teclas. Y rápido. Por lo que en las líneas siguientes espero explicar que la clave está en Estados Unidos, y que lo que corresponde no es rendirse al hecho que la potencia está en campaña electoral, sino utilizar esta ventana como una gran suerte que permite hacer lo que fue imposible en el pasado, como, por ejemplo, introducir el tema venezolano como uno de aquellos que deciden el futuro de la democracia, al menos en la región. Y hacerlo con optimismo.
Lo único malo es que esta ventana se cierra el 5 de noviembre, por lo que si se hace algo debe ser muy vistoso y a toda velocidad, lo que exige concentrar recursos y sumar voluntades. De tener éxito, de la campaña presidencial saldría lo que hoy no existe (ni siquiera para Ucrania o Israel) un acuerdo nacional para que Estados Unidos disponga de todos sus recursos que no sean una invasión militar, para el objetivo de desprenderse de Maduro y el régimen de delincuencia organizada que gobierna desde Caracas.
La verdad es que no hay otro país que hoy pueda hacer lo que podría hacer Estados Unidos y además, con todo el respeto y admiración que siento por María Corina Machado, simplemente no hay tiempo para una “causa mundial”. Es Estados Unidos o nada. Reiteremos que es urgente, no solo por las elecciones, sino que la oportunidad que ofrece el proceso electoral para dejar instalado el tema venezolano no se va a repetir, por lo que sí o sí debe ser aprovechada.
Cada país tiene sus características y las particularidades de Estados Unidos no se parecen a ningún otro, además de que, si se hace algo, debe ser rápido, muy rápido. Por lo tanto, hay que observar lo que han logrado quienes se han manifestado en este proceso electoral. Al respecto, Gaza es un mejor ejemplo que Ucrania, pues quienes estaban en contra de Israel lograron alejar en el curso de las primarias demócratas al excandidato Biden de su compromiso con Israel, deteniendo nada menos que su avance militar, como fue público y notorio.
La oportunidad para la causa venezolana, por cierto, no es Gaza, sino observar ese y otros ejemplos, de cómo una posición bien publicitada puede modificar el curso en que están los acorazados partidarios, y transformar una simple inquietud en política oficial de la potencia, por sorpresiva que pueda parecer la irrupción.
Por lo demás, hay mucho de lo que se puede estar orgulloso. Si esto es hoy posible y de quererlo, Washington podría lograr lo que no pudo Trump en 2020, es por lo que avanzó María Corina, ya que logró lo que no se había podido alcanzar antes, es decir, unidad, que se perdiera el miedo, que las grandes masas volvieran a confiar en que la derrota de la dictadura era posible, que existiera una líder reconocida y legitimada, que se pudiera probar la derrota del régimen sin que cupiera ninguna duda en ninguna parte del mundo, ni siquiera en el Palacio de Miraflores.
A su vez, este escenario fue posible porque se aceptó ir a una elección y, por lo tanto, el régimen fue derrotado en su propio juego. El resultado fue que ya se inició la transición a la democracia, y como no hay dos transiciones exactamente iguales, esta es la transición a la venezolana, que no se ha logrado concretar porque el régimen sigue en la más absoluta negación, pero deslegitimado y aislado de la realidad de Venezuela, y solo tiene a su mano el instrumento represivo.
No quiso negociar, y lo único que se requiere para que se caiga el castillo de naipes es un pequeño empujoncito, y ese solo se lo puede dar Estados Unidos hoy.
¿Querrá hacerlo? Para ello hay que ayudarlo y eso es lo que tienen que hacer los demócratas venezolanos ahora. Mucho han logrado, mucho han avanzado, y gracias a eso solo queda un tramo final, el que debe ser recorrido.
¿Cómo se puede hacer? Recordando que ganaron la elección, que son el gobierno legítimamente electo y hay que actuar como tal, que falta que los derrotados reconozcan la derrota, y eso es lo que Estados Unidos debe y puede hacer. Cumplir ese rol es lo que se pide, mas no puede hacerlo la oposición democrática, ya que no dispone de fuerza o imperio para obligar al chavismo, aunque si pudiera hacerlo en el futuro, al disponer del poder estatal, una vez que pueda asumir el 10 de enero.
Mientras tanto, lo que sí puede hacer es tomarse en serio el triunfo y actuar como un gobierno legítimo que acude a donde puede. Al respecto, mucho hubiese ayudado si América Latina y Estados Unidos hubiesen aplicado la Carta Democrática de la OEA, que es obligatoria para todos los países del hemisferio.
Lo que no se puede hacer es caer en la irrelevancia, por lo que la tarea de la hora presente es intentar -con toda confianza- que el tema venezolano sea parte del proceso electoral que hoy vive Estados Unidos y que el 5 de noviembre exista una posición de unidad, oficial en el caso del futuro gobierno y compartida por ambas candidaturas en el sentido de confrontar al gobierno que ha usurpado el poder, y que los recursos de la potencia se usen para que el 10 de enero jure el presidente legítimo.
Ese es el rol insustituible que puede cumplir MCM en esta etapa, una figura que puede atraer además la necesaria cobertura periodística para que sea noticia, y para lo cual la manifestación en el Mall Nacional o lugar similar es imprescindible. El requisito es que si se decide hacer algo así como la “Marcha a Washington por Venezuela” se debe intentar que sea algo espectacular, donde la cantidad de asistentes no importa tanto como el impacto político que tenga.
Nadie pide una intervención militar, pero la potencia dispone de una amplia gama de instrumentos que van desde el garrote hasta la zanahoria de ser los únicos que le puede ofrecer una salida a los jefes caraqueños del cartel de los soles, ya que es dudoso que quieran un exilio en Teherán, sin siquiera poder usar las tarjetas de crédito.
¿Qué habría que hacer? Precisamente porque se corre contra el tiempo, habría que hacer lo que se hace habitualmente en estos casos en Estados Unidos, es decir, presionar y manifestarse. Ojalá se haga lo que se hace en las grandes ocasiones, es decir, ir a Washington y llamar a la manifestación quizás en el National Mall, donde rodeado de grandes jardines están los símbolos de la república y de la democracia estadounidense. Ir, por ejemplo, al mismo lugar donde Martin Luther King hizo su gran discurso acerca de su sueño (“I Have a Dream”, 28 de agosto de 1963), y donde también lo hicieron por la igualdad de las mujeres. Ahora seria por la libertad y la democracia. Allí. entre el Congreso y la Casa Blanca, no muy lejos del Monumento a Lincoln.
Hay que sumar. No solo venezolanos, sino que estos con parejas y amigos, invitando a todo grupo o agrupación de latinoamericanos. Indudablemente, sería más fácil si existiera una poderosa agrupación que representara a todos los latinos, pero no existe, y el éxito venezolano ayudaría a su desarrollo, al nivel de lo que ya son, es decir, la primera minoría del país, pero que todavía no es reconocida como tal, en el sentido que todavía no tiene gran representación política ni presencia en los medios de comunicación.
Hay que reproducir lo que ya nos acostumbró María Corina. No solo trabajar la razón, sino también la emoción. Pocas consignas, número escaso, pero representativas. Pedir cosas concretas, ya que lo que Estados Unidos ha hecho es insuficiente, toda vez que nunca ha enviado un mensaje al nivel de lo que hizo en Chile cuando “aparecieron”, antes del plebiscito que perdió Pinochet, un par de granos de uvas envenenados en un puerto del este. Años después se reconoció que el sentido del mensaje era que se quería que el recuento de votos reflejara la verdad. El aviso fue recibido, por sectores de sus partidarios en el empresariado y las fuerzas armadas.
Por el contrario, en estas elecciones venezolanas, Estados Unidos no solo nada hizo, sino que con anterioridad levantó sanciones, permitió el regreso de Saab y de los narcosobrinos prácticamente a cambio de nada, y se dejó que el Sr. Juan González construyera la imagen que para la Casa Blanca el petróleo era más importante que la democracia. Ahora, el presidente Biden puede cambiar esa imagen ya que no está en carrera electoral, y como parte de su legado dejar otra imagen, más cercana a la historia y tradición estadounidense.
La manera como se resuelva el tema venezolano va a marcar por décadas a América Latina y así como la cantidad de dictaduras ha aumentado desde que Chávez, Lula y el Foro de Sao Paulo contribuyeran a la supervivencia de la dictadura cubana, con el agregado de esa situación curiosa, donde el país más débil que es Cuba domina al más rico que es Venezuela y no al revés, de tal modo que hoy la inteligencia cubana es el poder mayor en Venezuela, que no solo castiga a Washington en ese aspecto, sino también Irán lo hace, y hoy hay cientos de operativos terroristas de Hezbolá y otros grupos que recorren el mundo con pasaporte venezolano, sin siquiera mencionar a Rusia y China. Además, la dictadura ha contribuido a la expansión del yihadismo en América Latina, además de darle una base sólida a Irán que hoy tiene también creciente presencia en Bolivia. Y en lo que al narcotráfico se refiere, la responsabilidad de la dictadura venezolana en el negocio es indudable, y no hay que olvidar que Estados Unidos es de aquellos países donde sus leyes disponen que claramente es un tema de seguridad nacional.
Si todo sale bien, por fin existiría una oportunidad real para que de caer la narcodictadura caraqueña, los aires de libertad derriben también a la más antigua de las dictaduras de la región, la madre de ellas, la castrista. Seria también el momento para que los demócratas venezolanos logren quitar la chapa política al chavismo y se le vea únicamente como un cartel del narcotráfico, ya que aceptar que son “socialismo del siglo XXI” permite que inmediatamente se les vea como un grupo político-ideológico, lo cual no es cierto, pues son solo delincuencia transnacional, y dado ese paso, pierden inmediatamente el apoyo político que automáticamente han tenido en sectores de América Latina, Europa (los Borrell o los Rodríguez Zapatero), e incluso en el propio Estados Unidos.
Clave es que Estados Unidos los vea como siempre los debió haber visto y no lo hizo, es decir, como un serio problema de seguridad nacional, ya que se les escapó totalmente no solo la ocupación de Venezuela por Cuba, sino también que había perdido un aliado tradicional, que además era nada menos que el país con las principales reservas de petróleo del mundo. Coincidió también con años donde la región le pidió a Estados Unidos que la dejara resolver sola sus problemas de seguridad, sin que hiciera mucho al respecto. En todo caso, es un problema de responsabilidad compartida, ya que al parecer todavía tampoco reacciona Estados Unidos, desde el momento que ni siquiera ha despertado con la penetración de China-Rusia-Irán.
Hoy, el tema de seguridad nacional para Estados Unidos incluye no solo países adversarios, sino también un cóctel explosivo de petróleo, drogas, emigración masiva en la frontera sur, el Tren de Aragua, que se ha hecho también nombre conocido en Estados Unidos, y como consejo, sería bueno que no hubiera dirigentes que se solidarizaran con ellos, como ocurrió en varios países de la región, cuando en cumplimiento de sentencias judiciales, se intentara la expulsión de quienes habían cometido delitos que incluían asesinatos.
Como conclusión, una visión pesimista del momento nos diría que razón tenía Edmund Burke (1729-1797), el filósofo conservador, político y escritor irlandés del partido Whig cuando decía: “Para que el mal triunfe solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada», pero me cuento entre los optimistas, y como resumen de lo escrito, argumento que el proceso electoral de Estados Unidos permite introducir el tema venezolano. De tener éxito, podría haber un cambio en la potencia, con consecuencias que desplazaran del poder a sus usurpadores y que permitan a los legítimos ganadores asumir el 10 de enero de 2025 el gobierno de Venezuela.
El autor es doctor (PhD) en Ciencia Política (Universidad de Essex), licenciado en Derecho (Universidad de Barcelona), abogado (Universidad de Chile), Excandidato presidencial (Chile, 2013)
Artículo publicado por el Interamerican Institute for Democracy