OPINIÓN

Venezuela precaria o de certezas

por José Antonio Rivas Leone José Antonio Rivas Leone

Venezuela por una multiplicidad de factores y variables se convirtió en una sociedad, un país y economía de incertidumbres. Casi todos nuestros vecinos son sociedades con determinados problemas o coyunturas eso es indiscutible, y por supuesto la presencia de ciertas incertidumbres, pero en líneas generales son sociedades estructuradas sobre certezas, la observancia de la constitución y la diferenciación en términos de roles y responsabilidades y la fortaleza de las instituciones y eso se ve expresado en el desempeño de la economía, la transparencia de los procedimientos, el papel de sus actores políticos, las tomas de decisiones serán siempre apegadas al derecho, certeza, racionalidad y un claro interés nacional muy a contrapelo de lo visto en los tiempos de revolución y socialismo del siglo XXI o de esta Venezuela precaria.

Todos los venezolanos sin excepción de ninguna especie merecemos volver a tener un país de certezas. ¿Cuándo extraviamos el camino? Tal vez no tenga mucha transcendencia la respuesta, más sí cabe preguntarse cuando recuperaremos el camino. Al país hay que volverlo a parir, construir y cimentar sobre bases ciertas o certezas. Institucionalidad jurídica y democrática, trabajo, productividad, honestidad, tolerancia, respeto, esfuerzo, estudio, valor agregado, disciplina, civismo, desarrollo, crecimiento, iniciativa privada, servicio público, gestión, impuestos, subsidiaridad, capital social, excelencia, gerencia y muchos ciudadanos no súbditos o cosas.

Los venezolanos nos corresponde ser testigos de excepción, ser protagonistas de estos días y no hay duda que nos debatimos entre incertidumbres y certezas, muchas preguntas sin respuestas. Sin embargo, no tengamos duda alguna de que recorremos un proceso lento y sostenido de transformación, estamos en opinión de algunos cerrando un ciclo, el avión o cambia de piloto o cambia de rumbo, el modelo es inviable a todas luces y la ceguera, la radicalización y la propia ortodoxia ideológica parece es mayor y por ende condiciona cualquier cambio o rectificación real, insisto el avión vuela a contrapelo o hacia el pasado.

Sobre el camino andado en esta Venezuela precaria o venida a menos quedarán no sólo expropiaciones de tierras y fábricas, cierres de medios, controles perversos, corrupción, mucha gente inocente asesinada, muchas injusticias de todo tipo, malversación y daños patrimoniales, una inmensa cantidad de venezolanos sobre todo jóvenes abandonaron el país y se convirtieron en extranjeros, millones de compatriotitas conforman la segunda mayor diáspora mundial después de Siria, y muchas cosas más pudiésemos alegar,  en medio de la vorágine actual, en medio de la crisis en su seno están las oportunidades, sin dudas un país golpeado, fracturado, disminuido en sus campos, industrias pero lleno de esperanzas y deseos de trabajo y cambio, de unos venezolanos de bien que indiscutiblemente apuestan a un cambio, a un presente y futuro no de incertidumbres sino de certezas. Venezuela merece otra historia y destino. Venezuela merece cerrar el ciclo de incertidumbres y abrir otro de certezas.

Hemos señalado y reiterado que Venezuela se ha convertido en un laboratorio que hoy es objeto de debate en el ámbito mundial. Hablar de crisis en Venezuela es un lugar común en sus diversos niveles o dimensiones (crisis política, jurídica, económica, social, humanitaria, etc.), la misma es la expresión del rotundo fracaso e inviabilidad del socialismo del siglo XXI y de la llamada revolución bolivariana, que hizo retroceder al país andino en muchos ámbitos. Venezuela desaprovechó el segundo boom petrolero y la posibilidad real de ser el país con más desarrollo y estándar de vida, y haberse convertido en la primera economía de la región.

Las distorsiones de toda índole estuvieron presentes a lo largo del gobierno del presidente Chávez, y se han profundizado con Nicolás Maduro (devaluaciones, expropiaciones de tierras y empresas, estatizaciones, aumento de la dependencia de las importaciones, devastación del aparato productivo, sostenidos controles de precios y cambiarios, escasez de los productos de primera necesidad, aumento de la pobreza, miseria y desnutrición, etc.) para no hablar del panorama regresivo en términos institucionales, precariedad jurídica, y una sociedad con alarmantes indicadores en términos de su población, aspectos estos últimos agravados en los últimos años y que conforman parte de la crisis humanitaria actual, que ha sido objeto de evaluación de parte de Acnur, Human Right Watch, comisiones de la OEA, y las visitas e informes de la Alta Comisión de Derechos Humanos de la ONU, constatándose la situación de vulnerabilidad de la población, violación flagrante de derechos humanos, y un sinnúmero de situaciones degradantes a la condición humana que explica parte del éxodo masivo de venezolanos.

La lista de distorsiones en la economía venezolana durante el gobierno de Hugo Chávez Frías (1999-2013), y su acentuación con Nicolás Maduro (2013-2023) y la inobservancia reiterada y la violación de la Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999, son las principales claves para entender la dimensión y consecuencias de la crisis actual. Los graves efectos de la indisciplina macroeconómica, la destrucción del sistema de precios, el tipo de cambio, la pulverización del signo monetario, disminución de las reservas, expansión monetaria a gran escala, controles de precios desestimulando  la producción y desincentivando la inversión privada, junto con el debilitamiento sistemático de las instituciones públicas responsables de la elaboración y producción de las estadísticas económicas, concentración de los poderes públicos, unido a instituciones enclenques y no autónomas son parte de la debacle actual inédita en nuestra historia económica, jurídica e institucional.

Venezuela exhibe una panorama sumamente complejo que se desprende no sólo de la dimensión de la crisis, que ya se asume de humanitaria y catastrófica con efectos en toda la región, sino además, el notorio afianzamiento del régimen de Maduro al poder con la venia de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, a lo cual se le suma los efectos del conjunto de sanciones internacionales, una deuda externa astronómica difícil de refinanciar y reestructurar (defalut) y la afectación de activos como Citgo entre otros,  sin negar las fracturas en el seno de la oposición. Asimismo, las consecuentes migraciones y éxodos indetenibles hacia Colombia, Brasil, Ecuador, Perú y otros países que consideran que Venezuela representa una amenaza para la paz, seguridad y estabilidad democrática en la región.

La situación en Venezuela al menos del sector público es insostenible. Voces acreditadas como Carlos Fernández Gallardo, expresidente de Fedecámaras, junto a un grupo valioso de venezolanos, algunos colegios profesionales, las Academias Nacionales, tienen tiempo no sólo señalando el deterioro del modelo rentista y extractivista, en paralelo la necesidad de repensar nuestro modelo de desarrollo.

Por otra parte, cabe señalarse que no tiene sentido ponernos a mirar atrás, y no es un tema de añoranzas o lamentos. La evaluación, diagnóstico y toma de decisiones no es discrecional sino imperativa. Registramos cambios a escala planetaria en buena parte de las áreas, maneras de hacer negocios, el impacto de la educación y conocimiento experto, la promoción de energías limpias, la calidad de los servicios públicos, nuevos modos de generación de riqueza e inclusión basados en educación, tecnología y competitividad, transformación de hábitos de producción, distribución y consumo en esta modernidad líquida, como la llamó Zygmunt Bauman.

Para muchos lectores estos planteamientos pueden resultar desfasados o díscolos. La verdad es que el desfase real está en la manera de conducir nuestra economía y la propia política con visión rancia y autoritaria, conducción y decisiones alejadas de todo progreso y esquema de desarrollo humano y demás. Con responsabilidad hemos señalado que  los retos y cambios actuales son impostergables y exigen asumir las fallas o tropiezos, las carencias como primer paso, y en simultáneo promover un gran diálogo nacional sobre bases ciertas y no falacias, sobre un nuevo modelo de desarrollo, sostenible, viable, incluyente, basado en el ser humano, en el talento, en las destrezas, en las capacidades, en las regiones, en la iniciativa y sector privado, en las universidades como centro de formación de excelencia, y por supuesto también en la participación del sector público y del Estado venezolano, con imperio de la ley, es decir, con reglas de juego claras (rule of law), metas viables, objetivos claros y disciplina en todos los órdenes.

El panorama sin dudas es complejo. Vuelvo a la metáfora del avión y muchos venezolanos se preguntan si el avión pueda seguir volando, si requiere un nuevo piloto, si es un problema de torre de control o tripulación o incluso de pasajeros que ya no quieren volar en dicho avión o al menos con esa línea y tripulación. El 2024 será un año de encrucijada en términos de avances o retrocesos, de cambios o de acentuación del modelo (a todas luces regresivo). Sin embargo, más allá de las tropelías, acciones y decisiones que hemos recientemente registrado desconociendo a un sector del país que se movilizó en un evento electoral, lo que destaca es que tenemos una población que se activa, unos venezolanos que siguen apostando al cambio y que desean una Venezuela diferente no precaria, una Venezuela de certezas.

rivasleone@gmail.com