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Venezuela pide a gritos justicia 

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Estudiamos la carrera de “Derecho” para ponerla al servicio del bien común y sumar nuestro esfuerzo en la construcción de una Venezuela más justa y más humana.

El ideal del abogado es el triunfo de la justicia y luchar por la implantación de un mundo mejor.

Desechamos terminantemente el empleo de la mentira en el ejercicio del Derecho.

Nuestro compromiso es con la justicia y la verdad, con la defensa del respeto de los derechos individuales y colectivos, de los derechos humanos.

El verdadero abogado siente el espíritu de justicia en lo más hondo del ser.

Estamos llamados a rescatar con nuestro ejemplo la fe en el Derecho como instrumento de convivencia humana y en la justicia como destino normal del derecho.

Mantenemos la aspiración de un Poder Judicial con la independencia necesaria y la estabilidad requerida para una recta administración de justicia.

Rechazamos la intervención política en el nombramiento y en la permanencia de los miembros del Poder Judicial en sus cargos.

En todas partes del mundo el Poder Judicial está concebido como un poder de excelencia. Por tanto, hay que elegir como miembros a las personas más capaces, más rectas e imparciales, a las que tienen vocación judicial y aptitudes para desempeñar la función de juez. Urge un procedimiento serio de selección que permita determinar las personas que posean esas cualidades; y también contar con unas garantías de remuneración económica, independencia e imparcialidad que les permita desempeñar sus actividades con el decoro, la autoridad y la fuerza que debe tener un juez.

Algún día le pondremos fin a una historia marcada por intromisiones del Poder Ejecutivo en el judicial.

Los males que vive la república son los resultados de los vicios que afectan a nuestro sistema judicial.

Consideramos que las desventuras de nuestros tribunales no son la causa, sino el efecto de la crisis ética y de valores que vive el país.

La justicia no se imparte cuando la presiden jueces provisorios sin autonomía.

Nos solidarizamos con los presos de conciencia, que están a la espera de inexistentes juicios justos, donde la justicia es obediente al capricho de la ira incontenible de la irracionalidad. Se mantienen injustamente encerrados por largo tiempo a personas, sin cumplir con  la más elemental regla de presunción de inocencia.

No podemos convertirnos en una sociedad indiferente al drama ajeno. Sería trágico que en esta hora nos fallaran los resortes morales para corregir el rumbo. Notamos un desaliento generalizado con respecto a la incapacidad demostrada por el sistema de castigar efectivamente la inmoralidad económica y la corrupción pública. O tomamos un camino moral y sano o terminamos de hundirnos.

El mundo sin justicia es un mundo despreciable para los seres dignos.

Como sociedad democrática debemos preguntarnos con sinceridad si las Facultades de Derecho están contribuyendo a formar colaboradores más o menos conscientes de un sistema que consideramos como injusto, o estamos formando los agentes de cambio que necesita nuestra sociedad.

Para que todas estas aspiraciones se logren se requiere como presupuesto básico el cese de la usurpación y la formación de una conciencia ciudadana y democrática.

¡Libertad para Javier Tarazona! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!

 

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