Integra una importante generación literaria (n.1932, Valencia, Venezuela) que emergió durante la democracia cuarentona, selectos autores de narrativa, poesía y dramaturgia carentes de la necesaria difusión que otorgan especializados agentes y traductores. Obras de calidad limitadas a circulación local por el esfuerzo de casas editoras y magníficos libreros. Tampoco los programas pedagógicos para liceístas los incluyeron en sus continuos cambios formales.
La mayoría de aquellos textos están dedicados a criticar su momento circunstancial centrado en el conflicto ideológico entre izquierdistas y socialdemócratas, borran el pasado dictatorial perezjimenista y proponen una nueva legislación inspirada en el movimiento guerrillero castrista con su terrorismo urbano y rural contra una república tradicional adaptada al partidismo político de los tres poderes y sus cambios electorales. Prevalecen los jóvenes provincianos escritores que desde bares caraqueños ofrecen el panorama de un país liberado del militarismo derechista y buscan renovar el sistema copiando a la Revolución cubana.
Con una excepción muy notoria. Elisa Lerner, quien desde hace seis décadas horada por escrito a la Venezuela de adentro, un variado, multifacético mundo interior entrelazado a su biografía personal, familiar y social con la historia del país del siglo XX que dio albergue a sus padres inmigrantes, judíos europeos de la segunda preguerra mundial.
Esa perspectiva intimista de una generosa pero sobria patria doméstica fue una atmósfera disfrutada, cuestionada o rechazada en costumbres frugales, memoriosos retratos en sepia de la parentela que sucumbió bajo el nazismo, un padre que sabía enmarcar con gusto múltiples imágenes de todo signo en su humilde taller artesanal, una madre tan sensible y aguda a punto de ser universitaria a pesar del “numerus clausus” medieval que restringió a los judíos el acceso a toda educación pública, el nuevo mundo libre universitario a partir del Pacto de Puntofijo, los viajes hacia modernos centros de artes y oficios con las relaciones de afinidades compartidas. Son los temas recurrentes en su vasta bibliografía. Es difícil catalogarla según el canon de los viejos manuales que precisan géneros literarios porque Elisa Lerner inventa una manera original, solo suya, inimitable, capaz de ligar como un hilo de pensamiento continuo elementos del teatro, la crónica, el ensayo, la narración, el comentario sarcástico que alude a sí misma con la misma dureza que dirige a otros de su ambiente y de la sociedad general, el enamoramiento fílmico de los grandes protagonistas hollywoodenses y televisivos, la mirada quirúrgica sobre famosas actrices glamorosas que marcaron ciclos en pantallas internacionales, todo un particular universo intelectual que permite considerarla como espejo universal de una Venezuela cosmopolita con firmes raíces nativas.
Por ejemplo, está vigente la trama novelada De muerte lenta (2006) donde describe cómo se fraguó el golpe para sacar del poder al legítimo presidente Rómulo Gallegos. O su pasión por el aparente distraído detective en Yo amo a Columbo (1979), que nos impulsa a desearlo activo de nuevo para castigar a la criminalidad castrochavista. Qué decir del intenso, casero conflicto generacional dialogado en Vida con mamá (1976).
En definitiva es la propuesta resumida de su reciente Sin orden ni concierto (Fundación para la Cultura Urbana, Caracas. Mayo 2022). Con frases y párrafos breves filma la película de su vida afectiva y profesional conectada sin falta al proceso histórico nacional. Allí figuran sus amigos y los distantes de siempre, fantasías eróticas limadas con ironía muy fina, libros y autores queridos con los no tanto, experiencias traumáticas durante la década dictatorial, reportajes narrados que fotografían varios lugares nunca olvidados muestra del tránsito de la Caracas avileña a la moderna, sus gratitudes y reclamos.
Ese pensado a fondo macromundo de la Lerner es legado universal de la civilizada Venezuela que fue .testimonio de una tenaz nostalgia solitaria cada día más proyectada en colectiva.