Para algunos analistas, “el proceso bolivariano en Venezuela, a partir de la elección de Chávez en el año 1998, comenzó en un momento crítico de la historia del país. En una sociedad que había entrado ya hacía dos décadas en el agotamiento del modelo petrolero rentista y su Estado clientelar, una sociedad que atravesaba una severa crisis económica con un sistema político inestable y profundamente deslegitimado, las propuestas y el discurso de Chávez lograron crear un sentido de rumbo, una esperanza colectiva de que era posible otro horizonte para la sociedad”.
Tras 25 años en el gobierno de Venezuela, el chavismo logró un grado de cohesión interna suficiente para concentrar fuerzas en torno al liderazgo que Hugo Chávez legó a Nicolás Maduro. Asimismo, se granjeó la lealtad de las Fuerzas Armadas, a través de su incorporación a la gestión gubernamental, y perfeccionó los métodos de control sociopolítico de la población, neutralizando la independencia de las instituciones del Estado. Venezuela ha vivido crispada política y económicamente el último cuarto de siglo, con denuncias de violaciones graves de los derechos humanos, tensiones militares y huelgas. El chavismo transformó el Estado para controlarlo y aspira a reelegirse pese a su baja popularidad, advierten analistas.
Para los diversos análisis, “a partir de su derrota en las elecciones parlamentarias de 2015, los estrategas del chavismo fueron conscientes de que habían perdido su hegemonía política y eran necesarios cambios en su estrategia de control social para conservar su base de apoyo. Esta nueva estrategia se basó en el perfeccionamiento de los mecanismos de clientelismo político, tales como los programas sociales de subsidio al consumo y el carnet de la patria, un documento de identidad paralelo creado en 2017, indispensable para acceder a ciertas ayudas económicas”.
Para el análisis lógico de contexto Venezuela hay que deslizarse por las siguientes variables: la crisis económica, política, social, humanitaria… configuradas con calificaciones cuantitativas muy negativas en la opinión de millones venezolanos, valoraciones nada esperanzadoras para la trascendencia del legado de extinto comandante Hugo Chávez. La gente se cansó de esperar por una quimérica revolución bonita o redentora, que tuvo muchos dólares y puso a idealizar a los invisibles. Pero la razón anda confusa, la revolución bolivariana llegó a su momento más complejo como gestión, realidad articulada por 80% de los venezolanos que apoyan un proceso de transición política.
En este momento histórico, Nicolás Maduro renunció a entender la etimología de la palabra crisis y sus peligrosas consecuencias, sus actuaciones apuntan hacia la antilógica y transformándose en el arquetipo del antilíder / autoritario, lo más grave aún es que liquido los “ideales de la espada de Bolívar” y “neosocialismo liberador” que intento imponer con narrativas el presidente Chávez.
Vivimos tiempos muy difíciles por la dinámica situacional preelectoral presidencial 2024, pero dentro de toda la complejidad se revela cómo Maduro camina finalmente por el escenario ¿ganar, ganar / perder, perder? Pero la oposición venezolana debe comprender finalmente que no llegarán milagros desde el exterior y menos del cielo. Lo que se llama la “comunidad internacional” en realidad son países individuales que, especialmente ahora, tienen sus propios problemas económicos y sociales en los que se están enfocando, por lo que se puede poner en dudas que vayan a asumir grandes riesgos para resolver inmediatamente el conflicto político preelectoral que transita el país.
Las diversas crisis están haciendo un daño profundo a corto, mediano y largo plazo a los venezolanos. Es hora de activar los esfuerzos unitarios con el fin de detener el deterioro, generar acuerdos prácticos para la recuperación de Venezuela. La arrogancia de Maduro al dialogar/negociar a su manera una salida democrática tiene dificultades de credibilidad, los principales voceros del madurismo son interpelados rudamente con severas sanciones económicas, señalamientos de corrupción, violaciones de los derechos humanos y restricciones de visas por parte del mundo democrático y otros mecanismos de presión.
En el contexto presidencial 2024, es evidente la manipulación del sistema electoral para garantizar la reelección del gobierno. Estas elecciones estaban previstas, de acuerdo con la Constitución, para el mes de diciembre del mismo año y fueron convocadas sorpresivamente para el mes de julio. En contradicción con los efectos de las crisis, Maduro está haciendo arriesgadas jugadas para su permanencia en el poder, mientras pasan las horas y los días el escenario de perder-perder es potenciado por su actitud de aferrarse obstinadamente a no salir de Miraflores, correr contra el viento por supuesto trae consecuencias devastadoras para el futuro inmediato de la sobrevivencia del proyecto político chavista-madurista y sus principales líderes bolivarianos. Ya el daño está hecho.
La población venezolana está, de una forma u otra, controlada por el Gobierno. Una forma de ejercer este control ha sido maniatando la participación política. Para ello se han servido de las instituciones y órganos de seguridad del Estado, que actúan con total arbitrariedad. La oposición tiene que cuidar su credibilidad en la percepción de la mayoría al aparecer como que finalmente la solución a los problemas del país depende directamente de una intervención humanitaria / extranjera. La verdadera significación se mueve en comprender que en unidad o unión llegó el momento de ganar la oposición. El chavismo cumple esta semana un cuarto de siglo en el poder en Venezuela, donde se ha articulado como un proyecto autoritario y de corte socialista que ha surfeado crisis constantes, aún bajo el escrutinio internacional por violaciones a los derechos fundamentales de su población. El 2024 es todo un desafío final para la oposición, llegó el momento de ganar, los números hablan y dicen que en unidad o unión es posible desplazar a la revolución.
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Marcos Hernández López presidente Hercon Consultores