OPINIÓN

Venezuela: la miopía lleva a la ceguera moral  

por Gustavo Coronel Gustavo Coronel

La sociedad venezolana se ve hoy esencialmente rendida ante la dictadura. Así como a principios del siglo XX se rindió por 27 largos años ante un labriego semianalfabeta, quien se dio el lujo de utilizar como mandaderos a algunos de los mejores intelectuales de la época, así se ha rendido en el siglo XXI, primero ante un paracaidista de lecturas indigestas que entregó el país a la Cuba castrista y, luego, ante un payaso bailarín, exchofer reposero, quien ha presidido sobre la ruina total de la nación venezolana.

Chávez y Maduro son culpables de haber dilapidado 1 millón de millones de dólares y asesinado, torturado, arruinado y prostituido a la población venezolana, llevándola a un nivel económico casi inferior al de Haití y al nivel de El Salvador en materia de violencia ciudadana.

La magnitud de este crimen no tiene parangón en la región y es solo comparable a las peores dictaduras africanas como la de Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial (quien recibió, de manos de Chávez, la espada de Bolívar).

Esta dictadura venezolana está hoy consolidada, debido a la cobardía ciudadana de una porción de la sociedad venezolana, en parte gente muy desvalida y resignada a esperar el pernil navideño, empresarios “realistas”, líderes políticos “pragmáticos”, algunos encuestadores sesgados, banqueros codiciosos y uno que otro segmento de la alta sociedad, siempre ansioso de proteger sus privilegios.

Dos ejemplos me llevan a ser pesimista sobre el futuro a corto y mediano plazo de nuestra sociedad. Uno, el convenio de Chevron con el régimen de Nicolás Maduro, para manejar la industria petrolera venezolana. Otro, la opinión de algunos politólogos venezolanos sobre lo que la sociedad venezolana debe hacer para “resolver” la situación.

Chevron 

En otras oportunidades hemos escrito sobre lo que parece ser la doble personalidad de la empresa Chevron, valiente en la defensa de sus derechos pisoteados en Ecuador por Rafael Correa, pero amigo de dictaduras, como en el caso venezolano. En Ecuador la empresa se aferró a sus principios éticos corporativos para negarse a aceptar los atropellos del régimen de Rafael Correa en su contra. En Venezuela le prestó millones de dólares al régimen de Hugo Chávez y ahora conviene en darle anticipos al régimen de Nicolás Maduro a fin de poder operar la industria petrolera venezolana, plagada de corrupción e ineficiencia. Ese matrimonio de Chevron con Maduro viola, al menos en su espíritu, las declaraciones sobre principios que la empresa dice mantener. Chevron dice, en https://www.chevron.com/-/media/shared-media/documents/chevronbusinessconductethicscode.pdf:

Chevron’s Human Rights Policy 520: “We commit to respect human rights as set out in the United Nations Universal Declaration of Human Rights and International Labor Organization (ILO) Declaration on Fundamental Principles and Rights at Work as well as adhere to the principles set out in the United Nations Guiding Principles on Business and Human Rights, the Voluntary Principles on Security and Human Rights, and the International Finance Corporation’s Performance Standards.

Es decir, que están obligados a respetar los derechos humanos establecidos por las Naciones Unidas…

Y añade:

We encourage our other business partners, including customers, or businesses with which Chevron is associated in a joint venture, partnership or other form of business collaboration, to respect human rights and to adhere to applicable international principles.

Promueven en sus socios el respeto por los derechos humanos y su adhesión a los principios internacionales aplicables.

Las Naciones Unidas han denunciado expresamente al régimen de Maduro por sus violaciones de los derechos humanos, pero Chevron se asocia con él.

Más abajo se lee, en la página 17 de su política ética:

Chevron’s participation in the political arena is conducted in accordance with ethical standards.

La participación de Chevron en la arena política será conducida de acuerdo con estándares éticos.

Sin embargo, se asocian con un régimen forajido que ha violado todos los estándares éticos imaginables.

La pregunta para Chevron 

A la luz de lo establecido en su política de ética corporativa, ¿cómo armoniza Chevron su decisión de asociarse con un gobierno forajido cuya cabeza visible –Maduro– está puesta a precio por el país de origen de la empresa? Peor aún, ¿con un gobierno forajido que tiene centenares de presos políticos, incluyendo ciudadanos estadounidenses; que ha asesinado a prisioneros; cuyos ministros, jefes militares y funcionarios de empresas del Estado han practicado narcotráfico, o robo a gran escala, o lavado de dinero documentado por los mismos Estados Unidos, o contrabando de extracción de hidrocarburos y otros minerales o entregado su propia soberanía a otros gobiernos forajidos como el de la Cuba castrista?

No queremos ser injustos con Chevron porque la empresa podría alegar que esta asociación es la única forma que ellos tienen de recuperar sus activos casi perdidos en Venezuela y de recibir el pago de las deudas que el régimen ha contraído con ellos. Sin embargo, así como Chevron arriesgó millones para defender sus principios éticos corporativos en Ecuador, así debería arriesgar sus activos en Venezuela para defender los mismos principios. Lo que no nos parece aceptable es actuar en un país diferente a como se actúa en otro país.

Politólogos 

Estoy de acuerdo en que existen respetables diferencias de opinión sobre lo que puede hacerse en Venezuela para recuperar nuestra libertad, democracia, dignidad y orgullo nacional y que debemos ser cuidadosos para diferenciar los colaboracionistas declarados del régimen de Nicolás Maduro de aquellos quienes –de buena fe– abogan por algún tipo de entendimiento con ese régimen a fin de “acelerar” el proceso de transición hacia la democracia. Sin embargo, creo necesario argumentar que, en algunos casos, estos llamados de buena fe parecen servir el propósito del régimen y erosionar los principios de libertad, democracia y dignidad ciudadana, sin los cuales cualquiera victoria aparente de naturaleza estratégica sobre el régimen de Maduro podría ser un peligroso espejismo que nos lleve a permanecer en el pantano de la mediocridad. Pienso que los argumentos del politólogo Ismael Pérez Vigil en reciente artículo pueden ser definidos de esta manera, sin dudar ni por un momento que han sido emitidos con una sana intención ciudadana.

Dice el politólogo, ver:

 https://ismaelperezvigil.wordpress.com/2022/06/03/negociacion-y-tareas-opositoras/ :

“Lo que no sé y lo que sé.

No sé si se reanudará la negociación suspendida en México, mediada por el Reino de Noruega, pues se dice que hay algún reparo, no oficial, por parte del régimen; tampoco sé si esa negociación será inmediata; pero, hay cosas que sí las sé: – La primera y más importante es que sé que de este mal paso en la vida republicana de Venezuela, solo saldremos después de una negociación, en México o donde sea y con la mediación de quien sea: Noruega, el Vaticano, un grupo ad hoc de países, etc.  – Sé que dicha negociación inevitablemente nos llevará a un proceso electoral…”.

Para Pérez Vigil hay dos asuntos claros: uno, que la negociación con Maduro y su régimen forajido es la única salida para Venezuela. Y, dos, que esta negociación nos llevará inevitablemente a un proceso electoral. Creemos que ambas afirmaciones son inexactas. Negociar con un régimen forajido no puede ni debe ser nunca la única salida, ni siquiera la más adecuada. Contra un régimen forajido sería necesario rebelarse, que es lo que nos exige la Constitución. El hecho de que tal insurgencia no se haya producido no quiere decir que no se produzca nunca o que no se puede producir si el liderazgo que la inspire hace aparición. En segundo término, esa negociación no tiene por qué desembocar inevitablemente en un proceso electoral. Eso es lo que Maduro tratará de evitar o diluir o deformar, porque ello significaría –de ser transparente– el término de su poder, que es lo único que a él y a sus cómplices les importa.

Añade Pérez Vigil: “Sé que en toda negociación hay que llegar a acuerdos; es decir, habrá que ceder, probablemente, en levantar sanciones personales, pues entre otras cosas, al régimen lo tiene sin cuidado las sanciones generales, económicas, por más que digan que son la causa de todos nuestros males y también lo tiene sin cuidado si afectan al pueblo; lo único que le preocupa son las sanciones personales que les impiden o podrían impedir a ellos, sus amigos y familiares, viajar por el mundo, adquiriendo propiedades y disfrutando de sus fortunas; el levantamiento de las sanciones personales, probablemente, será la solicitud del régimen, para ellos a cambio ceder en la realización de elecciones justas y libres”.

Según Pérez Vigil habrá que ceder en lo relacionado a las sanciones personales en contra de los narcotraficantes, violadores de derechos humanos, lavadores de dinero, asesinos, torturadores y ladrones. Esto –dice Pérez Vigil– es lo más importante para ellos: viajar, disfrutar de sus fortunas, adquirir propiedades etc. Si queremos elecciones libres y justas hay que ceder en esto.

En mi opinión esto se parece demasiado a un perdón general, a una absolución en pleno y ello enviaría a la porción digna y honesta de la sociedad venezolana un terrible mensaje de desesperanza y humillación. ¿Para qué ser buenos, dirán, si al ser muy malos se obtiene el perdón?

De seguidas Pérez Vigil agrega algo que, en mi opinión, es infortunado: “Seguramente muchos se rasgarán las vestiduras ante esta perspectiva, ¡“Negociar”, qué horror!; algunos hasta la consideran una “mala palabra” y se aferran a unos “principios” que, vista la realidad que tenemos, no pasan de ser “principios abstractos” de un orden que no existe, para un país que solo está en la mente de unos pocos, que lo recubren de filosofía, de argumentos morales y éticos, de sentimentalismo, pero en el fondo, no es más que una disipación de la realidad, como dicen los versos de Andrés Eloy Blanco: “…vapores de la fantasía / son ficciones que a veces dan a lo inaccesible / una proximidad de lejanía”.

Digo que este párrafo es infortunado porque les da a los argumentos del politólogo una fisonomía de burla injustificada a quienes se adhieren a los principios. Según él los principios son apenas “seres abstractos ante nuestra realidad, no existen sino en la mente de unos pocos”. Leer esto es triste. Los principios desaparecerán siempre y cuando la gente deje de tenerlos. Serán abstractos cuando las mayorías digan que lo son y los eliminen de la acción social, ahogados por la mediocridad y la cobardía. Pero los principios son y serán reales y poderosos mientras haya gente que los haga suyos y que den la batalla por mantenerlos. No son, como dice Pérez Vigil, “vapores de la fantasía”. Nuestro respetado politólogo no solo defiende el borrón y cuenta nueva, sino que nos aconseja dejar de creer en los principios.

No dudamos que el politólogo Pérez Vigil hable de buena fe. Sin embargo, la buena fe sin fe en los principios, aderezada de un excesivo pragmatismo, puede llevarnos –sin quererlo– a un perenne chapoteo en el pantano de la indignidad.